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jueves, 12 de mayo de 2016

Smart cities: a quiet revolution

“Looking at the history of technology literally puts us in our place by suggesting that rather than ending time, space, and social relations as we have known them, the rise of cyberspace amounts to just another in a series of interesting, but ultimately banal exercises in the extension of human tools. They are potentially very profound extensions, but not enough to warrant claims about the end of anything, other than the end of a chapter in a seemingly never ending story. Indeed, the history of technology suggests that this would be far from the first time that we have laid claim to the end of history, the end of geography, and the end of politics. Practically every substantial technological change has been accompanied by similar claims. The chant goes on: This changes everything. Nothing will ever be the same again. History is over, again and again and again.”
Vincent Mosco (2004) The digital sublime. Myth, power and cybersapce, MIT Press, Cabridge

The beginning of the XXI century has deployed different technological developments in the urban and their potential for transforming cities today can barely be glimpsed. We are not good at advancing the future, nor at foreseeing the unintended consequences of progress. In any case, we know that all the Internet-based technologies are already the protagonists of urban innovations and the most significant technological advances in the coming years. The internet of the future is the framework for developments related to the Internet of things, cloud computing, big data or sensor technology. Its applications reach all scales, from changes in personal life habits to the transformation of business models in almost any industry. Likewise, any of the features of mobile technology-driven changing habits are eminently urban and shape new patterns in a process of social engineering, and have little to do with traditional habits a couple of decades ago. Lives under this scenario are a continual succession of digital traces from individuals, human groups or entire communities that are captured, stored, processed and exploited, remodelling preferences, customizations and adjustments in real time, while algorithmic regulations and other sorts of black boxes broaden their influence in everyday lives and decisions.

Delivering a Computer in 1957  Photograph via Norfolk Record Office 
These changes are usually presented as a profound revolution. Spectacularization of technology (or, at least, a particular set of technology developments) in the media tends to draw a revolution taking place. However, despite the enormous changes that have led to the panoply of advances associated with the networked society, this transition has been, if not stealthily, at least quiet and peaceful. Faced with the temptation to identify the emergence of the smart city as a new paradigm in urban management and understanding of urban reality, we must recognize that the digital urban layer has been present in academia and thinking about cities for a couple of decades at least. On the other hand, the digital colonization has occurred incrementally and gradually rather than in an explosive way. As individuals, organisations and societies we have incorporated into our daily work, our daily experience, our material means of life and our experienced spaces different devices, quite peacefully and intuitively.

The story of the leapfrog  into the smart city is much less epic than how it is usually depicted, and has more to do with a succession of steady, progressive, incremental and intuitive changes on our habits, conveniences, etc. Frequently, they have physically modified our streets and have transformed our social relations. As such, they have colonized virtually every sphere of our life following a process that began decades ago. It is, therefore, a vibrantly contemporary change. The presence of software in everyday life burst long ago in various fields (air navigation, business organization, financial flows and domestic equipment). This presence is now normal in our pockets, in the public space or public service management. The main jump has derived from the invasive nature of the functions of smart devices, which have individualized capacity intermediating through the network in the most common and even intimate activities of the connected  human life. Of course, this is a massive shift that has equipped us  with new capabilities (big data), through new devices (smartphones) or interfaces (internet of things) and new infrastructure (connectivity, data centers). However, essentially all occurred out of sight, in a diluted form in the sum of small daily acts that hold our existence.

miércoles, 2 de julio de 2014

Tesis. Imaginarios tecnológicos en la ciudad conectada

Como ya he ido comentado alguna vez en el blog, desde hace unos meses estoy trabajando en la tesis doctoral. Viejo proyecto aparcado allá por 2002 tras realizar los cursos de doctorado, con esta nueva fase profesional y personal se abría una oportunidad para tener un aliciente para escribir la tesis. Cosas de los diferentes planes de estudios que ha habido mientras estaba fuera del mundo universitario, ¡qué mejor aliciente que tener el plazo de febrero de 2016 para completarla!

No es una ambición académica. No me interesa nada la carrera académica, entre otras cosas porque estar fuera de ella durante tanto tiempo te convierte en un completo outsider y, esta es mi experiencia e impresión, una vez que estás fuera (y he estado fuera durante doce años), las barreras de entrada son absolutas. Al menos, tal como hemos montado el sistema aquí.

Es más una ambición por tener una excusa para investigar, leer y escribir de manera más organizada. Echo la vista atrás y este blog ha sido una magnífica herramienta para mis investigaciones, siempre de manera intuitiva, desorganizada y poco sistemática. Pero el paso de los años ha ido dejando un poso que quería aprovechar para estructurar mejor algunas cosas. Porque, a pesar de estar fuera de la academia y haberme dedicado a esa cosa genérica llamada consultoría en cualquiera de sus formas, me siento principalmente investigador. Investigador simplemente como resumen de un impulso personal primario: leer y escribir antes de tener una opinión formada (y ni siquiera por tenerla). Investigador artesanal quizá.


Pero también hay una razón más práctica. De la misma forma que no veo razón alguna para aspirar a entrar en la universidad en España, la tesis doctoral es un salvoconducto, un título habilitante, un identificador, un pasaporte. Es así. Te reconocen como doctor o nada. Y en estos meses, en dos momentos la oportunidad de salir a trabajar fuera se ha presentado muy cercana y, entre otras razones, no tener la tesis ha supuesto un obstáculo para algo que tarde o temprano se dará tal como andan las cosas por aquí. De mientras, la tesis es un incentivo, una excusa para construir una rutina de investigación y desarrollar un algo con sentido. Así de anti-académico siento que es el inicio, pero suficientemente estimulante.

Al mismo tiempo, también apostaría ahora a que no la termino, al menos en el plazo previsto. Estoy convencido, pero tengo que auto-engañarme. No importa si no llego. Sólo por el esfuerzo que está suponiendo en forma de producción de textos y de solidificar ideas, ya está valiendo la pena. Pero es cierto que en el día a día, la rutina es difícil de conseguir. Y el tiempo también es escaso entre viajes, proyectos y cuidados. De la misma forma, cambiar el registro a un formato y a un tono académico es casi una tortura, acostumbrado como estoy a formatos más ligeros y menos encorsetados. Por eso también creo que estoy aún en modo muy poco académico y creo que en el fondo, el problema no será el plazo sino simplemente llegar a la conclusión de que “esto no es una tesis doctoral”. Y tampoco importará mucho.

Otra cuestión ha sido elegir el tema de la tesis. Inicialmente aposté por el tema del urbanismo adaptativo y, en concreto, las formas institucionales y normativas de flexibilizar el urbanismo para admitir usos transitorios y otra serie de apropiaciones del espacio y el equipamiento público en desuso. Pero durante el proceso para matricular la tesis –durante el cual, por cierto, descubrí que hasta algo tan simple se puede convertir en una gran aventura en la universidad española si pretendes cambiar de facultad, de estudios de procedencia, etc., hasta el punto de perder un buen tiempo en el intento- he estado centrado en otros temas. En especial, la preparación de dos artículos (Smart cities of the future? It is already happening, but not in the way we are being toldLa desilusión de las smart cities) me llevo a cambiar de idea, sobre todo cuando el último fue tomando unas dimensiones mayores de las esperadas.

Así que definitivamente, desde hace unos meses y posiblemente durante los próximos diez, una buena parte del tiempo irá dedicada a trabajar sobre Imaginarios tecnológicos en la ciudad conectada. Un título aún provisional, pero suficiente para centrar el tema.


El planteamiento de la tesis se basa en la revisión del discurso subyacente en la visión predominante de las smart cities como imaginario tecnológico dominante en la ciudad contemporánea. El objetivo principal es ofrecer un marco de análisis para comprender las preconcepciones que están detrás de esta determinada visión del papel de las tecnologías digitales en las ciudades. Este imaginario discursivo y práctico remite a la eficiencia en el consumo de recursos, la eficiencia en la gestión de los servicios públicos, la automatización y predicción de comportamientos y necesidades o la reducción de la complejidad urbana a una serie de variables críticas, aspectos centrales en la configuración de las políticas urbanas.

El trabajo propone una lectura desde las políticas públicas sobre la inteligencia urbana y el reconocimiento de una utilización de las tecnologías digitales que ya está sucediendo y que no pasa necesariamente por la mediación de las instituciones -ni forma parte de los proyectos de inversión-marketing de las smart cities- pero que ofrece nuevas posibilidades de colaboración y organización colectiva aprovechando las tecnologías en red para construir un imaginario tecnológico cercano a la experiencia cotidiana de la vida en la ciudad.

Percibo que desarrollar un trabajo así fuera de la vida universitaria (con sus congresos, seminarios, publicación de artículos, docencia,…) dificulta mucho las cosas. Las opciones para contrastar con otras personas, para discutir o descubrir nuevas ideas, para encontrar plazos intermedios a través de los cuáles avanzar nuevos textos, disponer de contactos habituales con otros centros de investigación,…son opciones que, sin disponer de ellas, me parecen muy útiles o, al menos, un aliciente para no distraerse y mantener el pulso. Alone in the wilderness. A cambio, supongo que tengo que buscarme mis propios espacios. Las conferencias siempre han sido un buen aliciente, al igual que los artículos que me piden de vez en cuando. En este último caso, el compromiso de aportar un artículo para el próximo número de Arte y políticas de identidad: La ciudad como interfaz: arte, juego y tecnología en el espacio público, es la principal excusa a corto plazo, de manera que el verano, igual que el año pasado, y contra todo pronóstico, se convierte en un periodo productivo para avanzar. También la participación en algunos de los proyectos en los que estoy involucrado (UrbanIxD, Madrid Laboratorio Urbano,…) sirven igualmente no sólo para “quitarme tiempo” para la tesis, sino para poder tener pequeños espacios de relación con otras personas, colectivos, instituciones y profesionales que son inspiración y aliciente para seguir avanzando.

Como aspiración, sí me gustaría que durante los próximos meses encuentre la forma de organizar algún tipo de actividad alrededor de la investigación en forma de seminarios o encuentros de trabajo. De nuevo, algo que intuyo sería mucho más fácil dentro de la universidad, pero no es el caso. En un mundo ideal, sería genial poder contar con un espacio de trabajo y discusión con algunos autores que están influyendo mucho en el avance de la investigación, para poder discutir y avanzar conceptos que estoy trabajando. Pero, de mientras, algunos encuentros como el último para el booksprint del que salió Urban interaction design: towards city-making me van salvando la papeleta. Por supuesto, también está el director de tesis, Imanol Zubero, que me está poniendo todas las facilidades posibles.

En su momento, pensé en abrir un canal de difusión para abrir la investigación. Sin embargo, por economía de tiempo y salud mental, lo he descartado. Al fin y al cabo, para eso ya está este blog y los diferentes canales que lo alimentan (Tumblr, Delicious, Twitter,…). Seguramente por eso el blog últimamente respira mucho este tema y sería complicarme mucho la vida publicar notas de investigación, reseñas de lecturas y demás en un espacio específico. Pero no descarto que aparezcan de forma esporádica en el blog, sobre todo pensando en ir publicando borradores o avances de algunos capítulos, compartiendo bibliografía, etc.

Así que este es el plan.

miércoles, 18 de junio de 2014

Urban Interaction Design - Online Conversation

As a follow-up of Urban Interaction Design: Towards City Making, which meant to be a collaborative effort to set some roots to help understand the emerging field of urban interaction design and turned live some days ago as a book/pamphlet, UrbanIxD have opened an online conversation:

In this book, the eight co-authors, who come from many different backgrounds, establish what they propose as the FOUNDATIONS of urban ixd, and then they point to five TRENDS which they see as central to the field. The five trends are: Amateur Professionals Reshaping Cities, Rethinking City-Making Institutions, Urban Product and Platform Reciprocity, Sharing Tools for Sharing, Designing for Digital Ownership in Cities.
The core tenet is that a confluence of fields is happening out of necessity, and that the trends manifest themselves through activities and people working together. The book uses a wide variety from cities and organizations around the world to draw up a picture of urban ixd. The outcome traces an overall outline of emerging city making practices which in some ways are challenging established urban planning.
Along with Tobias Revell and Han Pham, and hosted by Martin Brynskov, I will be part of the conversation for the next ten days, discussing the character and relevance of the emerging field of urban interaction design. You can follow the conversation as a series of question-responses rounds and let´s see how the experiment works. You can comment or contribute directly on the site as the three of us share our thoughts.

jueves, 12 de junio de 2014

Urban interaction design: towards city making

Ya está disponible la publicación Urban interaction design: towards city making, un esfuerzo colectivo del que he tenido la suerte de tomar parte. Fue a finales de marzo cuando un grupo de ocho personas nos reunimos en Neuhausen (Alemania, en el medio de la nada) con el objetivo de elaborar un texto en cinco días alrededor de las cuestiones que están detrás de la exploración que está llevando a cabo el proyecto UrbanIxD. Siguiendo la metodología booksprint, aplicada en este caso a la investigación en TIC, partíamos de unas premisas básicas:
  • Personas de diferentes disciplinas, recorridos, etc.
  • Ningún tipo de trabajo previo, más allá de conocer el planteamiento general del método, el objetivo (finalizar el encuentro con un texto acabado) y el tema.
  • Cinco días para conceptualizar, debatir, acordar, escribir, refinar, corregir, etc. 
  • Y una ambición básica: producir un material que, bajo estas condiciones de inmediatez e improvisación, pudiera tener sentido como proposición y definición del campo del urban interaction design

La realidad es que, varias semanas después de aquello, el texto hoy sigue teniendo sentido pero es evidente que no puede reflejar los debates, discusiones y desencuentros que formaron parte del proceso colaborativo de desarrollo. De hecho, uno de los argumentos centrales del texto es la convergencia de diferentes disciplinas hacia nuevas prácticas y nuevas maneras de entender los proyectos en el espacio urbano, una mezcla consustancialmente difícil de definir entre los estudio urbanos y sociales, las ciencias de la computación, el activismo, las practicas artísticas, etc. Toda esa amalgama de nuevas formas de acción darían forma a ese urban interaction design que, de hecho, tiene diferentes matices para cada uno de los que participamos en el desarrollo del libro. Pero también cada lector del libro podrá encontrar sus propios matices y desacuerdos con muchos de los planteamientos de texto. Esto es sólo el reflejo de dos cosas: la propia rapidez del método y también la emergencia del tema.

En cualquier caso, caracterizar estas conexiones de nuevas formas de intervención en la ciudad en la sociedad conectada es el objetivo básico del texto, pero además se adentra en una selección parcial de retos en el diseño de proyectos y procesos que faciliten formas de interacción en la ciudad en cualquiera de sus formas. Se trata de la segunda parte del texto y ha resultado ser algo pesada y académica, aunque creo que también tiene mucho valor para entender el potencial de herramientas y métodos que están detrás del  urban interaction design.

Foundations
  • Becoming a Field from Many Traditions
  • Approaches and Methods
  • The City as an Urban Interaction Design Platform
  • Illustrating the Confluence
Trends
  • Amateur Professionals Reshaping Cities
  • Rethinking City-Making Institutions
  • Urban Product and Platform Reciprocity
  • Sharing Tools for Sharing
  • Designing for Digital Ownership in Cities
BS4ICTRSRCH_2013
Más allá del contenido, lo más interesante a destacar es el propio proceso que seguimos. Algo difícil de compartir o explicar. Creo que si llegamos a un final reconocible con un texto acabado (más allá del proceso de edición y diseño que ha venido después), se debe fundamentalmente a un magnífico trabajo de Barbara Rühling y el resto del equipo (Donna, Rachel, Henrik,...). Un modelo de facilitación de las sesiones muy bien equilibrado entre darnos margen para trabajo individual junto con un intenso pero relajado proceso de discusión colectiva y redacción compartida de decenas de versiones sobre prácticamente cada capítulo. Un modelo de facilitación poco intrusivo con los que estábamos echando humo por la cabeza (y por los orrdenadores) pero muy afinado también para evolucionar sin prisas ni stress. Todos los que estuvimos implicados (Juan Carlos Carvajal, Henrik Korsgaard, Manu FernándezIngrid Mulder, Katarzyna Piskorek, Lea Rekow, Martijn de Waal y Martin Brynskov) le debemos mucho a este método.

Total, que aquí está el resultado de este experimento y creo que es un buen material. Es incompleto y refleja muchas dudas que surgieron durante esa semana de marzo. Pero puede ser un punto de encuentro de formas convergentes de actuar en proyectos en la ciudad o, en general, para crear nuevas formas para la vida colectiva.  Para mí al menos, supone un asidero para entender dónde convergen temas que trabajo y que a veces parecen tan desconectados.


How do you describe emerging trends within a forming field? In this book, you will find a distilled conversation, filtered through the collective and embodied practises and experiences of eight diverse individuals. We cannot claim that the result is a perfect representation of the current situation. However, because of the experience, commitment and generosity of the contributors, this book does now exist. We have, in our hands and online, an attempt to characterise and discuss the emerging trends within urban interaction design, freely available for anyone to read, reflect upon and improve.

This book is an effort to explore the newly emerging field of urban interaction design that addresses these issues. In the first part of the book, 'Foundations', we look into its origins. Where do its practitioners come from? How are they working together? What methodologies do they bring to the table? What are the key concepts they are addressing in their work? In the second part of the book named 'Trends', we go into current developments in the networked city and how urban interaction design as a field addresses these. Taken together, these sections will not give the definite definition or overview of this field. But hopefully there's enough in here to convincingly claim that the further development of the field matters.

This publication is the result of the interaction between two projects: the UrbanIxD project, with the subtitle 'Designing Human Interactions in the Networked City', and the Book Sprints for ICT Research project organised by the FLOSS Manuals Foundation.

lunes, 26 de mayo de 2014

Ciudad y tecnología. Participación ciudadana en la sociedad conectada

El viernes pasado tuve la oportunidad de participar en la sesión inicial del curso de verano de la Universidad de Cantabria Nuevas tecnologías y participación ciudadana, un nuevo contexto para la gestión de la ciudad. Planteé la intervención bajo el título Ciudad y tecnología. Participación ciudadana en la sociedad conectada con la idea de hacer una aproximación crítica, realista y constructiva sobre el nuevo escenario de incidencia ciudadana en los asuntos públicos relacionados con la vida urbana.

Hace ya unos cuantos años dediqué mucho tiempo a promover procesos de participación ciudadana en Cantabria (cuando aún el impacto de los nuevos medios digitales era incipiente en los temas de participación ciudadana) y compartí mucho tiempo con Jaime Gutiérrez, el director del curso, así que, casi inconscientemente, durante mi intervención subyacía la pregunta "¿qué hay nuevo en todo esto?". El modelo de intermediación con las instituciones ha cambiado en gran medida. Se han reducido las distancias y disponemos de nuevas formas de relacionarnos con las decisiones públicas impensables antes. Pero, ¿han cambiado las herramientas o han cambiado los principios/valores? Al fin y al cabo, es evidente que en las calles está de manifiesto el descontento social y la desafección democrática de la forma más cruda. Y aquí, como hipótesis, planteo que el cambio está en la transformación cultural de la sociedad conectada, que va progresivamente impregando nuestras formas de hacer y nuestras expectativas sobre lo posible de nuevos conceptos que damos por hecho. Y aquí un recordatorio obligado que hago siempre sobre el wishful thinking.

Se abren nuevos canales para intervenir en nuestra realidad más cercana, para colaborar y también para traspasar los muros de lo que se puede y no se puede hacer. Se amplía, a través de herramientas muy básicas (y también poco críticas y sin capacidad de generar contextos de compromisos más estables), la base de la participación, seguramente a niveles muy simples de información, queja, etc. Pero a partir de ahí, la participación en torno a comunidades y prácticas colaborativas, se va haciendo más sólida, o al menos dispone ahora de nuevas formas de organización. De la participación por representación a la participación con contribución. Menos quién eres y qué representas, y más qué puedes aportar. Menos obsesión por las soluciones/herramientas y más procesos/espacios de cooperación.



jueves, 8 de mayo de 2014

Smart cities. Hacia un relato nuevo de la ciudad en la sociedad digital

(Continuación de Smart cities. ¿Dónde estamos después de estos años?  y Smart cities. Análisis del discurso institucional predominante)

Realizado el análisis discursivo y los principales elementos que definen cómo se ha posicionado el concepto más extendido sobre la ciudad inteligente, corresponde ahora plantear aunque sea de forma breve un relato alternativo que aborde las limitaciones que hemos apuntado y que señale nuevos criterios para abordar el papel de la ciudadanía en la era de la sociedad digital y conectada.

Quizá el primer aspecto a tener en cuenta sea el de evitar la confusión de la smart city como una cuestión que afecta únicamente a los servicios públicos y a las instituciones locales. Aunque, como hemos visto, es evidente que toda la gama de servicios públicos que ofrece un ayuntamiento –y, por extensión, cualquier autoridad pública- encuentra en las soluciones de ciudad inteligente grandes márgenes de mejora hacia la personalización y la optimización de la prestación de los mismos, la ciudad y su funcionamiento no se agotan en el despliegue institucional. Sólo ampliando esta mirada podremos descubrir el potencial para la ciudadanía y el uso significativo que puede hacer de las nuevas herramientas digitales.

Evidentemente, el papel de los gobiernos locales es clave en esta cuestión, pero tiene más que ver con asumir un rol como facilitador que como único impulsor y desarrollador. Por supuesto, como ya hemos apuntado, hay espacios de actuación relacionados con las smart cities en los que la Administración asume necesariamente un papel activo y líder, especialmente en el desarrollo de infraestructuras (de movilidad, de conectividad, de interoperabilidad, de información ciudadana,…), pero ni las ciudades inteligentes se limitan a estos desarrollos y ni siquiera en estos desarrollos los poderes públicos serían los únicos actores.

Otro elemento importante es la necesidad de trascender la tentación de construir como objetivo último sistemas jerárquicos de control como estadio de perfección de las smart cities. De hecho, estos sistemas ya existen de alguna forma, hasta ahora muy vinculados a las áreas de movilidad para el control del tráfico rodado o de los transportes públicos, o a las de seguridad ciudadana a través de la monitorización con cámaras en el espacio público. Proyectos tan aplaudidos como el centro de control de Río de Janeiro no dejan de ser, en el fondo, un catalogo ampliado de monitores y un sistema centralizado que añade información de otros servicios hasta ahora no controlados desde un centro de mandos de este tipo.

FabHub
La verdadera inteligencia de la ciudad está en el casi milagroso orden inestable espontáneo en el que se da la vida en la ciudad. Son las relaciones sociales, las personas, las que generan la inteligencia del funcionamiento de las ciudades. Imperfectas, conflictivas, desastrosas a veces, mejorables siempre. La tecnología sólo facilitará ciertos procesos, y la lógica de la vida colectiva derrotará cualquier intento de implantar sistemas que sobrepasen el nivel necesario de sofisticación. La tecnología que da inteligencia a la ciudad y que hace que las cosas funcionen es invisible y tiene que ver con la diversidad, la confianza recíproca, el encuentro del otro o la capacidad de apropiarse y construir la ciudad de forma conjunta. El determinismo tecnológico chocará irremediablemente con la impredecibilidad y la complejidad de la vida urbana si se imponen las estrategias top-down de sofisticación tecnológica en un momento, además, de dificultades presupuestarias para las entidades locales.

El discurso más establecido a nivel institucional sobre las smart cities se basa fundamentalmente en promesas para un futuro de las ciudades a través del despliegue de tecnologías que están aún por llegar y generarán beneficios sociales en el futuro próximo, mientras la ciudadanía, en buena medida, sólo tiene la opción de esperar a verlos hacerse realidad. Sin embargo, el riesgo de esta lectura futurista estriba en olvidar y no reconocer las prácticas, soluciones y tecnologías que ya están sucediendo, aunque posiblemente fuera de las presentaciones comerciales de las corporaciones tecnológicas o de las planificaciones institucionales hacia la smart city.

En realidad, el gran avance de la amplia esfera de tecnologías digitales y su intersección con la vida urbana estriba en que ya se están desarrollando proyectos de smart cities desde una perspectiva del ciudadano comprometido, sin necesidad de esperar a que otros (gobiernos o empresas) desarrollen esas soluciones. Se trata de iniciativas difíciles de percibir desde las visiones y propuestas top-down que hemos analizado anteriormente, ya que se generan en un modelo distribuido, con menos recursos, de forma menos institucionalizada (con lo que quedan fuera de la espectacularización de las smart cities) y protagonizada por un ecosistema de agentes diferente en buena medida a los que participan de la visión más centrada en la smart city como administración eficiente.

Estas prácticas y procesos de innovación socio-tecnológica tienen una clara vocación de aportación a los retos sociales y democráticos de nuestras sociedades y por ello encuentran en la ciudad su espacio más directo de intervención. En este contexto cobra sentido reconocer el papel de entornos como Medialab Prado en Madrid como ejemplo de laboratorio de innovación colectiva, pero también toma de forma de plataformas de trabajo como Code for America, los diferentes modelos de hackathons y otros procesos de acción colaborativa centrados en impulsar las tecnologías digitales como activos facilitadores de un nuevo rol de la ciudadanía en la ciudad. La smart city se convierte en algo tangible cuando comunidades de usuarios se reúnen para desarrollar con tecnologías abiertas sus propias redes de infraestructuras para el control ambiental (Air Quality Egg, Smart Citizen Kit) o para compartir redes abiertas de conexión compartida (Guifi.net). Las promesas de la smart city cobran sentido ciudadano cuando consiguen pasar del modelo “usuario generador pasivo de datos” que promueven ciertas visiones de la participación digital a un modelo de “usuario creador” de herramientas para resolver problemas y necesidades concretas.

Thingful
De la misma forma, cientos de ciudades en todo el mundo están liberando sus datos públicos posibilitando que desarrolladores y activistas trabajen en proyectos de reutilización del open data. La smart city se transforma entonces en un concepto abierto a la ciudadanía cuando reconocemos cómo se están desarrollando herramientas digitales de diferente tipo para favorecer formas de apropiación tecnológica y de democratización. Las smart cities también son lo que sucede en la intersección del urbanismo y la exploración artística a través de fachadas digitales (Connecting Cities) y otras formas de pensamiento crítico en el espacio público (Urban Prototyping, Etopia) en las que el ciudadano se compromete, crea, organiza y comparte una plataforma común, la ciudad

En último lugar, quedaría por resaltar otro de los elementos que hemos apuntado en el capítulo inicial sobre el riesgo de los discursos despolitizadores del futuro más inmediato de la gestión urbana. Frente a la tentación de creer que las posibilidades de automatización del control y seguimiento de cualquier parámetro de la ciudad nos llevan a un escenario de objetivización de las decisiones sobre los diferentes aspectos de la vida urbana (decisiones sobre políticas de seguridad, de gestión del tráfico, de vivienda, de espacio público, etc.), la realidad es que nada de esto debería sustraer la necesidad del debate público sobre cuestiones cruciales. Sin entrar ni siquiera en las dimensiones más globales sobre el control de internet y todas las dinámicas derivadas (desde el control de la privacidad por parte de los grandes operadores y de los propios gobiernos hasta las resistencias de los diferentes sectores industriales impactados por el cambio en los modelos de negocio), las preguntas y los debates siguen siendo los mismos: ¿para quién son las smart cities?, ¿quién las protagoniza?, ¿quién se queda fuera?, ¿promueven o no la inclusión o son sólo formas sofisticadas de perpetuación de las relaciones de poder establecidas?, ¿cómo salvaguardar lo público?, ¿y cómo salvaguardar lo común?, ¿cómo pueden favorecer modelos estables de implicación y participación ciudadana?

Este texto es la tercera (y última) parte del artículo La desilusión de las smart cities. Está sucediendo, pero no en la forma en la que nos lo han contado, publicado en el número 57 de la Revista Papers.

Artículo completo

sábado, 12 de abril de 2014

Smart cities. Inteligencia al servicio de las personas

Falta un relato de la smart city que ponga sobre la mesa los desafíos sociales y políticos, capaz de hacerse preguntas de modo crítico. Hay que ampliar el concepto para que represente la experiencia de la vida diaria de la ciudadanía.

© Oriol Malet
Tras estos años protagonizando gran parte del debate institucional (en forma de congresos, planes, proyectos piloto, etcétera), la ciudad inteligente no es capaz de explicarse a sí misma de manera comprensible. Pocos conceptos relacionados con la agenda urbana han sido capaces de captar tanta atención en tan poco tiempo y generar tanta confusión para, hoy por hoy, contar casi con tantos descontentos, críticos y escépticos como entusiastas.

Sin duda, el principal éxito de la maquinaria discursiva que ha promovido las smart cities es haberse hecho un hueco en la agenda de las políticas urbanas en un periodo de tiempo muy breve. Sin embargo, aún falta un relato comprensible y cercano para la ciudadanía, que asiste entre la indiferencia y el cansancio a un nuevo lenguaje que los políticos han asumido con sorprendente facilidad como nuevo recurso de comunicación pública. Así lo reconoce Júlia López, responsable de proyectos de la dirección de smart cities del Ayuntamiento de Barcelona, al plantear lo siguiente: “Tiene mucho más sentido hablar de tecnologías de transformación de la ciudad. Se debe justificar muy bien por qué la ciudad dedica tiempo y recursos a las smart cities, enfatizando la voluntad de transformación urbana”.

Como balance provisional, sin desdeñar los proyectos e iniciativas que realmente han conseguido ponerse en marcha, tenemos un gran revuelo en torno al papel de la tecnología en la ciudad y, en paralelo, un gran desconcierto sobre qué significan las smart cities en la vida cotidiana. Al menos así puede ser percibido por quienes se han acercado a esta cuestión y no han sabido encontrar realidades materializables más allá de los grandes conceptos en los que se mueve la narrativa de lo smart. Su génesis es explicada por Paco González (arquitecto en Radarq, profesor de los programas de Gestión de la Ciudad y Urbanismo en la Universitat Oberta de Catalunya): “Es una oferta generada por empresas tecnológicas globales, a la que administraciones y gobiernos municipales responden con estrategias y programas que buscan atraer estas inversiones de capital tecnológico con la intención de desarrollar el sector de la nueva economía de las TIC”.

El desencanto

La principal incógnita es qué papel puede tener la ciudadanía en estas transformaciones, más allá del desencanto ante un relato basado en promesas espectacularizadas a través de renderizados futurísticos, complejos diagramas de servicios urbanos interconectados y un lenguaje técnico muy alejado de la cotidianeidad de la ciudadanía. El discurso subyacente ha situado el foco en las soluciones tecnológicas para automatizar servicios públicos como el transporte, la recogida de residuos, la iluminación, etcétera, y el esfuerzo de explicación ha estado dirigido a convencer a las instituciones de la necesidad de implantar estas soluciones. Pero falta construir un relato de la ciudad inteligente pensada desde el día a día de la ciudadanía, que ponga sobre la mesa los desafíos sociales y políticos y que sea capaz de plantearse preguntas. Paco González se muestra crítico en este sentido: “El modelo es similar al de las grandes infraestructuras de transporte: agentes que generan costes y cambios estructurales que repercuten en la ciudad de la que extraen beneficios, sin involucrar a la ciudadanía en el proceso”.

La vida en las ciudades está cada vez más determinada por las tecnologías digitales. Vivimos en una creciente interacción con objetos, plataformas y dispositivos conectados, muchas veces de manera inconsciente (el rastro digital que dejamos en el Bicing, nuestra imagen captada por una cámara de videovigilancia o el paso de un autobús urbano identificado por un sensor, por ejemplo) y otras de manera más consciente (buscando un lugar a través de la navegación GPS, conectándonos a una red de conexión inalámbrica en una plaza, pagando el estacionamiento, etcétera). Sin embargo, falta abordar críticamente el significado de este rastro digital. En una reciente conferencia en el marco del ciclo Ciudad Abierta, organizado por el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), Evgeny Morozov planteó algunas claves para afrontar una relectura crítica del significado y las consecuencias subyacentes del discurso dominante en torno a las smart cities, apelando a la necesidad de no abandonar la responsabilidad cívica y el espíritu crítico. Aportaciones recientes en forma de libros como los publicados por Adam Greenfield (Against the smart city) o Anthony Townsend (Smart cities. Big data, civic hackers and the quest for a new utopia) suponen asideros a los que agarrarse para construir un modelo democratizador de relación con las tecnologías inteligentes.

Centralización o ciudadano inteligente

Este escenario de una sociedad conectada es el que la smart city parece querer dominar para transformarlo al máximo en un sistema centralizado, automatizado, adaptable y controlado en tiempo real. Por eso el centro de operaciones inteligente de Río de Janeiro se ha convertido en la representación canónica de esta pretensión. ¿No deberíamos esperar algo más que simple eficacia? Al fin y al cabo, hoy disponemos de tecnologías accesibles, baratas y sencillas para crear soluciones de manera autónoma. ¿No deberían formar parte también del relato de la ciudad inteligente? Sobre esta cuestión, el impulso de modelos de desarrollo abiertos es una de las cuestiones críticas para Júlia López, quien reivindica el papel de los ayuntamientos para que los proyectos se diseñen desde “el uso de estándares abiertos no invasivos, que garanticen la privacidad de los ciudadanos al mismo tiempo que homogeneicen soluciones en todas las ciudades del mundo. No tiene sentido que cada ciudad disponga de sus propias soluciones y que estas no sirvan en otros lugares. Las ciudades tienen un rol muy importante en ese sentido frente a las empresas y a los ciudadanos”.

Disponer de estas tecnologías abiertas está impulsando el redescubrimiento de los bienes comunes, el espacio de responsabilidad compartida. La esfera digital se ha instalado de forma sigilosa, pero transformando radicalmente la capacidad social de intervenir en ámbitos como la generación y la distribución de información, la organización de formas de gestión colaborativa, la creación de soluciones tecnológicas para problemas locales o la intermediación en el debate público. Acción colectiva, autoorganización y cocreación son las bases de una mirada social al rol transformador de las tecnologías de la smart city, plasmada a través de proyectos relacionados con la ciencia ciudadana, los laboratorios digitales –en sus diferentes formas de medialabs, hacker spaces, etcétera– o las intervenciones digitales en fachadas y otros elementos de interacción.

La ciudad inteligente no necesita ser convertida en un espectáculo de soluciones mágicas inaccesibles a la ciudadanía, ni en una epopeya hacia el sometimiento a las reglas del control automático. Lo que necesitamos es construir una posición crítica como sociedad, un esfuerzo que, por ejemplo, plantea con ambición la exposición del CCCB “Big Bang Data”, una evidencia de la necesidad de escarbar en la superficie para confrontar el potencial del big data con sus desafíos, peligros y alternativas.

Artículo publicado originalmente en el número 91 de la revista Barcelona Metrópolis

jueves, 10 de abril de 2014

Intelligence at the service of people - New essay (Barcelona Metropolis)

Some months ago I was asked to write a contribution to the new edition of Barcelona Metropolis magazine. This monograph is devoted to smart cities and includes a number of articles with different perspectives exploring the benefits and perils for urban living. Smart cities, technology with people in mind comprises several contributions with a particular focus on Barcelona, but they can be also illustrative of the generic discussions on smart cities:
The whole city on your mobile, by Anna Carrió
Protocols for developing new cities, by Joaquin Elcacho
Not only smart, but a creative talent, by Karma Peiró
Technologies for improving logistics and travels, by Mònica L. Ferrado
Doctor Smart on the phone, by Mònica L. Ferrado
The challenges of Smart Barcelona, by Albert Cuesta
Smart cities with no future?, by Gemma Galdón Clavell
Intelligence at the service of people, by Manu Fernández

As it is introduced:
In a short space of time, the concept of the smart city has ceased to be technological fantasy and has gained a social dimension. Smart has become the inescapable prefix for labelling areas of our lives ranging from transport to health, logistics, phones and waste management. Today a smart city is synonymous with a connected city, conceived for sustainability and energy efficiency, but also oriented towards effective knowledge transmission. Barcelona, Mobile World Capital and promoter of the City Protocol, already occupies fourth position in the 2013 Smart City ranking and stands out as an example of good practice in the field of urban intelligence.
The future of our cities will inevitably be smart, but we cannot ignore the uncertainty hanging over this new world. Smart cities feed on personal data that make each one of our actions valuable information. The crossover of these data opens up new possibilities for synchronising people and improving public services, but it could also become a means of control. At the same time that cross-cutting smart policies are emerging, we hear critics calling for a democratic model for smart technologies.
My article, which is finally entitled Intelligence at the service of people (Spanish version here), tries to set the case for a new understanding and a new narrative on the intersection of digital technologies and urban life in the networked society.

There is a need for a story about the smart city that puts the social and political challenges on the table, and can ask critical questions about our cities. We have to widen the concept so that it can represent the experience of citizens’ daily lives.
After taking centre stage in the institutional debate in recent years (in the form of conferences, plans, pilot projects, etc.), the smart city is still unable to explain itself in a comprehensible way. Few concepts relating to the urban agenda have been able to attract as much attention in such a short time and generate as much confusion, and today there are nearly as many dissidents, critics and sceptics as there are enthusiasts.

Undoubtedly, the main success of the discursive machinery promoting smart cities is having found its way so quickly onto the agenda of urban policies. However, there is still a need for an understandable, user-friendly narrative for the public, who have reacted with a weary indifference to this new language, which politicians have adopted surprisingly easily as a new resource for public communications. This is acknowledged by Júlia López, the head of the Barcelona City Council’s smart cities department, when she suggests that “it makes much more sense to talk about technologies for transforming the city. If the city is going to dedicate time and resources to smart cities, this must be justified very well, with an emphasis on the desire to transform the urban setting.”
A rough assessment of the current situation, without dismissing the projects and initiatives it has really been possible to start up, shows a great deal of fuss about the role of technology in the city, and at the same time a great deal of confusion about what smart cities actually mean for everyday life. At least, this is how it might be perceived by anyone approaching the subject who has not found anything tangible beyond the big-picture concepts driving the narrative of the smart city. Its origins are explained by Paco González (architect at Radarq, lecturer on the Town Management and Urban Planning programmes at the Universitat Oberta de Catalunya): “It is an offer created by global technology companies, and municipal administrations and governments respond to it with strategies and programmes which seek to attract these investments of technological capital, with the intention of developing the new ICT economy.”

Disenchantment
The main unknown quantity is what will be the role of the public in these transformations, beyond their disenchantment with a story based on dazzling promises illustrated with futuristic computer renderings, complex diagrams of interconnected urban services, and a technical language far removed from the everyday experience of the citizen. The underlying discourse has placed the spotlight on technological solutions to automate public services such as transport, rubbish collection, lighting, etc., and explanations have been focused on persuading institutions of the need to implement these solutions. But it is necessary to construct a story of the smart city from the point of view of the everyday lives of the public, which puts social and political challenges on the table, and which can ask questions about itself. Paco González is critical on this question: “The model is similar to that of major infrastructure for transport: players who generate costs and structural changes affecting the city, which they profit from, without involving the citizens in the process.”

Life in cities is increasingly determined by digital technologies. We live in an accelerating state of interaction with connected objects, platforms and devices, sometimes without being aware of it (the digital traces we leave in Bicing, our image captured by a surveillance camera, or a city bus going by which is identified by a sensor, for example) and sometimes more consciously (looking for a place using GPS, connecting to a Wi-Fi network in a square, paying for parking, etc.). However, we lack a critical approach to the meaning of these digital traces. In a recent conference as part of the Open City cycle organised by the Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), Evgeny Morozov suggested some keys for approaching a critical re-reading of the meaning and consequences underlying the dominant discourse about smart cities, appealing to the need not to abandon civic responsibility and the critical spirit. Recent contributions in the form of books such as Adam Greenfield’s Against the Smart City or Anthony Townsend’s Smart Cities: Big Data, Civic Hackers, and the Quest for a New Utopia provide tools we can use for building a democratising model of the relationship with smart technology.

Centralisation or smart citizen
This scenario of a connected society is what the smart city seems to want to master in order to transform it into a totally centralised, automated, adaptable system which can be controlled in real time. That is why the smart Operations Centre of Rio de Janeiro has become the canonical image of this aspiration. Shouldn’t we expect something more than just efficiency? After all, today we all have access to cheap, simple technology enabling us to create our own solutions. Shouldn’t they also form part of the smart city story? On this question, the driving of open development models is one of the critical questions for Júlia López, who defends the role of city councils so that projects can be designed based on “the use of non-invasive open standards, guaranteeing the privacy of citizens while standardising solutions in all the cities in the world. It makes no sense for each city to have its own solutions, which cannot be used in other places. Cities have a very important role in this sense, in relation to companies and to the citizens.”

Having these open technologies is driving the rediscovery of common goods, the space of shared responsibility. The digital sphere has arrived quietly, but radically transforming society’s capacity to intervene in areas such as generating and distributing information, organising forms of collaborative management, creating technological solutions for local problems, or mediating in public debate. Collective action, self-organisation and co-creation are the foundations of a socially-aware approach to the transformational role of smart city technologies, in the form of projects relating to the science of cities, digital laboratories in their different forms of medialabs, hacker spaces, etc., digital interventions on facades and other interactive elements.

The smart city does not need to be made into a spectacle of magical solutions out of reach of the public, or an odyssey towards submission to the rules of automatic control. What we need is to construct a critical position as a society, for example, the ambitious proposals of the CCCB exhibition “Big Bang Data”, evidence of the need to look beyond the surface to confront the potential of big data, with its challenges, dangers and alternatives.

Barcelona Metropolis N. 91 - English edition
Barcelona Metropolis N. 91 - Spanish edition

Images by © Oriol Malet

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