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martes, 30 de enero de 2018

Bherria, explorando nuevas claves en proyectos colaborativos a escala municipal

Oficialmente, lo que decían los materiales de difusión, Bherria es un proyecto de formación/aprendizaje sobre nuevos modelos de relación o colisión en temas como la participación ciudadana, el voluntariado, el activismo y la comunicación. Muchos ingredientes en la coctelera que ya lo hacían suficientemente complejo y, puede, difícil de concretar. Después, la realidad al ponerlo en marcha y vivir durante los últimos meses de 2017 su evolución hace que nos demos cuenta que ha sido otras cosas, o más cosas.


Asier lo ha explicado muy bien; Bherria, en su primera edición, ha sido un encuentro de personas e instituciones que andamos haciéndonos preguntas, buscando nuevos significados a las formas de hacer desde las políticas públicas de cercanía. Con más interrogantes que certezas, algunos han formado parte como participantes de un proceso más o menos clásico de formación (actividades online y encuentros presenciales) pero que en realidad ha tenido mucho más de encuentro. Otros hemos participado como facilitadores o como sea que se llame lo que hemos hecho. Muchas cosas, desde el diseño a la construcción de la plataforma online y sus contenidos, desde un extraordinario esfuerzo por documentar visualmente el proceso hasta una cuidada dedicación a los diferentes encuentros presenciales.

Ahora que el proyecto ha culminado, y mientras vemos qué podemos hacer con todo lo trabajado, es fácil resumir que, al final, Bherria ha sido un camino por las diferentes ágoras temáticas que teníamos previstas: Ágora de Autogestión y Procomún, el Ágora de SmartCitizen y el Ágora de Escucha y Comunicación Digital. Pero puede que sean los intangibles, difíciles de formalizar, los que hayan tenido más valor, o los que no hayamos cubierto suficientemente, o los que merezca la pena trabajar más adelante. Podemos agarrarnos a esa especie de decálogo que ha salido como conclusiones.


Bherria es fruto del esfuerzo de muchas personas, pero sin duda trabajar en equipo con Asier, Arantxa, Asier, Ritxi, Itziar, Ziortza, Raúl,… ha sido una suerte. Mucho curro, muchas urgencias y también mucho mimo, más del que yo he podido poner al encargarme del ágora de sociedad conectada y ciudadanía digital, que partía de la siguiente idea:

En los últimos años, la agenda de políticas públicas urbanas ha ido incorporando diferentes tendencias derivadas de los cambios sociales y culturales que se están produciendo en la sociedad contemporánea. Dentro de estos cambios, la esfera digital ocupa un lugar central. Las ciudades inteligentes aparecen como la realización de un escenario en el que diferentes tecnologías cambian nuestras relaciones personales, la forma en que se organizan y prestan los servicios públicos, las dinámicas de acción social colectiva, etc. ¿Cómo conseguir valor social y comunitario de estas tecnologías?

El recorrido ha implicado cuestionar los escenarios que abre la sociedad digital en materia de participación, de derechos, de hábitos cotidianos y prácticas colectivas. Nada nuevo cuando hablamos de propiedad de los datos, de la capacidad de tener margen de maniobra en el caldo tecnológico, de soberanía tecnológica, de nuevas formas de intervenir en lo público, etc., pero suficiente para poder extraer algunas ideas que han ido surgiendo en los debates y actividades del módulo.



La conversación, el punto de unión de la mayoría de los proyectos que los participantes han trabajado -proyectos o iniciativas concretas que están lanzando o gestionando en sus ayuntamientos- creo que ha sido el de descifrar qué significa hoy participar en un entorno que se ha hecho más complejo: procomún, inteligencia colectiva, autoorganización, esfera digital,...parece que crean nuevas condiciones o expectativas para abrir los proyectos que las instituciones acogen a escala local. Pero, más allá de esto, mi impresión más personal es que los ayuntamientos siguen necesitando respuestas y herramientas mucho más ajustadas a las condiciones con las que trabaja el personal involucrado en todos los proyectos que han circulado alrededor de Bherria (acogida a inmigrantes, políticas de juventud, procesos participativos -muchos, sorprendentemente, vinculados a espacios urbanos desaprovechados-, proyectos de atención social y voluntariado,...). No sé si faltan muchas más herramientas, recursos o capacidades -seguramente sí, todo a la vez- pero en lo que sí ha podido contribuir Bherria es a crear un entorno de colaboración entre los/as participantes, ahí hemos notado que hace falta más encuentro e intercambio entre personas y proyectos que, en el fondo, no están tan solas ante tantas incertidumbres a la hora de lanzar proyectos. En estos meses ha nacido un prototipo que puede servir para esto, ahora es cuestión de conseguir que se consolide algo, de una manera u otra. 

martes, 10 de enero de 2017

Participación ciudadana. Hacia un enfoque creativo

El primer número de 180º, el primer número de una nueva revista que ha lanzado Global CAD, ya está aquí. Tuve la oportunidad de escribir una contribución hace ya unos cuantos meses, en la que abordo cómo se están superando los modelos más tediosos, rígidos e institucionales de la participación ciudadana. Este primer número, titulado Back to Local, tal como lo presenta así Fernando Casado, busca analizar "tendencias alternativas que reflejan un cambio de mentalidad comprometido a cambiar nuestros hábitos: desde nuestros modelos de consumo y producción a la forma en que gestionamos el conocimiento y cómo interactuamos entre nosotros.(...) Ante esta situación, la identidad de barrio ha recuperado su razón de ser, las asociaciones están en el punto de mira y las cooperativas están otra vez de moda. Unidos por la necesidad y respondiendo con creatividad y solidaridad a los retos de un futuro que amenaza con colapsar, los ciudadanos han vuelto a centrarse en ellos mismos, en el vecindario. Han regresado a lo que es local. El terreno de juego para esta revolución es la ciudad, la cual se esfuerza en adaptarse a una ciudadanía que ya no acepta ser representada, sino que solicita y demanda un nuevo modelo de gestión urbana basado en políticas de participación pública con un carácter más inclusivo."

En la revista puedes encontrar contribuciones de Antanas Mockus, Javi Creus, Raons Públiques, Gemma Soles o Lea Rekow, entre otros. Abajo puedes leer mi texto (una traducción ddel original en inglés) y la revista completa la puedes leer aquí.

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La participación de la comunidad en la  planificación urbana empieza a ser urgente.  A pesar de que las sociedades buscan  más acceso a información y transparencia  en las decisiones públicas, se enfrentan muchas veces con sistemas de  planificación oscuros y complejos cuando  se trata de desarrollo urbano. La participación  ciudadana necesita un proceso de  diseño que considere estratégicamente  cómo hacer de sus promesas una realidad.



El mundo en desarrollo está  siendo testigo de unas tasas  de urbanización sin precedentes.  Esto trae aparejada  una necesidad creciente por  generar nuevas herramientas  que ayuden a atender las demandas de las  comunidades a partir de un criterio inclusivo  y creativo que hagan de la planificación  participativa una estrategia de  alto impacto.

El diseño participativo ha ampliado  sus límites durante la última década. Las  encuestas, las audiencias públicas, las reuniones  de espacios abiertos, las consultas,  los diagnósticos participativos, ... eran  parte de las herramientas tradicionales  hace algunos años y siguen siendo lo que visualizamos cuando pensamos en participación.  Salas de reuniones, papeles, pizarras,  post-its y personas que se reúnen  para hablar, debatir, sugerir, dar su consentimiento,  etc. Además, esto se produce  en torno a temas específicos designados  por las autoridades como participativos.  Aunque esta breve descripción puede parecer  demasiado simplista e incluso injusta  dada la amplia gama de técnicas heterogéneas,  enfoques y herramientas, este ha  sido el marco general de la participación pública en las decisiones locales.

Después llegaron las tecnologías en  red y su generalización no sólo cambió  nuestra vida cotidiana, sino también  nuestra forma de pensar y nuestras expectativas.  La externalización abierta  de tareas, la producción entre pares, el intercambio  colaborativo, los bienes y servicios  comunes y otros conceptos e ideas  se están convirtiendo en parte de la forma  en la que entendemos cómo funcionan las  cosas y cómo los proyectos deberían ser  diseñados, gestionados y evaluados en diferentes esferas de la vida, desde el periodismo  y los medios de información hasta  el acceso a la producción cultural y el consumo.  Así que, ¿por qué los gobiernos y las  políticas públicas están tardando tanto  tiempo en adaptar sus procedimientos a la  forma en que vivimos? La respuesta es que  la innovación y el cambio local requieren  profundas mutaciones y liderazgos que  todavía son escasos.
La participación, así como todo tipo  de implicación en asuntos públicos, deben  ser entendidos detalladamente para  evitar las falsas expectativas y el síndrome  de fatiga participativa. Aquí es donde  debemos establecer una diferenciación  crucial, como Thomas J. Lodato abordara perfectamente en su artículo “Tres posturas  sobre el hackeo cívico”. Aunque el  texto está vinculado a un enfoque particular  de la participación cívica, el hackeo  civíco, también puede adaptarse perfectamente  a una visión más amplia de los  procesos participativos. La participación  en, la participación por y la participación  a través, conforman tres marcos diferentes  para entender el nivel de implicación  en asuntos públicos que los procesos particulares  de participación están promoviendo.  Tener esto presente es una forma  de establecer límites, el alcance y la ambición  de cómo se concretará la toma de  decisiones y la participación ciudadana.
Antes de mostrar cómo estas tendencias  están remodelando nuestro conocimiento  sobre el compromiso cívico en políticas  locales, podemos resumir algunos criterios  que aún son relevantes en el diseño de  procesos participativos:

POR QUÉ. DEMOCRACIA Y MEJORES  DECISIONES
La participación comunitaria  en políticas locales y las cuestiones  sociales, por lo general, vienen precedidas  por una respuesta negativa predecible:  “malgasta dinero, tiempo y recursos  que no nos podemos permitir. Hay una necesidad  urgente de tomar una decisión”.  Antes o después, aquellos que pretenden  promover un proceso participativo tendrán  que hacer frente a esta crítica y vale  la pena diseñar un proceso que abarque los  riesgos, el escepticismo y las desventajas.  La participación comunitaria puede suponer  más tiempo hasta que se tome una  decisión, mantener los conflictos paralizados,  implicar una pérdida percibida  de la autoridad de los organismos públicos  o añadir incertidumbre en el proceso  de toma de decisiones. Estas barreras,  entre otras, son problemas potenciales  a los que un diseño deliberado y sensato  puede enfrentarse. La planificación participativa  sin embargo, es más propensa  a producir mejor decisiones respecto al  entorno construido y la gente que lo disfruta.  Estas decisiones en conjunto están  mejor informadas, anticipan conflictos  potenciales, ponen de relieve la legitimidad  de las decisiones públicas, y crean  un sentido de corresponsabilidad en la  creación de los espacios urbanos. Pero, sobre  todo, perfeccionar la participación y  el compromiso cívico es la mejor manera  de adaptar el trabajo institucional y la burocracia a las expectativas crecientes  de las sociedades alrededor del mundo a  expresar su opinión a la hora de dar forma  a su propio entorno.

QUIÉN. TRANSPARENCIA E INCLUSIVIDAD
El principal reto de los proyectos  urbanos tiene que ver con la necesidad de  diseñarlos de un modo transparente e inclusivo,  diferenciando los papeles que los  distintos actores deberían desempeñar en función de su posición. El mapa de actores  involucrados en el proyecto no tiene  que ver con un largo listado de nombres.  El reto crucial es asegurar que desempeñen  su papel de un modo equilibrado  y que definan un conjunto diferente de  herramientas de participación, eventos  y maneras de contribuir de tal forma que  la mayoría de los intereses sociales estén  incluidos. Ciertas herramientas como los  sociogramas -un instrumento que mapea  las interacciones entre los diferentes grupos de personas- o las herramientas  de mapeos de actores son útiles para comprender  el papel que cada actor puede tener  en el proceso y definir la contribución  correcta en cada etapa del proceso. Nos  ayudan a profundizar en las relaciones  dentro de la comunidad y facilitan a los  diseñadores formas para involucrar a los  participantes.

QUÉ. DISEÑO PARA CADA CASO ESPECÍFICO
A pesar de que la planificación  participativa es una rama consolidada y ha  sido utilizada en diferentes áreas de las políticas  públicas, debe tenerse cuidado con  las copias. Existe la tentación de pensar  que lo que funcionó en un lugar podrá ser  implementado de forma mimética en otros.  Por supuesto, gracias a la amplitud de iniciativas  precedentes, las organizaciones  pueden inspirase de ellas, no hay necesidad  de empezar de cero. Los facilitadores  pueden encontrar fácilmente distintas guías, ejemplos inspiradores y consejos  prácticos. Pero una de las recomendaciones  más importantes que los planificadores  comunitarios y los facilitadores de la participación  dan es la adaptación del diseño  para cada proyecto. El diseño caso a caso  es la única manera de iniciar un proceso  que puede variar en función del tema, la  problemática urbana, las circunstancias  sociales, los recursos disponibles, etc.

Teniendo presentes estas primeras  ideas como principios del diseño para garantizar  la incorporación de la conciencia  del contexto a los procesos participativos,  necesitamos integrar una mejor comprensión  de las nuevas necesidades sociales y  expectativas de lo que en realidad llamamos participación. Hubo un tiempo  en el que la planificación participativa  representaba sólo una serie de reuniones  vespertinas aburridas. Probablemente esa  aún sea la principal imagen que visualizamos  a la hora de analizar un proceso  participativo. Las reuniones internas, que  son en realidad una manera muy limitada  para que la gente se involucre, son una  pequeña fracción de las diferentes herramientas  que pueden usarse para despertar  los intereses sociales y las contribuciones.  Aquí es donde la creatividad puede inspirar  a aquellos a cargo del diseño y la facilitación  de procesos, para entender que las  ideas pueden surgir de formas diferentes  y que la implicación en cuestiones locales y comunitarias pueden ser más proactivas:  ¿por qué no hacer ejercicios de dibujo  para incluir las visiones infantiles?, ¿por  qué no contar historias para incluir a las  personas mayores?, ¿por qué no salir de  los espacios cerrados?, ¿por qué no deshacerse  de los papeles y cuestionarios y usar  las paredes u otros formatos para recoger  ideas?, ¿qué hay de transformar físicamente  el espacio que se está discutiendo  para imaginar su uso potencial?, ¿qué pasa  con la participación de otros profesionales  además de arquitectos y urbanistas (artistas,  novelistas, fotógrafos,…) y pensar con una perspectiva diferente alejada de mapas,  ordenanzas y códigos? Llegados a este  punto, podemos mencionar un proyecto  que ilustra bien esta idea, Green My Favela  (Río de Janeiro, Brasil) como forma, entre  otras, de ejemplificar el tipo de programas  orientados a la acción que incluyen en su ADN un enfoque participativo basado en la  apropiación real y creativa de la ciudad. La participación ya no es cuestión de obsesionarse  con la representatividad e invitar  a otros para personalizar los intereses de  individuos o grupos, sino una cuestión de  quién puede aportar y contribuir con sus propias manos.

Los procesos participativos digitales  y los modos de involucrar colectivamente  están impulsando la planificación  comunitaria y la participación ciudadana  en asuntos públicos. Acoger nuevas herramientas digitales (desde las redes  sociales hasta la ciencia ciudadana, las  aplicaciones móviles, el código abierto y  la visualización espacial) han transformado  la forma en la que la participación cívica es diseñada, ampliando el alcance,  las personas involucradas, el tipo de contribuciones  y, en resumen, mejorando la  calidad de la participación comunitaria  en las ciudades. Esto puede tener una función  instrumental (haciendo un mapeo de  lo invisible en comunidades marginales),  pero ha resultado ser también una herramienta  poderosa, como en el caso bien  conocido de Kibera (Nairobi, Kenia), que  impulsa la construcción y el compromiso  de la comunidad.  Las tecnologías cívicas también han  tenido un gran impacto en la facilitación  de proyectos de crowdsourcing que demuestran cómo los ciudadanos pueden  transformar sus ciudades con sus  propias manos. Desde proyectos cívicos  de crowdfunding a través de Spacehive  y otras plataformas que recogen ideas (Change by us, por ejemplo), hasta intervenciones  tácticas para construir ca rriles bici de guerrilla, pasos de cebra,  huertos urbanos y reactivar espacios desocupados.  Todo esto, estas herramientas, proyectos y tendencias nos muestran un  nuevo equilibrio al alza sobre la relación  entre ciudadanos y gobierno. Con respecto  a estos cambios, vale la pena señalar el  criterio de diseño establecido en el documento  Governance for the Future: An  Inventor’s Toolkit, del Institute for the  Future como una buena guía en esos principios  previamente descritos que han  sido renovados mediante la expansión del  movimiento de innovación social. Nuevas  metodologías de implicación y enfoques  están siendo probados para entender  cómo la participación trabaja en una sociedad  interconectada (ver, por ejemplo,  Citizen Canvas).

La tecnología está impulsando la  innovación y la gobernanza no es una excepción.  Las instituciones y sus burocracias  son maquinarias pesadas que tardan  más en adaptarse que la colectividad a las nuevas demandas de sociedades abiertas  y gobernanzas democráticas más profundas.  Como tal, la tecnología es sólo un facilitador  de un cambio en la mentalidad  cultural subyacente. Este cambio está relacionado  con el movimiento colaborativo  y el movimiento de ciudades compartidas  (ver el Sharing Cities Toolkit, por ejemplo)  que es la manifestación de un nuevo  enfoque en la participación: no me digas  que no puedo hacerlo.

lunes, 26 de diciembre de 2016

Towards a creative approach on community engagement

The first issue of 180º, a new magazine by Global CAD, is already here and I am happy I had the chance to contribute with an essay on participatory processes and how to make the best of community engagement. This #1 issue is titled Back to Local, and as Fernando Casado puts it, "it analyses alternative trends reflecting a change of mentality committed to modifying our habits: from our consumer patterns to ways of production, to the manner in which we manage generated knowledge and how we interact with each other. (...) Faced with this situation, neighborhood identity has regained its reason for being, community associations are in the spotlight and cooperatives are again in vogue. United by necessity, and responding with creativity and solidarity to the collapse of a future that, perhaps prematurely, we took as a given, citizens have returned to focus on themselves, on the neighborhood. They have returned to what is local. The playing field for this revolution is the city, which is striving to adapt to a citizenry that no longer allows for being represented, and demands a new model of urban management based on participatory public policies accented by inclusiveness."

You can find contibutions from Antanas Mockus, Javi Creus, Raons Públiques, Gemma Soles or Lea Rekow, among others, and below is my text. The full magazine is here.

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Community engagement in urban planning is becoming a matter of urgency. While societies are seeking more access to information and transparency in public decisions, when it comes to urban development they are most of the time faced with obscure and intricate planning systems. Citizen participation calls for a design process that strategically considers how to make its promises a tangible reality.


The developing world is witnessing an unprecedented rate of urbanisation. This leads to a growing need for a new generation of tools that help address community demands from an inclusive and creative perspective, to make participatory planning a high impact strategy.

Participatory design has broadened its scope in the last decade. Surveys, public hearings, open space meetings, consultations and participatory appraisals were part and parcel of the traditional tool kit, and are still what comes to mind when we think about participation. Meeting rooms, papers, chalkboards, post-its and people gathering to talk, discuss, suggest and consent. This occurs around specific topics designated by authorities as participatory. Though this brief description may seem overly simplistic and even unfair within the wide array of heterogeneous techniques, approaches and tools, such has been the general framework of public participation in local decisions. Then networked technologies arrived and became widespread, and not only changed our everyday life, but also our mindsets and expectations. Crowdsourcing, peer-to-peer production, collaborative sharing, commons and other concepts and ideas are becoming part of the way we understand how things and projects should be designed, managed and evaluated in different spheres of life, from journalism and media information access to cultural production and consumption. So why it is that governments and public policies are taking so long to adapt their procedures to the way we live? Because local innovation and change call for in-depth changes and leadership that are still lacking.

Public participation and involvement in public issues has to be properly understood to avoid false expectations and participation fatigue syndrome. Here is where a crucial differentiation must be made, as Thomas J. Lodato seamlessly addressed in his article ‘Three Positions on Civic Hacking’. Though the text is linked to a particular approach to civic engagement, i.e. civic hacking, it can perfectly apply to our broader outlook on participatory processes. Participation in, participation by and participation through are three different frameworks for understanding the level of engagement in public issues promoted by certain participa tion processes. Keeping this in mind is a way to set the limits, the scope and the ambition of the extent to which decision- making and citizen involvement will take shape.

Before showing how these trends are reshaping our understanding of civic engagement in local policies, we can sum up a number of criteria for designing participatory processes that are still relevant:

WHY? DEMOCRACY AND BETTER CHOICES
Community participation in local policies and social issues usually comes with the predictable backlash: ‘It wastes money, time and resources, which we cannot afford. There is an urgent need to make a decision’. Sooner or later, those seeking to promote a participatory process will have to face this critique, and it is worthwhile to design the process in a way that counters the risks, scepticism and drawbacks. Community engagement may mean more time until a decision is made, may keep conflicts stagnant, may imply a perceived loss in public bodies’ authority, or add uncertainty in the decision- making process. These stumbling blocks, to name but a few, are potential issues that deliberate and sensible designing can cope with. Participatory planning, however, is more likely to yield better decisions as regards the built environment and the beneficiaries. On the whole, these decisions are better informed, anticipate potential conflicts, enhance the legitimacy of public decisions and create a sense of co-responsibility with urban spaces. But, above all, enhancing participation and civic engagement is the best way to adapt institutional work, red tape and bureaucracy to the growing expectations of societies around the world, so that they can have their say in shaping their own environment.

WHO ? OPENNESS AND INCLUSIVENESS 
The main challenge facing participatory urban projects relates to the need for open and inclusive design, and to differentiating the roles various stakeholders should play depending on their position. The map of stakeholders involved in the project does not necessarily have to be a long list of names. The crucial challenge is ensuring that said stakeholders play a balanced role; different set of participatory tools, events and means of contributing are defined so the largest number of social interests are covered. Certain tools such as sociograms– a tool that maps interactions between different groups of people – or stakeholder mapping tools, become very useful for understanding what role each player may have in the process and defining the right contribution everyone can make at every stage of the process. They help you to dive into the relationships within the community and help designers understand how to engage participants in the process.

WHAT ? CASE-SPECIFIC DESIGN 
Though participatory planning is a well-established field and has been used in different public policy areas, beware of copycatting. There is a temptation to expect that what worked in one place can mimetically be implemented in another. Of course, thanks to the extensive background of initiatives, organisations and practices we can draw inspiration from, there is no need to start from scratch. Different manuals, inspiring examples and practical tips for facilitators can easily be found. However, one of the most important pieces of advice community planners and participation facilitators will give you is to approach every project with a new design. Caseby- case design is the only way to establish a process that can vary depending on the topic, urban issue, social circumstances or available resources.

HOW ? SUITABLE TOOLS FOR DIFFERENT GROUPS, NEEDS AND GOALS 
One major misunderstanding about how to design inclusive and democratic participatory processes is to think that everyone should take part in the same way at every stage of the process, whatever the type of project. A well-designed process must be able to dissect the different process stages to determine which agents, organisations and individuals should preferably be involved. This may sound counterintuitive, but here is where the different levels can shed some light. In the early stages of the process, when documentation and the project’s starting point context are crucial, those who can contribute the most differ from those who should be involved in the later stages, when decisions, commitments and implementation choices are key. Defining different tools for different stages is a design principle that can facilitate stakeholder identification at each stage, and help determine when and how every potential participant should take part to provide the optimum input. Here is when inclusiveness is a must.

Bearing in mind these first ideas as design principles to ensure context awareness is incorporated in participatory processes, we need to integrate a better understanding of new societal needs and expectations on what we actually call participation. There was a time when participatory planning just meant a series of boring meetings late in the afternoon. This is probably still the main image that comes to mind when we think there is a participatory process discussing an urban initiative. Discussion meetings, which are in fact a very narrow way to make people engage, are just a small fraction of the different tools we can use to raise social interests and contributions. Here is where creativity can inspire those in charge of designing and facilitating the process, to understand that ideas can flow in many different ways, and involvement in local and community issues can be much more proactive. What about developing exercises to include the perspective of children? What about storytelling to include elderly people? What about getting out of meeting rooms and meeting in open spaces? What about getting rid of paper and questionnaires, and using walls or other supports to collect ideas? What about physically transforming the place under discussion to imagine its potential use? What about involving other pro fessionals apart from architects and urban planners (such as artists, novelists, photographers) and thinking outside the box laden with maps, ordinances and zoning codes? At this point, a good illustrative project can be mentioned, Green My Favela (Rio de Janeiro, Brazil) as a means (among others) of exemplifying the kind of action-oriented projects whose DNA comprises a participatory approach based on real and creative appropriation of the city. Participation is no longer a matter of getting obsessed about representativeness, and inviting others as representative individuals of groups or interests, but a matter of who can bring something to the table and contribute with their own hands. Digitally-enabled participatory processes and ways to collectively engage in urban issues are boosting community planning and citizen involvement in public matters. Embracing new digital tools, from social media to citizen science, from mobile apps to open data and spatial visualisation, have transformed the way civic participation can be designed, broadening the scope, the people involved, the kind of input and, ultimately, enhancing the quality of community engagement in cities. This may have an instrumental role (mapping the invisible in slum communities), but it turns out to be a powerful tool, such as in the very well known case of Kibera (Nairobi, Kenya), for boosting community building and engagement. Civic technologies have also had a huge impact on facilitating crowdsourcing projects that demonstrate how citizens can transform their cities with their own hands. From crowdfunding civic projects via Spacehive and other platforms, to collecting ideas through online platforms (Change by Us, for example), from tactical interventions to building guerrilla bike lanes, crosswalks and urban farms, and activating vacant sites. All these tools, projects and trends show us a new balance on the rise as regards the relationship between citizens and governance. In terms of these changes, it is worthwhile noting the design criteria established in Governance for the Future: An Inventor’s Toolkit, by Institute for the Future as good guidance on how those principles previously described have been renewed by the expanding social innovation movement. New engagement methodologies and approaches are being tested with a broad understanding of how participation works in the networked society (for an example, see Citizen Canvas).

Technology driving innovation and governance is no exception. Institutions and their bureaucracy are heavy machineries that are taking longer than society to adapt to the new demands for open societies and more in-depth democratic governance. As such, technology is only an enabler of an underlying shift in cultural mindset. This change is related to the collaborative and sharing cities movement (see the Sharing Cities Toolkit, for example), which is the manifestation of a new approach to participation: don’t tell me I can’t do it.

viernes, 15 de mayo de 2015

Week picks #24

URBAN DEMOCRACY LAB

Founded in January of 2014, the Urban Democracy Lab is an initiative of the Gallatin School of Individualized Study at New York University whose objective is to provide a space for scholars and practitioners to collaborate and exchange ideas for cultivating just, sustainable, and creative urban futures.  As a “lab,” we invite experimentation, provisional conclusions, and fresh approaches to entrenched urban problems. To ensure broad thinking, we welcome partnerships that bridge traditional disciplinary and institutional boundaries.

Our main areas of interest are:
  • Urban Ecology. The ecology of cities relies as much on human interactions with nature as it does on people’s relationships to one another. We are interested in how the environment and land use are governed, as well as how people can work together to decide upon, design, and influence the spaces in which they live.
  • Economic Equity. Economic equity and inequity exist in every detail of urban life. More often than not, cash and credit, rather than public will, determine who among us has access to resources such as good healthcare, well-maintained and affordable housing, strong schools, green spaces, and even quality groceries—and who of us does not. We examine the ways in which economic power is being redistributed in urban communities and the reverberations of these experiments on democratic participation.
  • Citizenship. The term “citizenship” conjures everything from documentation to civics education to planting a community garden. We think of citizenship in these ways, but also as a category that is constantly being redefined; at times, it is capacious and accessible, and, at other times, brutally restrictive. As national boundaries blur and global interdependencies strengthen, we ask: what does citizenship mean for the 21st century?
  • Arts and the City. One way to measure the vibrancy of a city is to look at what regard it has for the arts. Street art, public sculpture, pop-up galleries, music and dance performances, and museum exhibitions all underline the importance of creative pursuits that bring people together and communicate the variety of individual, urban experiences. We are interested in art that engages the public and invites people to interrogate their surroundings, and celebrate art that opens up greater possibilities for civic dialogue and social justice.
PARTICIPEDIA
Participedia harnesses the power of collaboration to respond to a recent global phenomenon: the rapid development of experiments in new forms of participatory politics and governance around the world.

We live in a world in which citizens of most countries are asking for greater involvement in collective decisions. Many governments, non-governmental organizations, and even some corporations are responding by experimenting with ways to increase public participation.

Hundreds of thousands of participatory processes occur each year in almost every country in the world. They are occurring in a wide variety of political and policy problems. And they often supplement and sometimes compete with more traditional forms of politics, such as representative democracy.

Participedia responds to these developments by providing a low-cost, easy way for hundreds of researchers and practitioners from across the globe to catalogue and compare the performance of participatory political processes.

Practitioners, activists, government officials, and journalists will benefit from Participedia’s searchable database of cases, methods, and organizations, including knowledge about how well processes have worked for similar problems, under similar conditions.

Social scientists, policy analysts, democratic theorists, and other scholars will benefit from access to a dynamic, diverse, and growing source of comparable qualitative and quantitative data. We encourage you to contribute information on case studies, methods and organizations. The more you participate, the more you will appreciate what this site has to offer.

D-CENT

D-CENT is a Europe-wide project creating privacy-aware tools and applications for direct democracy and economic empowerment. Together with the citizens and developers, we are creating a decentralised social networking platform for large-scale collaboration and decision-making.The D-CENT platform is built together with citizens. Pilots running in Finland, Iceland and Spain gather use cases and knowledge from people who have already used online tools for direct democracy on an ad hoc basis. Direct Democracy/Political Empowerment means more direct engagement in democratic decision making.

D-CENT builds on Europe’s largest experiments in direct democracy, showing how millions of citizens can become engaged in deliberation, and decision-making:
  • Spain: 15M citizen movement, one of Europe’s most dynamic social movements
  • Iceland: Citizen Foundation, Better Reykjavik, and Better Iceland participation democracy websites
  • Finland: Open ministry Crowdsourced lawmaking site linked to Parliament
In the second phase of the project, these new approaches to empowerment are connected to economic platforms. Goal is to extend, scale and link up community digital social currencies, and create building blocks for an economy that links exchange to trust, deliberation and collective awareness.

Open, scalable, modular technology
D-CENT will be an open, modular and decentralized platform to build privacy-aware applications. The code-base will be described by open specifications and released under an open source license. Developers will be able to easily write API-based apps plus add new modules. The modular platform enables to share in real-time open data, democratic decision making tools, and digital social currency for the social good. The D-CENT platforms will go beyond data aggregation to enable deliberation and collective judgment, informed by feedback.

CIVIC STACK

¿Qué es Civic Stack?
Civic Stack es el lugar donde juntamos y compartimos herramientas cívicas de distintos países y organizaciones para que puedas adaptarlas y utilizarlas en el lugar donde vivís.

¿Cuál es nuestro objetivo?
Nuestro objetivo es dar un fácil acceso a las herramientas cívicas digitales para que organizaciones activistas puedan incentivar a la participación ciudadana o fortalecer sus procesos organizativos y de toma de decisiones.
Al mismo tiempo, buscamos que las organizaciones que desarrollan tecnología se basen en el trabajo de otros, colaboren con el trabajo de otros, en vez de "reinventar la rueda".
¿Qué información aparece en Civic Stack?
En Civic Stack vas a encontrar información útil sobre cada herramienta (app o web): su objetivo, su alcance, su origen, su repositorio de GitHub. Es crowdsourced data, y las organizaciones pueden crear sus propios perfiles y cargar sus propias herramientas.

En Civic Stack, todas las herramientas que encuentres, y que vas a encontrar siempre, son open source!

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Week picks series features different initiatives and projects I found or want to highlight on this blog. It will help me track new findings from community groups, startups or local governments working and delivering solutions relevant to the issues covered on this blog. I often bookmark them or save them on Tumblr.

lunes, 13 de abril de 2015

El factor humano: urbanismo colaborativo y participativo en las smart cities

A principios de mayo volveré a estar en Barcelona de conferencia, de nuevo en CUIMPB. Será en el curso Nuevas estrategias de evolución urbana: la planificación urbana inteligente, que se celebrará el 4 y 5 de mayo en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB). El título de mi aportación es El factor humano: urbanismo colaborativo y participativo en las smart cities, en el contexto de unos contenidos enfocados a la planificación y a diferentes áreas sectoriales de la ciudad inteligente.
Via
Mi idea, en principio, es aprovechar para hacer un repaso por las nuevas demandas y expectativas de participación en los asuntos públicos, a partir de la idea del paso de la participación por representación a la participación por contribución (gente que hace cosas). Un cambio en el que lo digital, además de como mediación técnica, está implicando un cambio cultural que es el que está ampliando la perspectiva de lo que se espera hacer en la ciudad. Este ensanchamiento toma diferentes formas y proyectos, y los ejemplos que trataré de ilustrar comparten un expectativa de intervención más directa en debates sobre decisiones públicas que dan forma física a la ciudad, en proyectos que transforman materialmente el espacio que habitamos y en iniciativas que trascienden las formas tradicionales de participación otorgada por las instituciones. Así que será un repaso por la piel digital de la ciudad como escenario en el que se asientan nuevas prácticas de acción colectiva, y utilizaré para ello algunos manifiestos relacionados con la idea de smart citizens y también algunas de las ideas que trabajamos en el libro Urban interaction design.

El curso se presenta así:
La competencia entre ciudades para ofrecer a personas y empresas un entorno atractivo donde vivir y desarrollar la actividad económica obliga a los gobiernos locales a avanzar continuamente en la búsqueda de modelos urbanos innovadores y creativos. El impulso de las nuevas tecnologías de la comunicación ha facilitado la aparición de una gran cantidad de proyectos e iniciativas locales de diversa índole, aglutinados bajo el calificativo de inteligentes. Todos estos proyectos se caracterizan por adoptar una óptica integradora de los diversos aspectos que conforman la ciudad con el fin de aportar soluciones inclusivas y sostenibles que incluyen la minimización de riesgos ambientales, la mejora y cohesión social, la movilidad urbana eficiente, la atracción de capital, la promoción de la innovación y el conocimiento, entre otros. Pero lo que les da identidad es el uso estratégico de las plataformas tecnológicas para integrar y gestionar flujos de información, posibilitando que los procesos de toma de decisión de los responsables locales sean más eficientes.
Por su transversalidad, los instrumentos de planificación urbana se convierten en una herramienta esencial para implantar o perfeccionar ciudades inteligentes desde una visión holística del modelo. En este curso nos proponemos examinar algunos de los ámbitos de actuación que inciden más directamente en el diseño, planificación y gestión de políticas locales inteligentes, poniendo en común las experiencias innovadoras que se están implantando en el territorio con el fin de sobresalir en los retos de la sostenibilidad social, económica y ambiental que demanda nuestra sociedad.

lunes, 16 de marzo de 2015

City making: creatividad en el espacio público

La semana pasada estuve en Veracruz (México) en el Foro Iberoamericano de las Ciudades dando una conferencia en una mesa sobre regeneración urbana compartida con Fernando Fernández Alonso  y Aleix Coral. Con sus intervenciones previas, en realidad me di cuenta de que mi aportación se basaba en una provocación (cuestionar si sufrimos de un exceso de planificación en este tipo de intervenciones) y un atrevimiento (hablar de regeneración urbana sin utilizar ningún mapa).


Quería, en realidad, presentar la idea de la regeneración como una estrategia que puede tener una vertiente menos gigantesca. Igual de ambiciosa en términos sociales, pero más descentralizada, más orgánica y más participativa. No como dinámicas contradictorias ni excluyentes, sino como un hecho –se hace regeneración aunque no salga en los mapas- y como práctica más local y pegada al terreno que lo que reflejan las grandes intervenciones de regeneración. Es la idea de la participación por contribución (a falta de mejor término) que manejo últimamente para hacer ver que existe una dinámica más allá de la participación institucionalizada. Es la idea que reflejamos en el libro que elaboramos en el marco de UrbanIxD (de ahí la referencia al city making como contraposición al city planning) Esta debe seguir existiendo en forma de comisiones, consejos asesores, eventos de participación, reuniones,…siempre convocadas o impulsadas desde quienes promueven planes o diseñan las políticas sobre las que toque participar.

Esta participación por invitación es en la que piensan las instituciones públicas cuando, creo, oyen hablar de participación. Y no está mal (pero se puede hacer mucho mejor que como normalmente se hace). Pero sigue faltando algo, y eso traté de presentar. Gente que hace cosas es gente que está participando, tomando parte en la construcción de la ciudad, no en genérico, sino de su ciudad concreta. Así que, en el tiempo que tuve, traté de explicar muy rápido algunas tendencias que permitirían descubrir el renacimiento de prácticas que hacen ciudad con las manos, más una segunda parte con ejemplos, tratando de acomodarme a la previsión inicial que hice sobre lso temas a abordar:

Hacer ciudad es mucho más que hacer urbanismo. La concepción tradicional del urbanismo parece reducir la responsabilidad de dar forma a la ciudad a las instituciones y los agentes implicados en el urbanismo. Sin embargo, las nuevas formas de participación ciudadana y las demandas para ensanchar la capacidad de acción de la ciudadanía están sirviendo como detonante de la emergencia de nuevas prácticas de acción colectiva y creativa en torno a los espacios públicos. Se trata de una renovación urbana de carácter soft, pero con gran impacto social para promover la vida pública en las ciudades.



lunes, 26 de enero de 2015

¿Sirven realmente para algo los hackathons?

Cuanto más tiempo pasa, más consciente soy de que con UrbApps allá en 2012, de manera meramente intutitiva, íbamos por buen camino, en línea con alguno de los primeros textos que apuntaban en el cuestionamiento de los hackathons, como On hackathons and solutionism o Three Problems With Civic Hackathons. Desde entonces, se ha seguido profundizando en esa línea crítica sobre el planteamiento tradicional de los hackathons y sus impactos reales.

TEDxShelburneFalls  (CC BY-NC-ND 2.0)
Estos días estoy leyendo  The Data Revolution: Big Data, Open Data, Data Infrastructures and Their Consequences (un magnífico libro de Rob Kitchin sobre el que próximamente escribiré algo más en el blog) y en él vuelvo a encontrarme mencionados un par de artículos que leí en su momento, You Can’t Just Hack Your Way to Social Change, de Jake Porway  y Hacking the hackathon, de Shauna Gordon-McKeon. Ambos apuntan cosas que estaban detrás de esas primeras inquietudes sobre cómo rediseñar los hackathons. Ahora, todo más consolidado, lo enlazo con ideas como el solucionismo, el eventismo o el fetichismo tecnológico. El segundo de los artículos es especialmente claro sobre algunas de las debilidades de este tipo de eventos: falta de diversidad en el perfil de los participantes, escasa atención al potencial de estas actividades como generadoras de miradas más amplias sobre la cuestión que se aborda, dificultades para mantener los procesos en el tiempo y la escasa conexión con las comunidades locales.

En Hackathons y solucionismo, o por qué importa más el proceso que el resultado ya comenté sobre la falta de diversidad de perfiles involucrados y las debilidades a la hora de enmarcar de forma sólida las preguntas a resolver como dos elementos que suelen estar detrás de la fatiga de los hackathons. Es la fase de ideación y de definición de los problemas donde debería centrarse gran parte del esfuerzo no técnico pero sí conceptualmente valioso para acertar con apps y otras soluciones que supuestamente quieren ser de utilidad. Su enfoque demasiado centrado en cuestiones técnicas y su vinculación a procesos de apertura de datos convierten los resultados de los hackathons en sus diferentes vertientes, la mayoría de las veces, en un listado de páginas de recopilación de datos o en versiones 1.0 con apenas funcionalidad y que sólo en un porcentaje mínimo tienen desarrollos posteriores. Por eso su principal debilidad es la falta de continuidad al estar basados en el voluntarismo y la ausencia de recursos y contextos estables de colaboración que den soporte al antes y, sobre todo, al después de la fase alfa o beta a la que normalmente llegan las aplicaciones desarrolladas en estos eventos. Aquí es donde, por ejemplo, las metodologías de Medialab Prado, de Etopia y tantos otros, no vinculadas a los hackathons en sentido estricto pero sí conexas, ofrecen un entorno apropiado para ello. Esta falta de seguimiento posterior es, sin duda, la causa de la frustración inmediata que pueden generar en los participantes. Por eso también, la documentación de los procesos (y no sólo las especificaciones técnicas) cobran un papel relevante para que los proyectos sean entendibles, se puedan evaluar las decisiones dadas en cada momento, se puedan sumar personas o contribuciones posteriores, etc.

Sin embargo, me interesa más cómo repensar este tipo de actividades desde el punto de vista de quién participa en ellas. Sufren, en primer lugar, de una evidente falta de diversidad, debido fundamentalmente a que su atractivo suele enmarcarse en soluciones técnicas, asunto al que se ven llamados o están en contacto un determinado perfil de personas  (desarrolladores, ingenieros, movimiento del open data, etc.). Además, la presencia de personas, tanto dando soporte como participando propiamente, que tengan un conocimiento amplia de cómo fucnionan "las cosas de la Administración" es fundamental para poder encajar las soluciones derivadas de los hackathons en los procedimientos administrativos, en los procesos de toma de decisiones públicas, en los puntos críticos o cuellos de botella donde la tecnología sí puede marcar la diferencia, etc.

Desde entonces he ido guardando otros artículos que profundizan en esas primeras sensaciones, junto a otros que también analizan su potencial. Bajo un críptico título, The trouble with White hats, de Melissa Gregg and Carl DiSalvo, se esconde un fantástico texto del que extraigo algunas líneas:
Hackathons attempt to imagine and enact a future democratic condition, allowing individuals to contribute to what it might be in the process. Too often though, this potentially profound speculation gets tied to a limited, if not naïve, understanding of politics as the mechanics of government. “What might be” is almost always simply a version of the now — just faster, more efficient, and preferably mobile-enabled.Civic hackathons reflect changes to the nature of work, volunteerism, collectivity, and belonging. The production process is configured to appear friendly, informal, and ad hoc, leading to new kinds of social identities and relationships. At civic hackathons, new ecosystems for innovation, design, micro-manufacturing, and city revitalization are made to cohere in the course of a day or a weekend. 
(...)
Civic hackathons are limited to addressing problems that contain technically actionable solutions. For instance, addressing problems of public-transportation access in communities of need is reduced to the challenge of providing real-time bus data. And the problems each hackathon hopes to solve get readjusted in real time to suit actual conditions and who and what skills are at hand. So whether the bus data is displayed on a mobile device or a visualization will depend not on the community’s need or desire but on what programming languages the coders at the hackathon know. This ad hoc adjustment, which is an inevitable outcome of hackathons’ opportunistic approach to time and skill, parochializes and minimizes the ambition of governance. It rewards pragmatism at the expense of recruiting more representative or ideal protagonists for politics.
TechCrunch Disrupt Europe Hackathon  (CC BY 2.0)
También en Hackathons don´t solve problems encontramos algunas claves interesantes, un texto directamente vinculado con la crítica a la grandilocuencia del solucionismo y el buenismo de la ideología californiana:
They're hard, bordering on intractable, and people are working to solve these problems constantly, spending much more energy and resources than a single hackathon could ever do. There is nothing magical about putting a bunch of technologists and creatives in a room which will suddenly solve disasters, world crises, the economy, or anything else. (…)In short: Hackathons can be fun, they can inspire new ideas, they can break disciplinary boundaries. But if they are "Tech's Answer to Big Problems", we're in trouble.
Sí, tenemos un gran problema si vamos a confiar en la tecnología para solucionar los grandes problemas que tenemos. En realidad, los hackathons y, por extensión, este tipo de prácticas de producción colaborativa, deberían funcionar como excusas para crear formas estables de colaboración y no como explosiones de optimismo productivo. Por un lado, porque la evidencia ya nos dice que los resultados prácticos y el impacto de las "soluciones" que se pueden desarrollar en tan cortos periodos de tiempo son escasos. Así que, seguramente será mejor reducir las expectativas y poner muchos más recursos y entusiasmo en sedimentar -y por eso aquí juega un papel importante el quién y el dónde se promueven- las relaciones de colaboración creadas y el potencial de los proyectos planteados. Por otro lado, porque para ofrecer soluciones, como mencionaba anteriormente, es importante enmarcar bien los problemas y en el caso de los temas que suelen cubrir los hackathons cívicos o urbanos, estos problemas son wicked problems la mayor parte de las veces y es en el proceso de desentrañar su complejidad donde más pueden aportar y aprender los participantes. Más constructivismo y menos tecno-determinismo para afrontar los conflictos políticos que están detrás de los temas urbanos/sociales que los hackathons cívicos suelen afrontar. ahí es donde diferentes metodologías, más basadas en procesos de aprendizaje y de compromiso a largo plazo (Citizen Canvas o Changify, entre muchas otras) pueden aportar mucho más a la hora de favorecer procesos creativos de implicación social en problemáticas concretas.

Bonus tracks. Aquí van otras tres sugerencias relacionadas:

lunes, 10 de noviembre de 2014

Civic engagement in urban development, en Smart City Expo

Este año también estaré en Barcelona en el Smart City Expo World Congress de Barcelona (aquí el programa completo en PDF, con un montón de buenos nombres que aparecen a menudo en este blog). Como el año pasado, estaré de moderador en una sesión titulada esta vez Civic engagement in urban development. Será el martes 18 de noviembre a las 12:15 y este es el planteamiento y los ponentes:

In recent years, the participation of citizens in decision-making processes has become an important issue. Through bottom-up, collaborative and participatory urban development initiatives, these processes are starting to change. Nowadays, there are many projects being developed where the will of residents is playing a major role in the construction and management of the city.

Usman Haque (Umbrellium)
Trained as an architect, Usman is founding partner of Umbrellium and Thingful.net, a search engine for the Internet of Things. Earlier, he launched the Internet of Things data infrastructure and community platform Pachube.com, acquired by LogMeIn in 2011.

Cristina Ampatzidou (University of Amsterdam)
Urbanist, Researcher, Founder & Editor In-chief at Amateur Cities. Embedded researcher for the Amsterdam Hackable Metropolis project

Peter Finnegan (Dublin City Council)
A thought leader on the smart city, Peter is Director of International Relations & Economy in Dublin City. In this position he has played a leading role in the development of Dublin as a Smart City and led on the Digital Masterplan for Dublin.

Dan Getelman (Code for America)
Dan is a software entrepreneur from New York City. As a Code for America Fellow, he helped build Transitmix, a modern mapping tool for transit planners. He also built AddressIQ, which helps reduce emergency room usage. Previously, he co-founded Lore, an ed-tech startup acquired by Noodle in 2013.

Flemming Borreskov (IFHP/DAC)
Flemming is the President of The International Federation for Housing and Planning (IFHP), Chairman of Danish Architecture Centre (DAC) and Special Advisor to UN Global Compact Foundation. He is also founder and President of Catalytic Society.


Si vas a estar por allí, procura pasarte porque creo que puede ser una buena oportunidad de escuchar algunas experiencias y personas (aquí me pongo en plan fan boy de Usman Haque) con perspectiva sobre cómo diseñar procesos y proyectos de implicación social para la ciudad, y con una buena mezcla de visiones. 

lunes, 26 de mayo de 2014

Ciudad y tecnología. Participación ciudadana en la sociedad conectada

El viernes pasado tuve la oportunidad de participar en la sesión inicial del curso de verano de la Universidad de Cantabria Nuevas tecnologías y participación ciudadana, un nuevo contexto para la gestión de la ciudad. Planteé la intervención bajo el título Ciudad y tecnología. Participación ciudadana en la sociedad conectada con la idea de hacer una aproximación crítica, realista y constructiva sobre el nuevo escenario de incidencia ciudadana en los asuntos públicos relacionados con la vida urbana.

Hace ya unos cuantos años dediqué mucho tiempo a promover procesos de participación ciudadana en Cantabria (cuando aún el impacto de los nuevos medios digitales era incipiente en los temas de participación ciudadana) y compartí mucho tiempo con Jaime Gutiérrez, el director del curso, así que, casi inconscientemente, durante mi intervención subyacía la pregunta "¿qué hay nuevo en todo esto?". El modelo de intermediación con las instituciones ha cambiado en gran medida. Se han reducido las distancias y disponemos de nuevas formas de relacionarnos con las decisiones públicas impensables antes. Pero, ¿han cambiado las herramientas o han cambiado los principios/valores? Al fin y al cabo, es evidente que en las calles está de manifiesto el descontento social y la desafección democrática de la forma más cruda. Y aquí, como hipótesis, planteo que el cambio está en la transformación cultural de la sociedad conectada, que va progresivamente impregando nuestras formas de hacer y nuestras expectativas sobre lo posible de nuevos conceptos que damos por hecho. Y aquí un recordatorio obligado que hago siempre sobre el wishful thinking.

Se abren nuevos canales para intervenir en nuestra realidad más cercana, para colaborar y también para traspasar los muros de lo que se puede y no se puede hacer. Se amplía, a través de herramientas muy básicas (y también poco críticas y sin capacidad de generar contextos de compromisos más estables), la base de la participación, seguramente a niveles muy simples de información, queja, etc. Pero a partir de ahí, la participación en torno a comunidades y prácticas colaborativas, se va haciendo más sólida, o al menos dispone ahora de nuevas formas de organización. De la participación por representación a la participación con contribución. Menos quién eres y qué representas, y más qué puedes aportar. Menos obsesión por las soluciones/herramientas y más procesos/espacios de cooperación.



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