jueves, 29 de abril de 2010

La carrera del vehículo eléctrico en las ciudades


¿Qué ciudades están dando pasos más decididos para introducir el vehículo eléctrico en sus calles? Veamos diferentes enfoques de incentivación pública.
Por una parte, Londres se ha decidido a ser la capital europea del vehículo eléctrico en unos pocos años, exactamente para 2015, mediante una inversión masiva desde la autoridad de transporte materializada a través de dos concursos públicos que ha convocado recientemente, uno dirigido a la compra de vehículos eléctricos, híbridos y de bajas emisiones de CO2, esperándose la introducción de mil vehículos de transporte colectivo no dependientes del petróleo. El segundo concurso público se dirige a la adquisición de 25.000 puntos de recarga para 2015.
Estocolmo es otra de las grandes capitales europeas decididas a implantar de forma rápida el vehículo eléctrico, al igual que Londres, también a través de un mecanismo marco de contratación pública que incentive e impulse al mismo tiempo la demanda y la oferta de estos vehículos, en el marco de una visión Emission-Free City 2030:


En Canadá es Oak Bay la ciudad que quiere tomar la delantera en esta carrera por ser la primera en poner vehículos eléctricos en las calles, algo que se une a la iniciativa regulatoria que mencionamos hace unos días por la cual Vancouver ha introducido en la normativa urbanística y edificatoria la obligación de que en los desarrollos de viviendas unifamiliares cada vivienda incluya una toma de recarga, así como en el 20% de las plazas de aparcamiento de nuevos desarrollos.

Otro enfoque diferentes es el que ha iniciado París, ciudad que, utilizando como referencia el éxito de su sistema de alquiler de bicicletas, Velib, está impulsando el proyecto Autolib para hacer disponibles en las calles un número de coches -calculado en torno a 3.000- de fácil disposición por parte de los usuarios (sin sistema de registro), con plazas de parking reservadas en toda la ciudad. En otoño está previsto que la ciudad publique el concurso público para la gestión de todo el sistema y a é se han unido ya otros 30 municipios de la aglomeración parisina.
Sao Paulo se ha declarado la primera ciudad de Latinoamérica en situarse en esta carrera, gracias a un acuerdo con Renault-Nissan por el cual ambas partes se comprometen a desarrollar estudios de viabilidad en toda la cadena necesaria para la introducción del vehículo eléctrico.
Por último, hagamos también una pequeña mención al caso de Madrid, que bajo el impulso del Plan Movele del Ministerio de Industria también presenta algunas particularidades reseñables. Entre otras, la firma de un acuerdo con Pamplona para promover conjuntamente el despliegue del vehículo eléctrico en estas dos ciudades y, además, una serie de objetivos cuantitativos para los próximos años: disponer de 41 puntos de recarga en dos espacios de aparcamiento público y algunos privados, reservar dos líneas de minibuses 100% eléctricos, integrar en la flota pública 46 vehículos eléctricos, etc. Todo ello, desde una estrategia público-privada en la que la parte pública cubrirá el 42% del presupuesto (a través de MOVELE y la la Fundación Movilidad) y la parte privada el resto, contando para ello con las aportaciones de Endesa, Iberdrola, Unión Fenosa y ACS Cobra.

Son sólo algunos ejemplos; muchas otras ciudades y territorios están probando diferentes fórmulas de impulso del vehículo eléctrico. Se hace evidente, por ejemplo, cómo en los países donde los poderes locales cuentan con mayor autonomía y capacidad económica las ciudades pueden desarrollar proyectos por sí mismas, frente a otros países, como el nuestro, donde la dependencia de recursos de Administraciones de ámbito superior es imprescindible. Por otro lado, sí que hay un denominador común: la coincidencia en promover estos proyectos desde esquemas de colaboración público-privada. Pocas veces las empresas privadas se han visto en una situación así: unas Administraciones que se han lanzado, empujadas más por la crisis económica que por el interés medioambiental, a la carrera por sacarle partido a un campo emergente y que, al mismo tiempo, necesitan irremediablemente la colaboración de las industrias implicadas en la generación de energía, en su distribución, en la instalación de puntos de recarga, en la mejora de la red eléctrica, en la propia producción de los nuevos vehículos en sí y sus diferentes componentes, etc.

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