miércoles, 30 de enero de 2013

Hackathons y solucionismo, o por qué importa más el proceso que el resultado

Unas notas sobre un debate de hace unas semanas que, de alguna forma, ya aparecía en lo que comentaba en Ya tenemos open data, las preguntas son las mismas en septiembre del año pasado. Ahí apuntaba algunas posiciones de gente activa en el mundo del open data, el internet de las cosas y el desarrollo de aplicaciones móviles, que pedían una postura más crítica ante la tentación de la asepsia del dato. Cuando montamos UrbApps el enfoque, aun sin tener esta perspectiva tan desarrollada, iba en esa línea, y adelantaba un poco el debate que comentaba al principio.

Este surgió a raíz del post de David Sasaki, On hackathons and solutionism en el que, partiendo de la idea de solucionismo que por lo visto aparece en el próximo libro de Evgeny Morozov (el enfant terrible de internet),  To save everything, click here, plantea desde su posición activa en la promoción del open government en América Latina, una crítica al modelo establecido de hackathons y concursos de aplicaciones.  Merece la pena leer el texto y los enlaces que lo acompañan (algunos de ellos ya mencionados en mi artículo de septiembre). De nuevo, sobrevuelan dos ideas con las que intentamos montar UrbApps y que compartí en diciembre en EQUIciuDAD 2012 con la comunicación El valor cívico de las aplicaciones móviles:
  • Por un lado, las aplicaciones que quieren ser significativas para intervenir en problemas urbanos de cualquier tipo necesitan hacerse muchas preguntas antes de centrarse en la solución (el desarrollo de la aplicación). Pero esa presión por el solucionismo, por orientar todo el esfuerzo en el desarrollo técnico y en crear en tiempo record o de forma competitiva aplicaciones que apenas alcanzan masa crítica, puede estar resultando infructuoso.
  • Por otro lado, y derivado de lo anterior, centrar el foco en el desarrollo técnico en este tipo de eventos hace que resulten interesantes únicamente a un determinado perfil de personas, colectivos y organizaciones, centrados evidentemente en el mundo de la programación de aplicaciones. 
Sin embargo, esto hace que se pierdan dos oportunidades quizá mucho más interesantes que la aplicación en sí:
  • La posibilidad de crear contextos de colaboración donde el debate y el análisis previo a la fase de desarrollo creen una mejor comprensión de la complejidad del problema urbano en el que la aplicación quiere intervenir. Cualquiera de las temáticas (residuos, transporte, acceso a recursos, intercambio, espacios públicos,…) tiene aristas que pueden ser fundamentales no sólo para tener una visión más amplia del problema (y, por tanto, facilitar procesos de aprendizaje colectivo) sino también para mejorar los requerimientos técnicos y de diseño de la aplicación (experiencia de usuario, relación de la aplicación con los procedimientos burocráticos, usabilidad, funcionalidades, etc.).
  • La posibilidad, consecuencia de lo anterior, de que estos eventos no sean una actividad fugaz y puntual, sino procesos con valor por sí mismos donde el interés no caiga únicamente en la solución técnica sino en integrar a más perfiles de personas, colectivos y organizaciones a una actividad –la exploración de formas de acción cívica – que se puede beneficiar de una participación más diversa y plural centrada también en la reflexión colectiva.
El valor cívico de las aplicaciones móviles
Manuel Portela dejó hace unas semanas unos apuntes en este sentido y también hay aquí algunas otras notas. David Eaves publicaba en noviembre también un artículo en el que ponía en cuestión esta popularidad de los concursos de aplicaciones cuando se dirigen a afrontar cuestiones sociales o ambientales, dudas que, por otro lado, no son nuevas y que gente como Jake Levitas, de GAFFTAya han trabajado, sobre todo a partir de una de las iniciativas más sugerentes que conozco, Summer of Smart. Creo que son cuestiones muy relevantes para un ámbito que va cogiendo fuerza desde hace un tiempo. Cuando montamos UrbApps, casi sin saberlo, estábamos tratando de promover que el desarrollo de herramientas móviles para la activación cívica sea una excusa y no una solución.

Preparando la intervención de diciembre en EQUIciuDAD recordé una frase con la que quise resumir el planteamiento. Una frase de Jeff Hammerbacher, ex-empleado de Facebook que, refiriéndose en general al mundo de internet de los social media, decía: The best minds of my generation are thinking about how to make people click ads. Todo un lamento sobre la burbuja tecnológica que, al final, desvía gran parte del talento a intentar conseguir que hagamos click en la publicidad digital de cualquier tipo y por cualquier vía. De la misma manera, el interés por desarrollar aplicaciones digitales para intervenir en problemas cívicos o comunitarios puede hacer que nos centremos en crear aplicaciones y que el modelo de participación social que promuevan se base en usuarios haciendo click, usuarios alimentando pasivamente aplicaciones con los datos que suben en forma de “me gusta”, “denuncio”, etc. en lugar de promover un modelo de compromiso activo más allá del click en el que las apps formen parte de estrategias de participación creadoras de vínculos más estables.

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