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lunes, 12 de abril de 2021

En la radio: ciudades, movilidad, espacio público,...

Hace unos días estuve charlando en la Cadena Ser en el programa Hoy por Hoy Bilbao con Azul Tejerina. La excusa era hablar de la iniciativa ciudad de un minuto que se está desarrollando en Suecia. Con ese punto de partida, a caballo entre la reflexión sobre el espacio público y la movilidad, estuvimos un rato charlando brevemente sobre el impacto de la pandemia en la percepción sobre calles y espacio urbano, tráfico urbano, participación, etc. 

 

 Archivo de la entrevista

martes, 18 de septiembre de 2018

La ciudad como wikipedia (artículo en LAAAB)

Hace unas semanas Ignacio Grávalos me propuso contribuir en el blog de LAAAB (Laboratorio de Aragón Gobierno Abierto), dentro de la línea temática sobre espacios urbanos centrados en las personas. Me pareció un buen momento para dejar por escrito un argumento que suelo utilizar en mis conferencias sobre el cambio cultural derivado de la sociedad digital y cómo este nos ha llevado a nuevas demandas sobre la apertura en los procesos del hacer ciudad. De aquí nace el artículo La ciudad como wikipedia, que reproduzco también aquí. Se trata, además, de un artículo que pone por escrito algunas ideas que salieron también en un podcast que hice para Ciudad Hub con Oscar Chamat hace ya unos meses.

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Tecleas “wikipedia” y entras sin mayor problema. Sin usuarios ni contraseñas, sin formularios previos de registro, sin comprobación de quién eres o por qué quieres entrar. Cualquiera puede entrar sin mediadores, sin condiciones o autorizaciones previas. Y esto es sólo el comienzo; en realidad, este es el uso que hacemos de ella la mayoría de nosotros/as la mayor parte del tiempo. Lo mejor viene al pensar cómo hacerla mejor. Si ves que algo falta o no está ahí, no tienes que esperar a una autoridad o experto para que añada lo que echas en falta. Ni siquiera tienes que hacerlo tú solo/a; puede haber más gente perdida por ahí que quiera contribuir a poner por escrito lo que buscabas. Mejor incluso: si algo es incorrecto, impreciso o discutido, no tienes por qué conformarte con el error o la insatisfacción: puedes editarlo, hacer tu propia contribución, señalar lo que falla, proponer la mejora. En realidad, esa es la magia: nadie dice que sea perfecta, sólo es algo que mejora incrementado por la contribución de quien quiere contribuir y no por la solidificación de lo que alguien pudiera definir como contenido exacto y completo. Nada más natural que asumir que nada es perfecto, que todo es susceptible de mejora. Sobre todo, asumiendo que lo contradictorio o lo conflictivo pueda discutirse de manera transparente, trazable y en comunidad.

Esta no es una definición precisa del funcionamiento de la wikipedia pero nos puede valer. Usar metáforas o símiles siempre es un recurso resbaladizo, pero al menos nos da flexibilidad para pensar las cosas de otra manera. Si la wikipedia es un ejemplo de lo nuevo que ha traído la era digital  como cambio cultural, tal vez nos sirvan sus principios de funcionamiento para comprender qué podríamos esperar de un modelo similar en la organización y funcionamiento de la vida colectiva y en la manera de hacer ciudad adaptada a esta sociedad conectada. Estos principios (acceso libre, construcción colaborativa, desarrollo editable, mejoras incrementales, discusión pública y en comunidad,…) podrían servirnos como guías de diseño para acercarnos a las expectativas de la sociedad digital sobre cómo intervenir y participar en el desarrollo de las ciudades, sus espacios públicos y su gestión.

Todo ello, trasladado a la manera en que estamos dando forma a la vida urbana (a la vida colectiva, en general), nos lleva a pensar en la democracia representativa formal-instrumental, contemporánea de cambios sociales y culturales que han cambiado el panorama de las resistencias, de la contestación y la generación de nuevas prácticas urbanas, desde la gestión de los espacios públicos a la formulación de alternativas a las políticas de vivienda. Hoy sacar unas sillas a la calle y ponerse a charlar con familiares o amigos es un acto excéntrico y ya ni tenemos claro por qué no se puede hacer (si es que no se puede): ¿lo dice alguna ordenanza, el sentido común, el qué dirán? Y, sin embargo, no era algo ajeno hace unas pocas décadas. Hoy organizarse para adecuar y mejorar un espacio abierto puede implicar la visita de agentes de de la autoridad que, sin tener muy claro por qué, sospecharán que eso no se puede hacer: algún código técnico o alguna ISO, vaya usted a saber, prohíbe hacer eso. Hoy organizar cualquier actividad en el espacio público (una comida, un festival, una actividad deportiva, un cine al aire libre,…) está sometida a una maraña de normas, licencias y formularios que hacen imposible cualquier espontaneidad salvo que se quiera ejercer realmente desde un ejercicio de resistencia.

¿Y si exploramos el mundo de lo prohibido, de lo supuestamente prohibido o de lo que creemos que está prohibido hacer en una ciudad? ¿Aplicamos el principio del acceso libre a recursos físico públicos de la ciudad limitados en sus horarios o tipos de usos? ¿Probamos el abierto por defecto en actividades sometidas a limitaciones que nadie sabe muy bien su justificación? ¿Podemos hacer ciudad de verdad, con las manos, modificando¿Qué cosas vamos a poder cambiar porque no nos gustan o no nos sirven? ¿Podemos dejar de pensar la ciudad, sus espacios y sus servicios como algo perfectamente planificable  y cosa de expertos? ¿Podemos renovar las prácticas de participación ciudadana o de transparencia desde estos principios?

La sociedad conectada, con toda su variedad de dispositivos que han colonizado nuestras rutinas tiene tanto de equipación técnica como de cambio cultural. Lo visible (sensores, dispositivos, pantallas, infraestructuras,…) y lo invisible (la marea de datos en la que vivimos) son evidencias de una transición –más que una revolución- hacia esa sociedad conectada. Comprender  en pocas palabras (o incluso en muchas) la profundidad de estos cambios es complicado. Por un lado, son cambios de mentalidad, de formas de hacer y de expectativas que no son siempre coherentes. Es así cómo estamos viviendo las posibilidades liberadoras de esa tecnología (datos abiertos, democracia digital, nuevas movilizaciones sociales, innovaciones en las prácticas de las administraciones públicas y renovación de la acción ciudadana, etc.) pero también sus aspectos más siniestros (desestabilización de elecciones, fakenews, manipulación del debate público, sistemas de espionaje masivo a la ciudadanía, pérdida de privacidad, etc).

Esta reclamación se ejerce también desde una posición absolutamente práctica, pragmática y experimental. Junto a la propuesta, la acción. Es en este nivel donde el cambio socio-político que estamos viviendo se hace más palpable. De hecho, los proyectos que han operado en los últimos años desde antes del estallido de la burbuja inmobiliaria como formas de reclamación directa de espacios públicos, viviendas vacías, equipamientos públicos, etc. han sido, en buena medida, procesos de aprendizaje sobre nuevas formas de hacer ciudad que después tomaron forma de contestación agregada en las plazas.  Se trata de proyectos que, en muchos casos, en la época del urbanismo expansivo y de los grandes proyectos urbanos apenas tenían eco o eran directamente consideradas como outsiders a contracorriente.

martes, 5 de junio de 2018

La ciudad espontánea

Nuestra idea de la ciudad se ha formado, en buena medida, a través de imágenes de mapas. Históricamente, los mapas han sido la representación que ha modelado nuestras ideas sobre las primeras ciudades, sobre las ciudades de los grandes imperios, sobre las ciudades ideales y utópicas o sobre las ciudades que consideramos mejor organizadas. Es así como hemos estudiado las ciudades y las ideas sobre la ciudad, y también cómo hemos construido las utopías sobre las buenas ciudades (desde la ciudad jardín a la ciudad radiante pasando por la cuadrícula de Manhattan). Todas estas imágenes nos han invitado siempre a organizar el desarrollo de las ciudades de la mejor manera posible, situando la planificación perfecta como el estado ideal de una ciudad.

Diagrama de la serie “A Group of Smokeless, Slumless Cities”  de Ebenezer Howard  

Las tecnologías actuales con servicios como Open Street Map, los SIG, Google Earth y todo tipo de proyectos de visualización de datos espaciales siguen alimentando nuestra pasión por la cartografía y su “ideología” de la planificación. Desde el mundo de la arquitectura, los renders y su imaginería de edificios y urbanismos perfectos siguen alimentando la pasión por diseñar y buscar soluciones perfectas y definitivas sobre cómo organizar la ciudad, algo que en su momento también ofrecieron las maquetas y hoy las posibilidades del big data y el urbanismo cuantitativo como forma de control de lo que ocurre en una ciudad.  Son todos instrumentos del poder, del poder planificador.
Todas estas herramientas tienen su reflejo en una maraña de normativas que materializan la ciudad y su funcionamiento, no sólo desde los departamentos puramente urbanísticos, sino también desde cualquier política sectorial. Licencias, convenios, directrices de ordenación, regulaciones, ordenanzas,…son el brazo armado de quien ejerce el poder de planificación en la ciudad, un poder formalmente sometido al control de las instituciones públicas pero fuertemente limitado por las dinámicas económicas. Todo ello forma parte de una dinámica que ha hecho de las ciudades espacios sometidos al control institucional, a la privatización de los espacios públicos, a la sobre-regulación de cualquier uso no planificado o actividad inesperada.


Sin embargo, el gozo de la ciudad siempre ha estado muy unido a la capacidad de vivir juntos en un lugar de encuentro, de libertad, de espontaneidad y de creación, circunstancias todas ellas que se resienten en este escenario de hiper planificación soñado por quienes gobiernan la ciudad. La buena noticia es que, a pesar de ello, la ciudad y su uso espontáneo se abre camino incluso en las circunstancias más adversas gracias a personas y colectivos que esperan algo más de ella. Es así cómo, lo que hoy llamamos cultura do it yourself, sigue estando presente en la ciudad en forma de hackeos de su diseño formal (ver este link como ejemplo de este tipo de intervenciones), en forma de bricolaje cotidiano o de utilización de la ciudad como soporte de producción y exhibición artística en lugares insospechados como hace La Galería de Magdalena.

Estos ejemplos nos hablan de una ciudad espontánea que no aparece en los tratados de urbanismo, en los planes generales de ordenación urbana ni en la normativa de licencias y, sin embargo, sucede. Es la ciudad espontánea no obsesionada por la permanencia ni la estabilidad, pero sí preocupada por ofrecer espacio para el aprendizaje, para el disfrute y para la construcción, aunque sea a pequeña escala, de la ciudad que queremos. Una ciudad que tiene sus espacios de juego planificados y zonificados, pero en la que cualquier lugar puede ser el lugar perfecto para jugar al ajedrez.

La ciudad planificada no quiere sólo ordenar el espacio físico; también quiere regular lo que se puede y no se puede hacer. Así es que como las ordenanzas “cívicas” de todo tipo que han ido apareciendo en los últimos tiempos, buscan regular cómo usar la ciudad hasta su detalle más estúpido. Con la excusa de tratar de solucionar conflictos sociales puntuales (espacio público, botellón, prostitución, horarios nocturnos, etc.) han acabado siendo la herramienta de prohibición, control y miedo fundamental para atenazar el uso libre de las ciudades que vivimos. De esta forma, esos textos se han convertido en un compendio de los miedos de las instituciones llegando hasta límites absurdos como prohibir cometas o jugar al dominó, regular cómo usar las fuentes públicas, instruirnos sobre la equipación adecuada para bañarnos en las fuentes o regular el uso de balcones, tenderos de ropa o sillas en la calle. Es ese exceso de regulación el que ha convertido en un hecho casi heroico lo que siempre fue un elemento consustancial a la ciudad: el aprendizaje, la experimentación, la auto-construcción, la personalización,…o, simplemente, reunirse en torno a la mesa con la comida como excusa para hacer de la ciudad un lugar de encuentro.

El derecho a la ciudad es, como plantea Alberto Corsín, el derecho a la experimentación, a ser activos en infraestructurar la ciudad interviniendo en la construcción material de la ciudad. Esta forma de entender nuestra presencia ciudadana en la ciudad es la que nos permite descubrir que, más allá de los marcos restrictivos que hemos presentado anteriormente, existe una forma de acción ciudadana capaz de recuperar el protagonismo de nuestras manos, nuestras ideas y nuestra capacidad de organización para usar la ciudad de manera protagonista como expertos amateurs.

Así es cómo tantas y tantas iniciativas están tratando de recuperar la capacidad de experimentar con la ciudad. Son proyectos que no caben en un mapa, que no se puede congelar en un render o regular en una ordenanza. Y, sin embargo, suceden. Proyectos que buscan experimentar nuestras estructuras, materiales, procesos y formas de organización par a crear la ciudad a pie de calle, una ciudad más cercana a las necesidades cotidianas de la población.

La ciudad espontánea se abre paso denunciando problemas de seguridad vial (en forma de acciones que señalizan puntos negros para los ciclistas, por ejemplo), promoviendo más espacios de juego infantil (instalando pequeños artefactos), invitando a la reflexión crítica (creando piezas de arte en paredes, muros, medianeras,…), recuperando solares y equipamientos abandonados, sacando unas sillas a la calle, etc. Es la ciudad invisible al planificador, pero la ciudad real que cambia. La vida en las ciudades es posible gracias, entre otras cosas, a una serie de normas de convivencia que supuestamente compartimos. Necesitamos un mínimo de acuerdo sobre cómo comportarnos. Se trata de normas que asumimos individualmente y que esperamos por parte de los demás. Se trata, creemos, de convenciones sociales, fruto de la experiencia y de ir acomodándonos al paso de los tiempos. Sin embargo, quizá no todo es tan espontáneo como podríamos pensar.

Esas normas de comportamiento, convertidas en ley vía código de circulación, nos dicen que los peatones no pueden cruzar la calle por donde quieren. Durante décadas, mientras el coche ganaba espacio público, esta simple convención se ha instalado como un tótem para hacer más sencilla nuestra convivencia; en realidad, para hacer más pacífica la convivencia con el coche. Sin embargo, no todo fue tan espontáneo.

Hoy para cruzar una calle necesitas un paso de peatones o un semáforo para hacerlo en la más estricta legalidad bajo riesgo de ser multado. Estas limitaciones fueron asumidas en las primeras décadas del automóvil gracias a una intensa campaña de criminalización del peatón, tal como han señalado recientemente algunos historiadores de la llegada del automóvil a las calles. Así se marcan los límites de lo posible en la ciudad contemporánea. Son esos límites los que definen nuestra experiencia urbana y los que estructuran el relato pacificador de la ciudad. Las instituciones que sancionan esos límites buscan con ellos ofrecernos estabilidad y soluciones permanentes en un consenso mucho más inestable que el que quieren hacernos creer.

Fuera de ese consenso existe vida, mucha más vida, diversión, justicia y lucha por mejores ciudades. Las ciudades han sido históricamente los escenarios de gran parte de las revoluciones y conflictos sociales, de la comuna de París en 1971 a Praga en 1968, hasta llegar al ciclo de revueltas urbanas globales de los últimos años. De la protesta a la materialización de nuevas alternativas, aprender a usar la ciudad es aprender a hacerla propia no como un acto individual sino como un acto colectivo para ensanchar los límites de lo posible, porque sin esa pelea por la ciudad, otras fuerzas tratarán de marcar sus propios límites.

La ciudad es lo que ofrece y lo que puedes usar, no como cliente o usuario, sino como ciudadano protagonista. Las nuevas formas de gestión de las ciudades tienden a homogeneizarlas y a crear estándares de gestión que expulsan gran parte de la diversidad de las ciudades. Así es cómo las ciudades aspiran a convertirse en ciudades globales, a atraer turistas o a encontrar su hueco en la dura competitividad en las ciudades. Pero quizá sólo sean pequeñas victorias a corto plazo para acabar derrotando el magnetismo de las idiosincrasias locales y el sentido de pertenencia con nuestros barrios. Es ahí donde se ha abierto un nuevo frente de lucha urbana, una lucha contra la estandarización de las formas de vida, y los mercados son un buen ejemplo de este conflicto.

Cualquier experiencia de reclamación de la ciudad en la que podamos pensar niega esa aparente espontaneidad de las “normas” que regulan las ciudades y sus equilibrios. El desarrollo urbano no es mecánico ni indeleble. De la misma forma que poderosas fuerzas ajenas a la ciudadanía –desde la economía global hasta los poderes reales locales- ejercen su capacidad de reprogramar el código de la ciudad para someternos a él, también la ciudadanía puede hackear ese código en sus intervenciones diarias y en sus luchas de largo alcance.

jueves, 22 de febrero de 2018

Adiós al coche. La reconquista de la calle

Adéu al cotxe! ¿Cómo liberar Barcelona del vehículo privado? Así de contundente es la carta de presentación de un ciclo que tendrá lugar desde finales de marzo y hasta finales de abril en Barcelona (Sala Beckett). Comisariado por David Bravo y Andreu Rifé, con la colaboración de Miquel Jordà y Úrsula San Cristóbal, parte del siguiente planteamiento:

El automóvil es un vehículo urbicida. Hay que preparar las ciudades para que vuelvan a funcionar sin un medio de transporte que, muy probablemente, acabará cayendo por su propio peso. Tal vez descubrimos que, lejos de ser una renuncia, vivir sin coches es más justo, más sostenible, más barato e incluso, más agradable. Pero hay que trabajar duro para que esta transición se produzca de manera equilibrada. ¿Cuáles son los próximos pasos?

Con el ciclo «Adéu al cotxe!», La Sala Beckett quiere promover la reflexión y el debate sobre la necesidad y la posibilidad de liberar la ciudad del vehículo privado. Espectáculos, lecturas dramatizadas, piezas audiovisuales, reflexiones plásticas y charlas conjugarán el conocimiento técnico con la cultura crítica y transformadora para estimular la conciencia ciudadana.


Más allá de estas palabras, se trata de una propuesta urgente y, sobre todo, original. Tengo la suerte de poder formar parte, gracias a la invitación de David Bravo a compartir algunas reflexiones personales en una de las sesiones. Digo suerte porque hacía tiempo que no tenía la oportunidad de volver a ordenar ideas en torno a la movilidad, los espacios públicos, etc., y además en un contexto menos rígido que el habitual. Esto último tiene que ver con el formato de las propias sesiones, que incluyen desde la exhibición de obras gráficas, creaciones y piezas sonoras hasta la lectura de textos teatrales vinculados a las diferentes temáticas que se cubrirán durante el ciclo. De hecho, una de las sesiones será en sí misma una proyección audiovisual (comentada por Andrés Hispano y Félix Pérez-Hita), el mejor formato posible para abordar cómo se ha socializado la cultura del automóvil a través de los mecanismos de creación de imaginarios (cine, televisión, publicidad, etc.). Por si esto fuera poco, está una convocatoria de textos teatrales breves, que alimentarán el inicio de cada sesión. 

Este es el plan:
Por la parte que me toca, La reconquista de la calle, este será el punto de partida:

Durante el siglo XX, la masificación del automóvil colapsó las ciudades heredadas del pasado. No obstante, el siglo XXI se ha levantado con el ansia de reconquistar el espacio público de los centros urbanos. Aún así, muchas intervenciones de mejora urbana continúan invirtiendo esfuerzos faraónicos en ocultar coches ─aparcamientos, túneles, vías rápidas─, como si se tratara de barrer la suciedad bajo una alfombra verde. En efecto, el vehículo privado sigue estando altamente subvencionado. La única reconquista honesta de las calles pasa por reducir los recursos públicos que le destinamos. Ganarle espacio en favor del transporte colectivo de superficie, de los carriles ciclables o de los corredores peatonales. Esta no es sólo la manera más efectiva de reducir la contaminación; es también la forma más democrática de combatir la injusticia espacial, el cambio climático, el derroche energético o la acumulación de oportunidades en pocas manos.

Quiero preparar esta aportación con mimo. Es un contenedor quizá demasiado amplio, así que es importante acertar con los conceptos y temas más prioritarios y, al mismo tiempo, no solaparse con las demás intervenciones previstas. También, por el formato más flexible, es una oportunidad para hacer planteamientos más arriesgados y provocadores. Hasta el 10 de abril tengo tiempo para ir trabajándola, pero ya lo estoy disfrutando construyendo una revisión visual de la ciudad del siglo XX, revisando los círculos viciosos de la movilidad y sus infraestructuras, rescatando grandes éxitos del cuñadismo cochecéntrico, catalogando las promesas del solucionismo tecnológico,...

martes, 11 de julio de 2017

Smart cities: escala humana y vida pública en las ciudades

El pasado 8 de junio estuve en Córdoba invitado por el Grupo Ciudades Patrimonio de la Humanidad en las Jornadas Sostenibilidad y convivencia en centros históricos, uso y disfrute del espacio público. Dejo aquí el resumen de los temas que abordé en la conferencia Smart cities: escala humana y vida pública en las ciudades.

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La ciudad contemporánea ha sufrido importantes transformaciones y seguirá sufriéndolas en las próximas décadas para continuar siendo el escenario del desarrollo colectivo. La emergencia de nuevas aplicaciones tecnológicas está modificando (y lo hará de forma que apenas hoy podemos intuir) muchos de los servicios urbanos clásicos y la forma en la que las instituciones públicas locales proveen esos servicios. Cualquier elemento consustancial a la gestión y a la vida urbanas está mediatizado hoy por el surgimiento de soluciones y aplicaciones tecnológicas de diferente signo que cambian completamente no sólo los servicios en sí, sino también la propia morfología urbana, la experiencia de la vida en la ciudad e incluso las oportunidades para nuevas formas de desarrollo local.

Esta realidad coincide con ciertas tendencias que nos hacen reflexionar sobre el carácter social de nuestras ciudades. Si el mundo es cada vez más  urbano, ¿son nuestras ciudades más sociables? Como ciudadanos equipados con diferentes dispositivos y soportes para participar en el conglomerado de relaciones del espacio digital, ¿somos hoy seres más sociales? Diferentes tendencias. Vivimos un arrinconamiento de muchas actividades sociales  en el espacio público, pero también estamos aprendiendo a convivir con nuevos principios y expectativas de la cultura digital, desde la transparencia hasta la convivencia con la flexibilidad y la condición de beta permanente e innovación gradual. Las tensiones entre estas dos tendencias se reflejan en conflictos urbanos que hoy son cotidianos y que se muestran en los espacios públicos, en el acceso a la vivienda o en el uso de los espacios públicos.

En este escenario ambivalente, la smart city aparece como nuevo modelo urbano. Sus promesas evidentes (una ciudad inteligente será más sostenible, más eficiente o más competitiva, y se gestionará de manera más  integrada) tienen aún que demostrarse en muchos casos efectivas y significativas para la vida cotidiana en las ciudades. Necesitamos de las smart cities algo más  que un reato solucionista de problemas urbanos que no tienen una solución única, ni mucho menos tecnológica. Necesitamos ciudades inteligentes que nos hablen de muchos de los valores urbanos que no tienen que ver con una vida eficiente. Necesitamos una ciudad inteligente de las tecnologías cotidianas, de las tecnologías del cuidado, de las necesidades reales de la ciudadanía. Necesitamos una ciudad inteligente dirigida a hacer de la tecnología un medio para un objetivo mayor que es disponer de mecanismos de gestión inteligente de lo público y de oportunidades para ensanchar las posibilidades de disfrute de la ciudad. 

martes, 28 de octubre de 2014

Hacer ciudad: nuevas formas de participación ciudadana (Castro Urdiales, 31 de octubre)

Este viernes 31 estaré en Castro Urdiales dando una conferencia en el marco del ciclo de encuentros ciudadanos que organiza Castro Verde. Para mí es especial por mis vínculos allí, y también por la posibilidad de compartir algunas ideas sobre nuevas formas de acción política y de participación física en la construcción de la ciudad, en el diseño de proyectos.

He titulado la exposición Hacer ciudad: nuevas formas de participación ciudadana y la idea es hacer un recorrido inicial de contexto sobre la realidad del activismo y la creación de alternativas en la manera de hacer ciudad, siempre con el riesgo de wishful thinking pero, en cualquier caso, con una creciente ruptura entre las maneras formalistas y rígidas del urbanismo y las aspiraciones y capacidades de una ciudadanía con mayor capacidad de organización, de construcción formas diferentes de diseñar, crear y gestionar espacios y procesos más cercanos a sus necesidades. Así que ahí irá algo de lo que suelo presentar como urbanismo adaptativo en sus diferentes formas, pero también algo sobre dinámicas de participación ciudadana. Habrá tiempo también para hablar de la sobre y la mala regulación vía ordenanzas "cívicas", para ilustrar algunos proyectos de transformación directa del espacio urbano y la creación de modelos auto-gestionados, etc.


martes, 11 de agosto de 2009

Entrevista Ciudad Híbrida-Smart Cities

Domenico di Siena, de Ecosistema Urbano, ha publicado recientemente la entrevista que realizamos sobre espacios públicos hace unas semanas, en el marco de su trabajo de investigación sobre la ciudad hibrida. Pasamos un rato charlando en un rincón oculto desconocido para mí pero muy agradable, el patio del Colegio de Médicos de Madrid, y abrimos la vía para explorar posibles proyectos compartidos entre Ecosistema Urbano y Naider en temas urbanos.

El texto es un resumen de los veinte minutos largos de entrevista; a veces me sorprendo de lo pesado que puedo ser, de lo lento que soy al hablar, de los rodeos que doy para decir algo sencillo. En realidad, lo que más me interesa de los espacios públicos es lo poco que parecen interesarnos como sociedad avanzada. Decía en la entrevista:
Soy más pesimista respecto a la demanda social sobre la calidad de los espacios públicos. Esa dinámica que menciono de ataque a la calidad de estos espacios creo que deriva de una falta de atención social, de defensa ciudadana.
Los espacios públicos son, además, como un juguete olvidado. El tractor de hojalata que usaste cuando eras pequeño pero que, cuando te haces mayor, ya no lo quieres, te parece tonto, aburrido y feo. "Por mí que lo tiren, a mí me da igual, ya no lo necesito". Pero llega tu hermano y se lo queda, empieza a usarlo, le hace gracia, le divierte y juega con él con sus amigos. Y eso ya te gusta menos, así que te enfadas y protestas, lloras y te enrabietas porque "te han quitado lo que es tuyo", simplemente porque dejaste de usarlo y lo que te molesta es que otros lo usen.

Un ejemplo concreto, tan sólo, de cómo son las percepciones sobre el espacio público y cómo creo que están actuando estas percepciones en relación a los inmigrantes.

Sin más, aquí va el texto.

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¿Qué entiendes por espacio público?
Los espacios públicos podemos plantearlos como una representación de lo que las ciudades y su ciudadanía son y quieren ser. Soy consciente de que quizá los que trabajamos sobre esta realidad los idealizamos de alguna forma, como si fueran una salvación para disponer de un parlamento público desde el que plantear opciones ciudadanas, como lugar de discusión sobre lo público, cuando no deja de ser una aspiración utópica algo ajena a la realidad, aunque tampoco está mal pensarlo en esos términos.
Las ciudades necesitan espacios de encuentro, porque es en esa “ciudad entre los edificios”, ese lugar que el espacio construido deja para el espacio de confluencia, donde podemos encontrar a los diferentes e incluso entrar en conflicto por utilizar la ciudad. Pero tiene mucho de estético; quiero decir, como muchas otras cosas relativas a la forma de organizar la vida, hay detrás una opción estética previa, y de la ideología a la estética hay un paso. Por ello creo que hay una propensión a verlos, a cuidarlos, a valorarlos,..o no la hay. Disponer de espacios comunes, derepresentación de la vida en común y de significación de la diferencia es una opción a la que se es necesario darle valor para fortalecer la cohesión de las ciudades.
¿Cómo calificarías el espacio público de las ciudades de hoy?
Creo que precisamente quienes estética, ideológica o técnicamente defendemos estos espacios somos a veces excesivamente pesimistas, al menos respecto a nuestro entorno más cercano. Las amenazas de privatización, por ejemplo, son más extremas en las ciudades anglosajonas, mientras que en las ciudades del sur de Europa, por ejemplo, seguimos manteniendo espacios para la ciudadanía. Claro que no niego que la forma en que se diseñan y la calidad de los nuevos espacios urbanos van reduciendo los espacios públicos, los van haciendo más inaccesibles, más restrictivos, más ocultos o más excepcionales. Los procesos de privatización son reales, la tendencia a generar espacios privados que hacen la función o parecen querer hacer la función de espacios públicos de determinados desarrollos comerciales cuando el uso y la función de ese espacio no es pública.
Soy más pesimista respecto a la demanda social sobre la calidad de los espacios públicos. Esa dinámica que menciono de ataque a la calidad de estos espacios creo que deriva de una falta de atención social, de defensa ciudadana. El proceso es complejo; tenemos menos necesidad de estos espacios, nos sentimos más cómodos en nuestros espacios privativos, nos encerramos en nuestros espacios entre iguales, en espacios que esconden el conflicto, etc. El caso de la inmigración es sintomático: la nueva ola migratoria ha generado una percepción de que las personas inmigrantes han ocupado el espacio público y lo percibimos como algo negativo. Y esto está generando un repliegue de la población hacia los espacios privados y a un menor interés por disponer de espacios públicos.
Las percepciones subjetivas sobre el espacio público van cambiando, modeladas por las fuerzas motrices que generan los consensos sociales (publicidad, cine, partidos políticos, etc.) y esas fuerzas tienden a favorecer modelos de usos urbanos másprivatizados; los grandes centros comerciales en lugar de las calles comerciales distribuidas, el tipo de urbanización en los barrios residenciales periféricos, la ocupación de la calle por la movilidad motorizada privada, etc. Incluso los espacios públicos más turísticos en muchas ciudades están hoy amenazados por un tipo de consumo, el del turismo global, que de alguna forma convierte esas zonas en lugares que dejan de cumplir la función socio-comunitaria que pueden tener los espacios públicos activos.
¿Cómo lo cambiarías?
Las formas de intervenir en la mejora tienen que ver con definir o generar una sensación de pertenencia a esos espacios públicos, y esa sensación pasa por un mayor interés de los equipos de planeamiento y urbanismo por intentar promover estos espacios. Hay mucho que hacer en los temas de diseño urbano, sobre todo introduciendo nuevos intereses en el proceso de planeamiento y de decisión pública, ya que en este proceso hay una sobre-representación de los intereses de los propietarios del suelo y otros agentes, intereses legítimos, pero también hay que atender a intereses sociales sub-representados por falta de individualización de los agentes que pueden intervenir en el proceso en su defensa. Por eso es importante introducir la participación ciudadana, es un reto que aparentemente puede pensarse que introduce lentitud en el proceso, cuando en realidad estoy convencido de que supone una mejora sustancial de la forma de hacer ciudad y de su resultado práctico. Ahí la perspectiva del usuario tiene que pasar a primer término porque hoy tenemos más capacidad de conocer e investigar los usos que se hacen de la ciudad, los flujos y los intercambios.
¿Qué papel pueden jugar las nuevas tecnologías en ese cambio?
Se habla de las nuevas perspectivas que las nuevas tecnologías pueden ofrecer como nueva dimensión del espacio público. Son oportunidades que aún exploro, conceptos como la ciudad híbrida, la ciudad abierta o la realidad aumentada. Sí veo el enganche de los nuevos flujos de información y su encuadre en el mundo virtual, y la relación con la ciudad construida puede ir avanzando. Mi acercamiento se basa en ciertas tecnologías de hardware social, y cómo la introducción de ciertas tecnologías en el espacio urbano puede ofrecer nueva información que complete la información física. Y esa mayor información podrá generar mayor conocimiento social. Pero asumo que vengo del mundo no tecnológico y el espacio público, la ciudad, no deja de ser conversaciones, personas, calles y cara a cara. Pero con el tiempo veremos nuevos desarrollo, mayor posibilidad de información en tiempo real,…pero queda mucho por explorar y de mientras veremos mucha experimentación y nuevas soluciones.
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Podéis leer otras entrevistas que ha ido publicando Domenico, tanto en versión texto como en versión video:
También he escrito esto sobre los espacios públicos:
Foto 1 vía Jbuth en Deviantart.
Foto 2 vía Umschauen en Flickr.
Foto 3 vía -12ºC en Flickr.

jueves, 9 de julio de 2009

La percepción subjetiva del espacio público. Un ejemplo

En esto de revisar quién te lee y quién te sigue, a veces se dan coincidencias curiosas que dan mucho que pensar. Hoy alguien ha llegado a este blog preguntándose (tal cuál):

Por Qué España se estan haciendo las aceras más grandes siendo que hay más vehiculos que personasandando

¿Más vehículos que personas? Esto es lo que se llama una percepción subjetiva y además equivocada de la realidad sobre la utilización del espacio público. Supongo que detrás de esta búsqueda en Google hay una persona que percibe quizá que debajo de su casa han ampliado el espacio dedicado a la acera, y se sentirá perjudicada porque se habrán reducido, quién sabe, las plazas de aparcamiento, o tal vez el vial se hay convertido a dirección única en lugar de a dos carriles.
Lo sé, es un ejemplo, sacado de contexto, pero que aprovecho para destacar la idea de cómo la concepción social y personal-subjetiva del espacio que asignamos a usos públicos y a usos privados es muy voluble y, sobre todo, puede ser muy ajena a la realidad. El espacio destinado al coche no deja de ser:
  • Un uso privatizado, de uso exclusivo para quien conduce un electrodoméstico particular, el único que las leyes nos permiten dejar en la calle. ¿Podré algún día aparcar la lavadora en la calle cuando no tenga sitio en la cocina? Es un decir.....
  • En el mejor de los casos, un uso compartido con otros usuarios de otro tipo de vehículos (bicicletas, por ejemplo) o viandantes, claramente desprotegidos por las normas de vialidad en el uso conflictivo de ese espacio.
  • Un uso que reserva gran parte del espacio urbano disponible para una actividad exclusiva, la movilidad, y que raramente permite la multifuncionalidad de estos espacios. ¿Alguien dijo "falta de disponibilidad de suelo urbano"? ¿Por qué no miramos a las ciudades y nos preguntamos cuánto espacio hemos acabado dedicando a eso?
  • Un uso reservado al transporte privado del que sólo disfrutan las personas que cumplen al menos dos condiciones: uno, disponen de una licencia de conducción; y dos, disponen de un vehículo para su uso privado. Según la DGT, son los hombres entre 35 y 44 años quienes conducen habitualmente.
Sigamos con las anécdotas. San Sebastián, hace tres semanas, un paseo de cinco minutos en el cuál llegamos a pasar por tres paradas de autobús. A ojo, unas doscientas personas en total esperando al bus. Composición: 6 hombres, unas 194 mujeres (nótese que lo que contamos fueron los hombres que, efectivamente, sólo eran 6), de esos 6, 2 estudiantes.

¿Qué quiero decir con esto? Posiblemente nada, es sólo una anécdota. Pero pienso: ¿quién conduce?, ¿quién utiliza el transporte público?, ¿cuándo dejamos de utilizarlo?, ¿por qué dejamos de utilizarlo? y, sobre todo, ¿por qué hay personas que tienen la sensación de que hay más coches que personas andando? Como refleja claramente la presentación, sentir, tener la sensación de que las redes viarias de las ciudades están congestionadas (lo cual no es cierto ya que sólo algunas de ellas alcanzan su máxima capacidad y sólo una parte del tiempo) no quiere decir que nos falte espacio en la ciudad para los coches o que haya más coches que peatones en las ciudades. Tan sólo quiere decir que como sociedad hemos decidido dar una serie de prioridades a un determinado modo de transporte, protagonizado por un determinado perfil de ciudadano. No, definitivamente, hay muchas más personas paseando que coches y es a ellas (que somos todos) a las que hay que prestar atención. Sí, definitivamente, más aceras, por favor.

La foto es clásica y trata de reflejar el espacio requerido por el mismo número de personas según se desplacen en coche particular, en autobús o en bicicleta, Muenster. Gracias a Richard Layman, de Rebuilding place in the urban space he podido encontrar, además, las fotos que realmente quería encontrar, y que me he permitido poner en forma de presentación, cuyo original corresponde al Thomas Jefferson Planning District Commission y que podéis encontrar aquí.

lunes, 15 de junio de 2009

Exportación turística del espacio público

Manuel Saravia publicaba recientemente un oportuno artículo que refleja algunas de las preocupaciones que hemos abordado en este blog en los últimos meses en torno al espacio público, y que él refleja bastante mejor que yo y con más conocimiento de causa. Realmente, con su blog tengo un problema: a veces siento que es mejor que deje de juntar palabras porque ya las dicen mejor en ese blog, otras veces pienso que, ya que no soy arquitecto ni urbanista de formación, lo mejor que podría hacer sería imprimir cada post, tomar apuntes y estudiarlos durante unos cuantos años.

Toda esta disgresión para decir que en el post "Negociar con las manos" el espacio público me ha hecho pensar bastante sobre algunas cosa que apunta relacionada con la privatización de los espacios públicos de encuentro. Voy entendiendo que muchas de las discusiones más interesantes en este blog han tenido que ver con ciertas ciudades (y a estas alturas ya no hace falta decir cuál es la que más interés nos ha despertado) y casi siempre alrededor de las funciones y el uso de los espacios públicos, y siempre con el turismo como catalizador de procesos de desapego social al espacio tradicional. Dice el autor del post:
Y por último se observa igualmente un proceso de transformación acelerada de
espacios urbanos tradicionales, que pasan a dedicarse ahora, preferentemente, al
servicio del turismo, auténtica vaca sagrada de nuestro tiempo. No conocemos
ciudad que no esté inmersa en algún proceso, siempre de cierta envergadura, de
modificación del uso y destino de sus áreas centrales, con la consiguiente
adecuación de uso y de imagen, para que resulte más familiar (o atractiva,
dentro de sus propios cánones) al turista internacional. Desde El Cairo hasta
Dar-es-Salaam, de Oslo a Guayaquil, todos estamos procurando acomodo a ese nuevo vecino ocasional, el turista, que, en sus distintas modalidades, cada vez nos
visita con mayor frecuencia.
Leíamos hace unos días sobre La relación bipolar de los barceloneses con su turismo, un post con muchas impresiones que ya leimos en el libro Odio Barcelona y que surge de la celebración de un nuevo simposio del proyecto Intelligent Coast. En estas mismas fechas, también en Barcelona y en el marco de las actividades de Intelligent Coast, está abierta una exposición que analiza algunas hipótesis de cómo repensar las Ramblas, otro espacio público absolutamente trascendente en la realidad de la ciudad, que en los últimos ha llegado a ser casi un lugar inhóspito para muchos vecinos. ¿Qué es lo que ha pasado y qué podemos hacer?, parece preguntarse la exposición MultiRambles, del Disseny Hub.
¿Es este un proceso de privatización? Pensemos en la Plaza Cataluña (Barcelona), en Picadilly Circus (Londres), el Coliseo o la Plaza San Pedro en Roma, Maccu Picchu (Perú), Champ de Mars (París) la Plaza San Marcos (Venecia), ... En un comentario al post de Saravia me preguntaba -improvisando y sin pensarlo mucho- si estos procesos de reserva o de invasión de los espacios públicos más icónicos (y adyacentes) de muchas ciudades no son tanto un proceso de privatización sino de exportación del territorio: las ciudades que aspiran a vender su producto urbano produce un territorio apropiado para el turismo global y lo exporta a compradores extranjeros a través de los canales de comercialización turística. Un producto, el territorio urbano, que, por las peculiares características físicas del mismo no podemos mover, por lo que es necesario que el acto de consumo del turista se produzca en el lugar de producción, la propia ciudad que produce y vende. La producción de espacios públicos banales le llama Francesc Muñoz, posiblemente me venga de ahí la idea y tan sólo la remezclo a mi manera. Es la necesidad de captar y atraer a esas masas de turistas que varían sus apetencias viajeras buscando siempre la ciudad más atractiva, la ciudad que ofrezca la experiencia vital más intensa. Aquí también hay que estar en el ranking, y diseñar espacios públicos para todos los gustos (para el granjero de Texas y para los abuelos japoneses, para los jóvenes inquietos de Escandinavia y para las familias de la clase alta libanesa, para el jubilado holandés y para la uruguaya viajera, etc.). Espacios fragmentarios de una realidad urbana compleja que el turismo global no da la oportunidad de asumir, una realidad que hacemos posible a partir de espacios monocordes, intercambiables entre una ciudad y otra. La máquina de producción de espacios turísticos se puso en marcha hace tiempo, pero a cambio de hacer más turismo, posiblemente entendemos peor las ciudades a donde viajamos y perdemos también un poco de las ciudades en las que vivimos.

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Foto de Venecia via Suprememark en Deviantart.

lunes, 1 de junio de 2009

Espacio público a escala humana

A veces me preguntan el origen del nombre del blog; normalmente contesto que fue lo que se me ocurrió en aquel momento. Pero otras veces sospecho que me preocupaba algo relacionado con la dimensión y con la función de los espacios que compartimos, y no sabía ponerle nombre o no era muy consciente. En este tiempo voy viendo más claro que todos estos debates sobre la sostenibilidad, sobre un modelo de ciudad amable, cercano a las personas y a escala humana es una cuestión estética.

Porque pasa que sientes que las calles dedican un espacio exagerado para los coches o no lo sientes; pasa que te das cuenta de cómo influyen en el comportamiento social las formas que toma el espacio urbano o no te das cuenta; pasa que te gusta que haya gente en la calle o no te gusta; pasa que quieres que haya gente de todo tipo en la calle o no quieres; pasa que crees que es una oportunidad hacer cosas en la calle o no lo crees. Pasa que tiendes a identificarte con frase como lo pequeño es hermoso, sientes que en lo lento tiene sentido entre tanto ajetreo.

Y a todo esto, por ahora, le llamo estética, un determinado gusto por las cosas, una determinada querencia por valorar unas cosas frente a otras, una determinada propensión a valorar unas cosas frente a otras. Se puede razonar desde criterios de eficiencia, de racionalidad, de utilidad, de justicia social, de ecología, pero creo que en el fondo da igual. Cada uno lleva denro un ADN de gustos estéticos que son claramente ideológicos, una postura -algo inconsciente y aprendida al mismo tiempo-, una forma de ver la vida o, como decía mi profesor de Derecho Política, una weltanschaung (lo siento, para una vez que se me ocurre utilizar este palabro, no me he resistido).

Da igual, el caso es que la mayor parte de las cosas que escribo ya están escritas hace tiempo. Es lo que pasa con Jan Gehl, por ejemplo, autor del libro La humanización del espacio urbano, cuyos trabajos es fácil encontrar si pasas un tiempo explorando las relaciones entre el espacio público y la revitalización de las ciudades. El libro vuelve a plantear urgencias e interrogantes sobre las funciones de la profesión de arquitecto y de urbanista, como ya vimos al hablar de la confusión del urbanismo. ¿Qué hacemos con la vida entre los edificios? Todas esas actividades que realizamos en el espacio público y, mejor, todas esas actividades que no realizamos en el espacio público porque ha sido diseñado para no usarse. Como mucho, para las actividades estrictamente necesarias u obligatorias. Es aquí donde lo que comentaba anteriormente sobre la estética tiene sentido, leyendo una frase del propio Gehl:
"In a Society becoming steadily more privatized with private homes, cars, computers, offices and shopping centers, the public component of our lives is disappearing. It is more and more important to make the cities inviting, so we can meet our fellow citizens face to face and experience directly through our senses. Public life in good quality public spaces is an important part of a democratic life and a full life."
Es una idea de calado, pero la crees o no la crees, es así de sencillo. Hay personas que al leer "more privatized with private homes" no ven ningún problema, no dan un sentido negativo a esta idea. Que cuando leen "the public component of our lives is disappearing" piensan "¿y a mí qué?". Que cuando leen "meet our fellow citizen" piensan "qué pereza" o "de mi fellow nada". Que leen "democratic life" y directamente piensan "ya están estos hippies". Todo esto es lo que el libro trata de explicar desde diversas perspectivas, pero principalmente desde la visión lógica de las cosas. Y esa lógica es la de los sentidos, y cómo se comportan los sentidos según la distancia, la velocidad y el espacio en el que se desenvuelve la vida ciudadana. Por eso incide en actuaciones sobre el plan y el proyecto urbanístico, a escala regional, local o de proyecto, con una baraja de cinco cartas que podría servir de criterio de urgencia para la valoración de la calidad de los espacios públicos:
  • Sin muros
  • Distancias cortas
  • Velocidad baja
  • Un sólo nivel
  • Orientación hacia los demás
Aquí le vemos hablando sobre las características de una ciudad sostenible:

Jan Gehl - 3 qualities of the sustainable city from Sustainable Cities™ on Vimeo.

El espacio dedicado a unos y a otros en la ciudad y la forma que toman son un buen reflejo del imaginario colectivo y el papel de las personas en la ciudad. Un buen ejemplo es este cuadro, fruto de un trabajo de Gehl, en el que se recopila la información sobre el número de personas que a lo largo del día utilizan un determinado espacio, en este caso, las aceras y el asfalto para el tráfico rodado y la conclusión es clara: el doble de personas (andando) tienen disponible un tercio del espacio. ¿De quién es la ciudad? ¿De los coches?

Pero podemos pensar en muchos más elementos: cómo influye la altura de la edificación sobre el espacio a nivel de suelo, el papel del automóvil y las grandes superficies comerciales como inhibidores del encuentro público, la disposición de los bancos, la importancia de diseñar bordes no abruptos en los cambios de uso del espacio, qué lugar ocupan las plazas en el diseño urbanístico, qué esperamos cuando salimos a la calle, etc. Todo ello puede llevar, por ejemplo, a una ciudad a ser una de las 25 mejores ciudades para pasear, y a muchas otras cosas, por supuesto.

Jan Gehl etá actualmente asesorando, por ejemplo, a Nueva York, Sydney, Los Angeles, Melbourne, además de muchos otros trabajos anteriores, aplicando siempre medidas similares y razonables, que Juan Freire sintetizó hace un tiempo y se pueden encontrar aplicadas al caso, por ejemplo, del Upper West Side de New York. En estos temas de la activación del espacio público hay gente trabajando a nivel conceptual y práctico: la aplicación del hardware social a los espacios públicos, la utilización de la implicación artística ciudadana en la revitalización de los espacios urbanos, los espacios públicos híbridos como catalizadores de ciudadanía, el papel de las redes sociales en la definición del nuevo espacio público, el impacto de las políticas de seguridad urbana, la generación de espacios públicos sobre espacios habitados (aquí una propuesta de Andrés Martínez), la apropiación del espacio urbano por irrupción, etc. Y destaca, sin duda, entre lo que he llegado a conocer el Project for Public Spaces, una organización de carácter cívico y autora de manuales tan prácticos como el Streets as places. Using streets to rebuild communities (pdf). En esta msma línea, el gobierno británico ha publicado una guía, World class places. the Government´s strategy for improving quality of place (pdf), que va en la línea de ordenar de forma más humana los espacios de convivencia. Aquí otras referencias de manuales de este tipo.

También conviene recordar otra iniciativa interesante, Livable Streets, que trata de promover diseños urbanos más acordes con el discurso de la sostenibilidad. Precisamente en Ecofactory destacaban cómo la revista Good veía el antes y el después de la aplicación de los principios de ciudades vivibles en una calle en Manhattan:


Buscaremos otro rato para recopilar algunos ejemplos, pero podemos ir avanzándolos en los comentarios.

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Foto de La Defense vía sprawlingplaces

sábado, 4 de abril de 2009

Hiperterritorio: territoriantes y subjetividad de la experiencia urbana

¿Hiperterritorio? Ni idea cómo enfocarlo, la verdad, ni sé muy bien qué podría decir en la sesión. Y además, la agenda me dice que imposible estar para decir nada. Mejor posiblemente, sólo diría tonterías. Las tonterías que escribo en este blog, pero escribir siempre me es más fácil que hablar. Pero desde entonces, desde que tuve que decir que no a participar en la sesión, he tratado de encontrar conexiones en los proyectos en los que estoy implicado y en las cosas que voy leyendo con ese agujero negro que es el hiperterritorio.




Primera escala de conexiones improbables: hiperterritorio y territoriantes. Leyendo Urbanalización, de Francesc Muñoz, me encuentro con el concepto de territoriante y quizá sea una dimensión del hiperterritorio.


Nota al margen. El territoriante como usuario temporal de la ciudad, un habitante a tiempo parcial, un usuario a tiempo parcial de pedazos de ciudad, de pedazos de ciudad. Usuario del lugar físico en el que tiene su hogar, el lugar físico donde trabaja, los lugares físicos por los que se desplaza camino del trabajo, el lugar físico donde transcurre su tiempo de ocio,…Fragmentos de vida en ciudades fragmentadas funcionalmente, fragmentos de vida habitada en diferentes espacios urbanos de los que es usuario transitorio. Todo ello, en metrópolis de tercera generación, donde se van ampliando las poblaciones flotantes de personas que hacen usos intensivos transitorios de partes concretas de la ciudad.


Viajando en la nave de la posmodernidad, nos encontramos con no lugares convertidos en lugares (el cajero automático, lugar nacido para la pura función comercial y transformado en lugar habitado por el mendigo que lo utiliza como refugio y hogar) y con lugares convertidos en no lugares (cualquier centro histórico convertido en souvenir y experiencia turística).


Fragmentos de ciudad que hacen del territorio una experiencia subjetiva; mi ciudad es el territorio que utilizo: una parte concreta de Getxo, unas zonas concretas de Bilbao, la carretera de la ría,…de forma habitual. Otros espacios de forma más esporádica, algunos tan sólo para vacaciones. Vidas estructuradas en un territorio subjetivamente desestructurado.


Conclusión: el hiperterritorio como subjetividad, como capa sobre la que vivimos, como puzzle personal.


Vías abiertas de exploración: ¿importa tanto el territorio físico, la localización? ¿Le añadimos a esa subjetividad la experiencia virtual, el espacio virtual? ¿Soy habitante de otros espacios de conexión virtual?

Lecturas pendientes:
Continurá (necesariamente)...

Imagen vía pAiXAuM.

martes, 23 de diciembre de 2008

Premios Naider. Santiago Cirugeda

El pasado jueves celebramos el cuarto aniversario de Naider en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Este acto es una ocasión para encontrarnos con viejos conocidos, con compañías cotidianas y con próximos acompañantes. Y una ocasión también para reconocer a personas o instituciones de las que nos sentimos cerca, a las que admiramos o a las que queremos apoyar. Son los Premios Naider Acción y Compromiso, que este año hemos dado por segunda vez y que han tenido como premiados en cada una de las tres categorías a los siguientes:

En la discusión sobre posibles candidatos para la tercera categoría, entre los que propuse y apoyé estaba Santiago Cirugeda, finalmente premiado. En su página web podréis encontrar, quienes no le conozcáis, una buena visión de su trabajo, que descansa en modelos teóricos como la Instant City, la autoconstrucción , la creación de lo que llama Situaciones Urbanas como forma de tomar conciencia del compromiso y del papel de la ciudadanía en la ciudad y la búsqueda de soluciones imprevistas.

Santiago no pudo estar presente en el acto por problemas de agenda, así que estuvo la persona que le dice “lo que no puede hacer”, el abogado que busca los resquicios legales en las ordenanzas, decretos y leyes sobre cuyas líneas bordean en muchos casos las actuaciones de Cirugeda. Como tengo algo de jurista, me llama la atención el papel que ocupa este aspecto en su trabajo, ya que es evidente las contradicciones legales que sus intervenciones resaltan, al tiempo que estas mismas intervenciones se asientan en la tridimensionalidad de lo legal, lo alegal y lo ilegal.

Más allá de este esfuerzo por estar al corriente de estos mecanismos legales, la experiencia obtenida con el uso de los mismos ha demostrado que la mayoría están sometidos a la arbitrariedad de los técnicos que interpretan de manera particular las ordenanzas o legislaciones. Hay situaciones en las que la demanda pública de una masa crítica bien organizada es más eficaz que todo un largo y costoso procedimiento legal.. (…) Por otro lado, la lentitud de los procedimientos legales, así como la falta de garantía sobre el resultado de las denuncias o demandas, hacen que insista en el trabajo con diferentes colectivos, que se relacionan en red generando esa masa crítica que consigue encontrar y producir algunas parcelas de libertad. Básicamente se trataba de premiar una forma de mirar la profesión de arquitecto. Una forma peculiar y personal de hacer arquitectura desde parámetros como la experimentación, la unión de disciplinas, la colaboración creativa, la rebeldía, la vocación ciudadana y, sobre todo, un sentido muy afinado de cómo contribuir a la mejora social.
Os dejo el video de la entrevista que le grabaron en Ecosistema Urbano TV:




Con este premio creo que una empresa como Naider hemos intentado premiar una actitud. La actitud de repensar las cosas, de encontrar soluciones sencillas pero rompiendo esquemas también; la actitud de estudiar los límites de los legalmente posible y lo técnicamente viables, y convertirlo en realidad para crear respuestas para los problemas urbanos y las necesidades sociales.

Intuimos, además, que la labor profesional de Santiago, con lo que tiene de cierta transgresión y denuncia social, se sitúa como exponente de un movimiento más amplio de profesionales arquitectos y urbanistas con una sólida vocación cívica y de compromiso ciudadano.


Por cierto, hemos editado también un nuevo volumen de la revista Naider, que incluye la recopilación de los posts aparecidos durante el año en el Ateneo Naider, algunos artículos en profundidad (Incubadoras de empresas: motor de transferencia tecnológica y emprendizaje avanzado; Actualización de la política europea sobre cambio climático y renovables; Bilbao se espala, o la apuesta por al ciencia como motor de desarrollo territorial) y un poco sobre las bases del proyecto Naider, sus gentes y su modelo de desarrollo corporativo. Quien quiera un ejemplar puede pedírmelo o pedirlo directamente a través de la web.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Libro: Postmetróplis. Estudios críticos sobre las ciudades y las regiones

Traficantes de sueños acaba de publicar un nuevo libro, Postmetrópolis. Estudios críticos sobre las ciudades y las regiones, de Edward W. Soja. Se trata de la edición traducida de la versión original en inglés del libro Postmetropolis: critical studies of cities and regions, publicado por Blackwell Publishing en 2000. La edición en castellano se publica bajo licencia CC y se puede descargar el texto completo.

Según los textos de promoción de la editorial:

Postmetrópolis supone uno de los mayores desafíos teóricos realizados hasta el momento a fin de comprender las transformaciones que están dando cuerpo a los mundos urbanos contemporáneos. Sus análisis se deslizan sobre las principales líneas de mutación de la vida urbana: la reordenación económica de las grandes metrópolis, las nuevas formas de organización espacial de estas megaciudades, las dinámicas de polarización y segregación social, la creciente complejidad cultural y étnica de los espacios urbanos, el reforzamiento de los dispositivos de control y la infiltración de las realidades virtuales en la vida cotidiana. Su objetivo sin embargo no se limita a cartografiar, con notable precisión empírica, los artículos de esta nueva constitución metropolitana. Con una perspectiva más ambiciosa, este libro pretende aportar también una amplia revisión de las aproximaciones y enfoques aplicados a los estudios sociales. Un trabajo de valoración y selección crítica que consigue extraer lo que todavía hay de vivo y de actual en el pensamiento crítico espacial. Al fin y al cabo, la pregunta que orienta esta investigación sigue siendo la siguiente: ¿qué tipo de conocimiento es el más eficaz a la hora de afrontar una política a la altura de esta gran transformación urbana?
En Atributos Urbanos, inicativa vinculada al Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, encontramos también un glosario en el que se hace referencia al término. Y aquí también se puede encontrar una extensa crítica del libro.

Con esto va ampliándose el listado de libros a los que hacemos referencia aquí. Tenía pensado hacer una buena compra de libros estas navidades, pero bien pensado, mejor pido a los Reyes Magos o a quien haga falta un poco de tiempo para leer libros que todavía tengo pendientes.

Edward W. Soja
es profesor de la Universidad de California y de la London School of Economics. Su trabajo se ha dirigido principalmente a reconocer la radical novedad de las formas de habitar y experimentar el espacio en las grandes urbes contemporáneas. Estos cambios exigen, a su entender, una revisión igualmente radical de las herramientas y los conceptos geográficos que acabe por otorgar una nueva centralidad a la «dimensión espacial» en el framework de los estudios sociales. E. Soja es además la figura más relevante de lo que se ha dado en llamar la escuela de estudios urbanos críticos de Los Ángeles. Sus principales obras son Postmodern Geographies (1989) y Thirdspace (1996), trilogía completada con el presente volumen.

Del autor no había leido prácticamente nada, escepto un artículo en el número 58 de la Revista Ekonomiaz, "Algunas consideraciones sobre el concepto de ciudades región globales". En dicho artículo -recuerdo- trataba la génesis del nuevo regionalismo en el contexto de la globalización y apuntaba el caso de Los Ángeles como paradigmático para entender los procesos de metropolización de las ciudades región o ciudades globales (caso que desarrolla con más profundidad en Postmetrópolis). Del índice del libro podemos resctar lo que el autor denomina, seis discursos sobre la postmetrópolis:

  • Metrópolis industrial postfordista
  • Cosmópolis
  • Exópolis
  • Ciudad fractal
  • Archipiélago carcelario
  • Simcities


Nota. Hemos coincidido justo en el tiempo con Ecosistema Urbano haciéndonos eco de este libro.

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