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miércoles, 4 de junio de 2014

Espacio Público y Participación Ciudadana (Santander, 30 de julio)

La Universidad Internacional Menéndez Pelayo, en el marco de sus cursos de verano, ha organizado un próximo curso relacionado con la sostenibilidad urbana en el que tendré la oportunidad de participar. Bajo la dirección del Plan Estratégico de Santander y el Banco Interamericano de Desarrollo, tendrá lugar del 28 de julio al 1 de agosto con el siguiente programa:

28 de Julio de 2014  
  • La ciudad como epicentro de desarrollo económico. 
  • El fenómeno de urbanización a nivel global, y el caso de América Latina. 
  • Modelo de planificación para la Sostenibilidad de ciudades del BID 
29 de Julio de 2014 
  • La Sostenibilidad Ambiental y Climática 
30 de Julio de 2014 
  • Espacio público y participación ciudadana 
  • Diseño Urbano, Sostenible e Integral 
  • La movilidad y el desarrollo urbano como elementos de planificación conjunta 
  • El desarrollo de aplicaciones inteligentes para mejorar la gestión integral de ciudades: La Ciudad Inteligente 
31 de Julio de 2014 
  • La Sostenibilidad Fiscal y Gobernabilidad 
  • Financiación de infraestructura 
  • Casos y Experiencias Internacionales 

1 de Agosto de 2014 
  • Visión de los bancos de desarrollo sobre la sostenibilidad de Ciudades 
Yo participaré en la sesión dedicada al espacio público y la participación ciudadana (30 de julio) y estoy empezando a preparar la intervención, así que seguramente en los próximos días iré publicando en el blog las ideas que surjan en el proceso.

Puedes acceder aquí al programa.

martes, 26 de noviembre de 2013

Uso de espacio y modos de transporte

Una nueva variación sobre el mismo tema que ya ha aparecido en el blog en La percepción subjetiva del espacio público. Un ejemplo, Repensando la superficie dedicada al coche o Aparcar en un mundo de petróleo barato. La clásica imagen que compara el espacio ocupado para mover el mismo número de personas según utilicen el vehículo privado o el transporte público. La imagen de abajo la ha publicado la la autoridad regional de transporte de Baden-Wettingen (Suiza).


Visto de otra manera, la infografía de abajo, realizada por el Asian Development Bank, detalla la cantidad de personas que puede mover en una hora un carril de 3,5 metros de ancho en un viario urbano, señalando el nivel de eficiencia en el uso del espacio de diferentes modos de transporte.



sábado, 29 de octubre de 2011

Emerald cities. Sostenibilidad urbana y desarrollo económico


Hace unos días, repasábamos un libro sobre cómo conseguir que estos tiempos de austeridad económica no sean una excusa para dejar de actuar a favor de la sostenibilidad. Este nuevo libro, Emerald cities. Urban Sustainability and Economic Development, escrito por Joan Fitzgerald, puede dar pistas para ser más ambiciosos aún y esperar que sea precisamente la sostenibilidad urbana un motor de desarrollo económico. En ambos casos, los libros prestan especial atención a la cuestión energética como elemento central del funcionamiento de los sistemas urbanos.
Este libro en concreto es un viaje que empieza y termina en Europa, metáfora utilizada por la autora para plantear una de sus principales tesis: Estados Unidos ha perdido en las dos últimas décadas una inicial posición de dominio en el desarrollo tecnológico de las energías renovables frente al impulso de países como Alemania o Suecia. Las ciudades de Freiburg o Estocolmo son casos de referencia en nuestro entorno más cercano en cuanto a políticas de sostenibilidad energética y, sin embargo, parecen estar a años luz de la realidad de las ciudades norteamericanas, ámbito al que se dirige principalmente el libro. La ciudad alemana, en la frontera entre Suiza, Alemania y Francia, es un ejemplo perfecto para explicar la capacidad de movilización de la economía local que tiene una apuesta por la sostenibilidad de larga tradición (desde 1975, con las primeras movilizaciones ante el anuncio de la instalación de una central nuclear) y que ha dado como resultado no sólo una intensa utilización de las energías renovables en la ciudad, sino un poderoso ecosistema local de empresas de alto valor añadido en el mercado de la energía, principalmente solar y de centros de investigación que son ahora mismo punteros. Del mismo modo, Estocolmo es otro buen ejemplo de cómo desde políticas de planificación urbanística, con el ejemplo de Hammarby Sjöstad a la cabeza, se pueden diseñar las ciudades desde nuevos criterios de eficiencia energética y de utilización inteligente de la energía.

Cuando empecé a leer hace ya tiempo sobre el nacimiento de nuevas fuentes de energía, Estados Unidos solía aparecer como uno de los territorios donde mayor impulso tecnológico existía, donde estaban desarrollando los primeros experimentos de implantación a gran escala de energía solar o los estudios más avanzado sobre el hidrógeno. El libro repasa el parón en la inversión de I+D en esta materia a finales del siglo XX y cómo esto no sólo ha sido un lastre para la economía nacional estadounidense, sino que ha dejado huérfanas a muchas ciudades en la lucha por la sostenibilidad. Sin embargo, el libro de Fitzgerald se convierte en una reivindicación de ciudades que, a pesar de que no hayan sido buenos tiempos para las políticas nacionales de lucha contra el cambio climático y las energías renovables en Estados Unidos, han construido un trayecto propio y se han destacado como ejemplos a considerar. Así, se explica con un importante nivel de detalle las actuaciones públicas y privadas en algunas ciudades en diferentes ámbitos como las energías renovables (Austin, Toledo, Cleveland,... ), la eficiencia energética en la edificación (Los Angeles, Milwaukee, Pittsburgh, Syracuse, New York, ), o el transporte (Denver, Los Angeles, Portland, Seattle).
En todos los casos, el análisis se centra en describir la conexión entre estas actuaciones y la capacidad que tienen de generar oportunidades de desarrollo económico a través del impulso tecnológico y la creación de actividad económica en el tejido local, situando el tema de los green jobs o la economía verde en el terreno de lo concreto y lo que las autoridades locales pueden realizar, incluso a contracorriente de las prioridades de los gobiernos nacionales. Se trata den muchos casos, de procesos que no son propios del modelo institucional europeo, pero aún así son valiosos precisamente porque parecen imponerse otras formas de enfrentar las políticas locales a través de formas público-privadas en las que llaman la atención, sobre todo, alianzas de coaliciones de grupos socailes y ecologistas con sectores económicos para poner en marcha mecanismos de incentivación de otros modelos de gestión y producción energética ante la ausencia de decisión por parte de las autoridades públicas.

martes, 8 de febrero de 2011

Un reto global para un mundo urbano


Continuación de La necesidad del debate de la sostenibilidad local.
Pensar en las ciudades sostenibles es, en realidad, un desafío global. En Europa, uno de los continentes más urbanizados, en torno al 75 % de la población vive en zonas urbanas, y se prevé que hacia 2020 la cifra aumentará hasta el 80 %. Como consecuencia de ello la demanda de suelo en las ciudades y sus alrededores es cada vez mayor y, acompañado de ello, el consumo de materiales y recursos y la generación de residuos y emisiones, al ser el estilo de vida urbano altamente consumidor de recursos y difícilmente sostenible. La expansión urbana descontrolada está remodelando los paisajes y afectando a la calidad de vida de las personas y el entorno como nunca antes había ocurrido. Si a principios del siglo XX sólo un 10% de la población mundial vivía en asentamientos urbanos, en 2007 esta cifra superó el 50% y se espera que en el año 2050 un 75% de la población mundial viva en ciudades. Este cambio demográfico tiene, además, perfiles muy diferentes en todo el globo. Las ciudades de mayor crecimiento poblacional previsto para los próximos años están localizadas prácticamente fuera del mundo desarrollado: Lagos, Kinshasa, Jakarta, Karachi, Delhi, Dhaka, Nairobi, Manila, Sao Paulo, Guangzhou, Shanghai, Bangalore y una larga lista de ciudades asiáticas y africanas están viendo crecer ya su población en una tendencia que continuará a lo largo del tiempo. Hoy ya hay más ciudades mayores de un millón de habitantes en China (97) o India (40) que en los Estados Unidos (39), y más en América Latina y el Caribe (57) o África (41) que en Europa (40). El siglo XXI se ha convertido en una era urbana que requiere repensar la forma en que se desarrollarán las ciudades en los próximos años. Cuando el mundo occidental lleva apenas un par de décadas tratando de incorporar el discurso de la sostenibilidad y a duras penas llevarlo a la práctica para sostener el modelo de vida que henos conocido, en diferentes lugares del mundo se está dando un proceso urbanizador de escala y rapidez desconocidas. El caso más paradigmático es el de China. Se prevé que en 2030 más de mil millones de chinos vivirán en ciudades, lo que supone que en los próximos años se creará una nueva Pekín al año, y la mayor parte de este crecimiento urbano sucederá en lo que hoy son pequeñas ciudades y no en las grandes megaciudades ya existentes en el país.
La ciudad es, en cualquier caso, un fabuloso invento, un extraordinario artefacto de vida colectiva que posibilita el avance social. Las ciudades actúan como motores del progreso impulsando la innovación y el avance en temas culturales, intelectuales, educativos y tecnológicos. Actúan como economías de aglomeración al igual que históricamente sirvieron también de espacios de libertad y protección, ofreciendo promesas de prosperidad y progreso a sus habitantes recién llegados y a los ya instalados. Sin embargo, los costes de esta urbanización del mundo son evidentes. Este proceso multiplica en muchas ocasiones las condiciones de desigualdad social y crea problemas por la baja calidad de los asentamientos urbanos. Se trata de la gran contradicción de la vida en la ciudad; como afirmaba el informe State of World Population 2007 de las Naciones Unidas, "ningún país en la era industrial ha conseguido crecimientos económicos significativos sin urbanización. Las ciudades concentran pobreza, pero también representan la principal esperanza para salir de ella".

Las ciudades son sistemas complejos de convivencia y su funcionamiento depende, en términos metabólicos, de la entrada de recursos en forma de materias primas (energía, agua,...) y materiales que son después expulsados en forma de residuos y emisiones. La concentración de actividades y personas, algo tan propio de la vida urbana, genera altas necesidades de transporte para que las personas y las mercancías se muevan, demanda una enorme cantidad de energía para iluminación, calefacción, aire acondicionado, refrigeración,... Siendo muy sintéticos, este es el marco general para entender los problemas de sostenibilidad de las ciudades y a partir de ellos se derivan sus consecuencias en cuanto a agotamiento de recursos -siendo el techo del petróleo el principal riesgo a día de hoy-, el consumo creciente de recursos como el agua, la demanda de mayores necesidades energéticas, el acceso desigualitario a los recursos a nivel global y también a nivel local, etc.
La sostenibilidad se ha transformado, por tanto, en un desafío básicamente urbano y la forma en que pensemos y se diseñen las ciudades del futuro -y, no lo olvidemos, especialmente en los países emergentes- será definitivo para poder asegurar un desarrollo humano sostenible en el futuro. Las principales presiones ambientales sobre el medio ambiente proceden del modo de vida urbano, empujadas por fuerzas motrices (hábitos sociales, demografía, modelo de ocupación del suelo,...) sobre las que la capacidad de actuación no es sencilla desde los gobiernos locales. La necesidad de repensar el funcionamiento de las ciudades se ha convertido en más imperiosa si cabe para poder asegurar la calidad de vida a nivel global. Repensar las ciudades en términos de sostenibilidad es el modelo de referencia más asentado en el que queda fijarnos y su aplicación práctica requiere de una acción decidida y coherente, y utilizando estrategias diversificadas. Nueva York, Tokyo u otras ciudades-globales, que actúan como nodos de la economía global y cuentan con una población relativamente estable y una tendencia de ocupación del suelo que tiende a agotarlo y a ocuparse tomando formas suburbanas en las periferias de los centros urbanos. Lo mismo sucede, a muy grandes rasgos, en las ciudades de nuestro entorno, las grandes capitales europeas, que participan igualmente de la economía global y con dinámicas de ocupación del suelo, de necesidades de transporte y de consumo de recursos y materiales muy inerciales. Diferente es el reto de las ciudades de tamaño medio, que en la actualidad se debaten por poder participar en su propia escala en las dinámicas de intercambio económico y la lucha por participar en la competencia urbana a nivel global, necesitando para ello aportar nuevos crecimientos poblacionales, nuevas necesidades de consumo de suelo, etc. Y, por último, tenemos a todas las "nuevas" ciudades que surgen de la nueva geopolítica urbana, situadas en entornos inestables políticamente, muy desigualitarios a nivel social y que cuentan con escasa capacidad económica para atender la llegada de nueva población, que se asienta en nuevas extensiones urbanas en difíciles condiciones de calidad habitacional.
Todas estas situaciones, descritas de forma muy gruesa, forman parte de un mismo desafío, que tendrá una incidencia fundamental en la calidad de vida de los habitantes de las ciudades y determinará las condiciones de supervivencia del planeta. La expansión económica y la expansión de los medios de transporte han posibilitado que en las últimas décadas la morfología y el funcionamiento de nuestras ciudades haya cambiado sustancialmente, y hemos transitado así hacia un modelo de ocupación del suelo que ha promovido el crecimiento territorial de las áreas metropolitanas españolas, de sus grandes ciudades y también del sistema de ciudades intermedias. En todas estas escalas se ha producido un cambio respecto a la forma tradicional de nuestras ciudades, a través de la extensión de los desarrollos en baja densidad, de la extensión de las segundas residencias en el litoral, la expulsión de los centros urbanos de las funciones comerciales antes bien integradas en los centros y hoy en las periferias urbanas y, por último, de la promoción de desarrollos monofuncionales y diferenciados para las actividades económicas y la vivienda. Como afirmábamos en el inicio del artículo, se trata de un fenómeno que está en el corazón de la crisis económica actual y nos obliga a reflexionarlo en términos de modelo de desarrollo económico sostenible.
Continuará con Buscando un modelo urbano para las ciudades en transición
Foto tomada de Earth Observatory

jueves, 3 de febrero de 2011

Créanlo: “España se consolida como el país más premiado por Naciones Unidas por sus mejores prácticas urbanas”


El titular es confuso, ¿verdad? Léalo en voz alta, igual suena más creíble. No, ¿verdad? Por supuesto, el titular tiene truco, porque hace referencia a los premios recibidos por dos experiencias municipales en el marco del VIII Concurso de Buenas Prácticas de Naciones Unidas-Premio Internacional Dubai 2010. Premiar, premiar, pues sí, será por premios, pero donde pone España habrá que sustituir mejor por los municipios que se han ganado esos premios, todos merecidos. Pero, España, así en genérico, difícil que sea reconocida en el mundo por sus mejores prácticas urbanas.

El catálogo de buenas prácticas urbanas que promueve la ONU es una fenomenal fuente de información para conocer buenos proyectos de desarrollo urbano en todos los niveles (económico, social, ambiental, comunitarios, etc.), pero lo que de verdad hace falta, y en eso España podría aportar muchos casos, es un catálogo de malas prácticas urbanas. El origen del titular optimista del año es el Ministerio de Fomento, que se felicita así de que España siga contando a lo largo de las diferentes ediciones del premio con casos reconocidos por su ejemplaridad; en el caso de la edición de 2010, el ayuntamiento de Barcelona y su Agenda 21 Escolar y Noain y su Plan de Lucha contra el Cambio Climático. Explicado así el dichoso titular, la cosa tiene algo más de sentido. ¿O no?

Imagen tomada de soonerpa en Flickr bajo licencia CC BY-NC-ND 2.0

martes, 1 de febrero de 2011

Libro. The principles of green urbanism. Transforming the city for sustainability


The principles of green urbanism. Transforming the city for sustainability está escrito por Steffen Lehman, UNESCO Chair in Sustainable Urban Development for Asia and the Pacific y también fundador del s_Lab Space Observatory, y representa uno de los mejores compendios que se puede encontrar sobre estrategias y tácticas de sostenibilidad urbana. Una obra extensa, principalmente porque contiene un largo capítulo (que desentona un poco, pero que responde al contexto en el que se escribe el libro, fruto de una exposición y los trabajos de diseño urbano que lleva a cabo el escritor con una serie de alumnos) dedicado a exponer propuestas de renovación urbana en Newcastle (Australia), con profusión de gráficos y ejemplos ilustrativos de intervenciones urbanas en todo el mundo. Los contenidos a veces no parecen bien estructurados pero, más allá de esto, el libro consigue repasar la mayor parte de las propuestas de urbanismo sostenible, con una especial dedicación a la cuestión energética que, hoy en día, está ya consolidada como el gran problema de las ciudades.

De entre todos los contenidos podemos resaltar un listado de más de cien nombres de personas destacadas en la teoría y práctica del urbanismo sostenible, tarea complicada y subjetiva necesariamente, pero curiosa al menos para quien quiera encontrar referencias que seguir. Pero, sobre todo, destacaría del libro la gran cantidad de casos y ejemplos que ofrece, recogiendo escalas diferentes y, sobre todo, realidades muy diferentes, algo en lo que muchas veces fallan este tipo de recopilaciones, demasiado centradas en los proyectos de maquetas espectaculares, de firmas reconocibles, o de atracción mediática. India y China ocupaban buena parte del libro, posiblemente, debido a los intereses de la investigación del autor, pero también, indudablemente, porque cada uno a su manera, son los dos países que van a marcar el futuro del mundo en muchos aspectos, no sólo de calidad de vida urbana sino de la economía en general. También resultan de interés, para alguien con tendencia a ser demasiado metódico como yo, otras partes del libro donde se repasa el surgimiento de la idea de la ciudad sostenible, su recorrido teórico histórico y las propuestas utópicas que siempre han acompañado a las diferentes teorías o, mejor, variaciones del mismo tema. Siempre reconforta un poco volver a ejercitar la memoria y recorrer la historia a través de nombres y propuestas en tiempos de fugacidad.
Ya he escrito varias veces que lo de las eco-ciudades no me convence, no cuela. Lo que toca es rehabilitar, un gran proceso de reconversión urbana. Ningún edificio nuevo va a conseguir ahorrar energía. Materialmente imposible. En esto, el libro no cae en la trampa, y aunque sí aparecen los inevitables ejemplos de Masdar, BedZED o Hammarby Sjöstad (junto a varios más, lo que vuelve a constituir una buena recopilación de casos bien descritos con abundancia de detalles), el tema central es la necesidad de reconvertir la ciudad construida. Al contrario, creo que el libro descansa sobre la idea central de la regeneración urbana a diferentes escalas, tanto urbanística como arquitectónica. Sobre esta cuestión, además de una importante colección de principios, el libro recoge un buen catálogo de propuestas de eficiencia energética en edificios, de transporte urbano, de soluciones tecnológicas vía smart grids o de nuevos materiales para la construcción e, incluso, de iniciativas de recuperación temporal de espacios públicos, infraestructuras y equipamientos, un tema fundamental. Aquí añado dos iniciativas que no conocía que sumo a otras que ya hemos visto por aquí en los últimos meses (locales y centros comerciales, principalmente) como son Back to the city y Renew Newcastle, desarrolladas ya a finales de la década pasada. Para quien esté interesado en estrategias de reapropiación colectiva y reutilización de la ciudad puede investigar un poco más.

miércoles, 19 de enero de 2011

La necesidad del debate de la sostenibilidad local


Como mencioné hace unos días, voy a publicar por partes el artículo que escribí para la Revista VIA, Las ciudades, núcleo duro de la sostenibilidad en el futuro. Aquí va el capítulo inicial en el que trato de recoger algunas ideas sobre por qué la escala local tiene tanta incidencia en el debate sobre la sostenibilidad. Continuará....
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El estudio crítico de la ciudad como problema no es algo nuevo relacionado con la emergencia de las teorías del desarrollo humano sostenible a partir de las cuáles se ha definido el discurso de la insostenibilidad del modelo de vida urbano. De hecho, se trata de una preocupación existente desde que las ciudades existen y ya en la Roma imperial hubo de atenderse a los problemas de higiene relacionados con la vida en común en una gran urbe. El concepto de sostenibilidad ha venido a sofisticar un análisis que siempre ha existido, dotándolo, por supuesto, de mayor rigor y conocimiento científico, de nuevos criterios y, sobre todo, de una visión más integral sobre el desarrollo humano. La ciudad sostenible es una nueva utopía, pero conviene recordar que históricamente -y sólo nos referiremos a la Historia más cercana- se han planteado diferentes modelos que trataban de ofrecer una utopía urbana: la teoría general de la urbanización de Ildefonso Cerdá, la ciudad lineal de Arturo Soria, la ciudad jardín de Ebenezer Howard, la ciudad orgánica de Patrick Geddes y Lewis Mumford, la ciudad social de Jane Jacobs, etc. Con todas estas teorías, y muchas otras no mencionadas, se ha buscado dar respuesta a las dificultades de encontrar un equilibrio entre la vida urbana y su tendencia a generar problemas sociales y ambientales. Esta cuestión es la que subyace, también, en la discusión sobre la ciudad sostenible.
Abordar la sostenibilidad del modelo urbano dominante en la actualidad es hacer frente también a la coyuntura económica y social que atravesamos a finales de 2010. El paradigma de crecimiento que ha vivido nuestro país en los últimos años ha descansado, en buena medida, sobre las bases territoriales de ocupación del suelo y sobre el sistema de financiación municipal, dos elementos presentes en cualquier reflexión sobre el origen de la crisis económica actual. El modelo de crecimiento se ha agotado porque, mientras podía sostenerse en base a las bondades económicas que ha generado el sector de la construcción, la pregunta sobre la sostenibilidad del modelo urbano parecía una excentricidad de los aguafiestas que querían poner en duda el éxito de un crecimiento que parecía no agotarse. Pero la fiesta terminó y ahora que la excusa del crecimiento ya no existe, se presenta más claro el pasivo ambiental, social y económico que ha dejado el proceso urbanizador en la mayor parte de nuestro territorio y en nuestra economía. Así que, bien por profundo convencimiento sobre la necesidad de abordar el debate de la sostenibilidad urbana, o bien simplemente porque tenemos la obligación de repensar las ciudades y la gestión urbana en tiempos de incertidumbre económica, la pregunta es absolutamente necesaria: ¿Qué modelo de ciudad queremos?
La sostenibilidad ha sido uno de los conceptos que han emergido en las últimas décadas con más fuerza y, sin embargo, aún sigue siendo controvertida su definición teórica y su aplicación práctica. La definición teórica se enfrenta a la complejidad de incluir en una sola enunciación un concepto que tiene el potencial de convertirse en un nuevo paradigma para entender el desarrollo social de la vida en la Tierra, incluyendo variables económicas, ambientales, sociales, culturales y éticas. Se suele aceptar 1987 como la fecha del nacimiento oficial del término desarrollo sostenible, con ocasión de la publicación del informe de la Comisión Brundtland pero desde entonces la literatura ha desarrollado una ingente cantidad de análisis tratando de encontrar las relaciones entre esas variables, la predominancia o no de unas sobre otras y la forma de medirla. Por su parte, la aplicación práctica a escala local se ha enfrentado a indudables problemas de liderazgo, de incapacidad para romper las dinámicas tradicionales, de incoherencia entre los discursos y las acciones reales de agentes públicos y privados y, en último término, de utilización interesada y meramente discursiva del término. Hemos asistido en estos años, en realidad, a una aplicación contradictoria del paradigma de la sostenibilidad porque, a pesar de que muchas políticas y discursos urbanos se han realizado en su nombre, la realidad ha demostrado que las ciudades se ha convertido en el principal origen de las presiones ambientales.
El papel de las ciudades en el compromiso por el desarrollo sostenible tardó en identificarse. Inicialmente el debate puso su acento sobre los problemas globales (pérdida de biodiversidad, desertificación y deforestación, reducción de la capa de ozono, contaminación atmosférica, calentamiento global, etc.) y se buscaban respuestas desde las instituciones globales. En la Cumbre de Río en 1992 por primera vez se identificó de forma nítida la necesidad de actuar a nivel de los gobiernos locales. Fue el origen del movimiento de las Agendas 21 Locales, un instrumento nacido como una gran promesa y que con el tiempo ha envejecido mal. De alguna forma, la suma de acciones locales -a pesar del impresionante número de ciudades y pueblos que han puesto en marcha estos mecanismos, con mayor o menor nivel de compromiso- no ha llevado a una transformación radical del modelo de desarrollo. Al contrario, las fuerzas motrices que empujan el funcionamiento económico han resultado ser mucho más pesadas y difíciles de mover.
Estas dudas obligan a reflexionar sobre la capacidad real del ámbito local para intervenir en los aspectos clave de la sostenibilidad o, mejor, en el núcleo duro de la insostenibilidad. Desde luego, es evidente que estamos en un contexto de repolitización de lo local y las entidades locales son, sin duda, un agente importante para generar un cambio de tendencia y para llegar al ciudadano y a los hábitos de consumo. Y, en cierta forma, muchos de ellos están haciendo sus deberes, al menos en aquellos elementos en los que pueden intervenir (gestión de residuos sólidos urbanos, sensibilización ciudadana, protección de espacios verdes, etc.), pero parece complicado que la suma de decisiones individuales de los municipios más comprometidos pueda implicar un cambio en los grandes factores de la insostenibilidad: transporte de personas y mercancías, generación de residuos, consumo de recursos naturales (agua, principalmente), ocupación de suelo, emisión de gases de efecto invernadero, etc...

martes, 11 de enero de 2011

¿Qué contenidos tendrá la Ley de Calidad y Sostenibilidad del Medio Urbano?


La Secretaría de Estado de Vivienda y Actuaciones Urbanas ha anunciado que están trabajando en la elaboración de la Ley de Calidad y Sostenibilidad del Medio Urbano, prevista para los próximos meses. Esta ley, de la que tampoco se sabe mucho más, está en fase de anteproyecto y, en principio, parece estar dirigida a establecer un marco normativo para sostener el esfuerzo que quiere hacerse en los próximos años en materia de rehabilitación de vivienda y regeneración urbana. Ni en la web de La Moncloa ni en la del Congreso de los Diputados he sido capaz de encontrar algún tipo de información adicional, será que no consigo encontrar el camino. En la web de la Secretaría de Vivienda y Actuaciones Urbanas tampoco he tenido suerte, a pesar de que parece ser el órgano encargado de su preparación.
Lo cierto es que cuando esta secretaría tenía nivel de Ministerio de Vivienda ya se aprobó la constitución del  Observatorio de la Vulnerabilidad Urbana y se lanzó el Sistema de Información Urbana, al tiempo que se aprobaba el Libro blanco de la sostenibilidad en el planeamiento urbanístico español. Veremos a ver qué contenidos concretos desarrolla esta ley y, sobre todo, si es capaz de superar el enfoque de rehabilitación de edificios y dar un marco más amplio para promover la regeneración integral de barrios. Obviamente, teniendo en cuenta el reparto competencial que en este aspecto asigna a las Comunidades Autónomas la mayor parte del peso regulador e incentivador. Si alguien tiene algo más de información...
Siendo como es una gran incógnita, podemos elucubrar sin miedo. Como mencionaba antes, si su enfoque es de rehabilitación, ya tenemos dos caminos: la rehabilitación de edificios, a pequeña escala y en clave física, o la regeneración integral de barrios a gran escala y considerando claves sociales. Si va por la primera vía, apostemos a que la justificación será, una vez más, salvar al sector de la construcción. Ya he comentado alguna vez que esto sería mejor que nada, aunque sólo nos acordemos de la rehabilitación de la ciudad construida ahora que la vivienda nueva no da más de sí. La segunda vía, dirán, es más complicada, precisamente porque al ser más integral, corre el riesgo evidente de entrar en competencias de otros Ministerios y, en mayor medida, de otros niveles administrativos. Posiblemente, pero aún así, merecería la pena si este gobierno tuviera capacidad de liderazgo para construir un modelo alternativo de desarrollo económico y social para este país, reto en el que una estrategia estatal de regeneración integral de barrios, aunque sea muy declarativa para que luego el resto de niveles administrativos la desarrollaran, sería muy oportuna.
Por otro lado, si hacemos caso al título (calidad y sostenibilidad del medio urbano), sus contenidos deberían ir mucho más allá de la mera rehabilitación, ya que esta sólo sería una de las formas de intervención para logar esa calidad y sostenibilidad del medio urbano. ¿Tocará esta ley, por ejemplo, los temas de movilidad? ¿El consumo de recursos naturales o la generación y gestión de residuos? Apostemos a que no van por ahí los tiros. La Estrategia Española de Sostenibilidad Urbana y Local está ahí desde hace tiempo como meras directrices y con menos incidencia, aunque sea política, de la que inicialmente se esperaba. Siendo esto así, mejor sería darle otro nombre a la ley antes de crear confusiones, que ya sabemos que el gobierno no ha sido especialmente hábil a la hora de legislar cosas sostenibles y mezclarlas con disposiciones adicionales, tirando por tierra un nombre de ley.
No es la única ley estatal actualmente en preparación que afectará a los municipios. La nueva Ley de Gobierno Local está ya en preparación y actualizará la definición de competencias municipales y el modelo de financiación local para los próximos años. Pero ese ya es otro tema, y de los gordos.

jueves, 6 de enero de 2011

Las ciudades, núcleo duro de la sostenibilidad en el futuro


Narcis Sastre me pidió hace unos meses que escribiera un artículo para la revista VIA, que publica el Centre d´Estudis Jordi Pujol. Narcís me invitaba a hablar de la sostenibilidad urbana como idea principal, y quedaba de mi parte enfocarlo en algo más concreto. Como últimamente todos los caminos me llevan a hablar de la necesidad urgente de mirar la ciudad con gafas de rehabilitación y reutilización, por ahí han salido los tiros en el artículo. El objetivo del artículo es presentar las relaciones entre el mundo urbano y el desarrollo sostenible, identificando los retos a los que se enfrentan las ciudades en los próximos años para seguir sosteniendo un proyecto colectivo inclusivo, dinámico y sostenible. Ante un mundo que asiste a un proceso galopante de urbanización protagonizado por los países emergentes, las ciudades representan el principal caballo de batalla para poder asegurar un desarrollo social equilibrado que pueda mantenerse en el tiempo. Casi nada.

Estel número 14 de la revista incluye diferentes artículos sobre temas urbanos y relacionados con la ciudad, en concreto:
Dejo colgado el artículo tal como ha sido publicado en su traducción al catalán, y en los próximos días iré publicando los capítulos del artículo:
  • La necesidad del debate de la sostenibilidad local
  • Un reto global para un mundo urbano
  • Buscando un modelo urbano para las ciudades en transición
Las ciudades, núcleo duro de la sostenibilidad en el futuro

miércoles, 11 de agosto de 2010

Libro. Governing for Sustainable Urban Development


Yvonne Rydin es profesora de planeamiento, medio ambiente y política pública en la Batlett School of Planning y ha publicado un nuevo libro, Governing for Sustainable Urban Development, centrado en algunos aspectos concretos de la gestión pública del desarrollo urbanístico de las ciudades, especialmente para el caso británico.
El libro se inicia con dos capítulos introductorios sobre un debate bastante típico  y que no añade grandes cosas sobre el concepto de desarrollo sostenible y las dimensiones de la sostenibilidad y cómo afectan estas a la agenda de la gestión urbana. Más interesante me ha resultado el capítulo Producing urban development, en el que la autora explica el cambio del modelo teórico lineal del desarrollo urbanístico al modelo actual, con más actores y más complejo (marcos regulatorios multi-nivel, modelos de financiación más complejos y un sector de la construcción en el que participan diferentes manos). El resto del libro también tiene algunos aspectos de interés, sobre todo para conocer mejor cómo ha ido definiéndose en el Reino Unido un sistema bastante complejo de regulaciones constructivas, de sistemas de incentivos económicos y fiscales y de utilización de etiquetas y certificaciones para mejorar la sostenibilidad de la producción de nuevos desarrollos urbanos.

Aunque el título del libro no lo avanza, la mayor parte de los contenidos están relacionados con las políticas de lucha contra el cambio climático en el sector de la construcción y en el diseño y planeamiento urbano. La preocupación por impulsar desarrollos urbanos cuyo funcionamiento demande una baja cantidad de energía y que lleve idealmente a formas urbanos de bajas emisiones de CO2 está detrás de la mayor parte de los cambios regulatorios que se describen, y también de los sistemas de certificación y evaluación energética de edificios como el BREEAM ((Building Research Establishment´s Environmental Assessment Method), REAP (Resource and Energy Analysis Programme). En general, la lectura deja la sensación de que los británicos están apostando fuerte por este tema y, de hecho, creo que llevan la delantera en muchos aspectos a la hora de definir un sistema que incentive los desarrollos urbanísticos neutros en carbono (zero-carbon developments), aunque aquí están encontrando dificultades para sistematizar normativamente qué significaría esta figura para así poder impulsar un sistema de incentivos fiscales. Así el Tesoro ya ha anunciado que su equivalente al impuesto de transmisiones patrimoniales acogería una exención para las viviendas que sean altamente eficientes a nivel energético, pero están teniendo dificultades para objetivar una definición que ofrezca suficiente seguridad jurídica. El desarrollo conocido como BedZED (Beddington Zero Energy Development, en Wallington, en el sur de Londres) se expone como ejemplo paradigmático de este tipo de desarrollos.
Igualmente hay espacio para el tema de las eco-ciudades y cómo se han promovido en el Reino Unido a través de un curioso sistema de concurso, sistema que repasamos por encima hace un tiempo en Por qué las ecociudaes no serán la solución:
En una importante polémica hace casi dos años (circunscrita al caso británico, pero de interés general), Simon Jenkins, periodista especializado en temas urbanos y arquitectónicos de The Guardian, señaló de forma clara dónde está el problema y escribió un artículo completo (Ecotowns are the greatest try-on in the history of property speculation) donde destaca una frase lapidaria: "Building new houses emits 4.5 times more carbon than rehabilitating old ones, new eco-towns are a big failure". Dermot Finch, director del Centre for Cities acudió unos días después con argumentos similares en Eco-towns are not the answer to climate change or housing needs e incluso el propio Richard Rogerseco-ciudades en el país. A pesar de esta polémica, finalmente a mediados de 2009 el gobierno británico apoyó la construcción de cuatro eco-towns, con la oposición, entre otros, del movimiento en defensa del territorio rural. intervino con una respuesta en el propio periódico, apoyando estos planteamientos críticos y sugiriendo a las autoridades abandonar la idea de apoyar la construcción de una serie de eco-ciudades en el país. A pesar de esta polémica, finalmente a mediados de 2009 el gobierno británico apoyó la construcción de cuatro eco-towns, con la oposición, entre otros, del movimiento en defensa del territorio rural.
El Eco-towns Programme fue lanzado en 2007 por el Department of Communities and Local Government invitando a enviar propuestas de nuevos desarrollos que cumplieran una serie de características básicas, se recibieron 57 propuestas, de las que 11 pasaron a una lista corta de la que salieron finalmente en 2009 los cuatro desarrollos que podrían acogerse al apoyo del programa en Whitehill-Bordon (Hampshire), Rackheath (Norfolk), northwest Bicester (Oxfordshire) y St. Austell (Cornwall), que deberán seguir unos criterios estrcitos para cumplir ahora con las condiciones.

lunes, 2 de agosto de 2010

Libro. Social sustainability in urban areas

Social Sustainability in Urban Areas: Communities, Connectivity and the Urban Fabric es un compendio de estudios sectoriales centrado en la discusión de algunos de los elementos que conforman esa imprecisa (y olvidada casi siempre) variable de la sostenibilidad, en este caso aplicado a escala urbana. Los casos de estudio y las principales referencias se refieren al Reino Unido, pero algunos de los capítulos tienen interés universal y la diversidad de disciplinas de los autores consigue que la mirada del libro sobre el aspecto social del desarrollo urbano sostenible sea bastante amplia.

La primera parte del libro recoge algunos capítulos relacionados con la creación de capital social en los barrios a través de políticas de renovación urbana y rehabilitación de barrios que tengan en cuenta la integración de colectivos de diferentes niveles de renta en el desarrollo de las políticas públicas de vivienda principalmente, incluyendo la revisión de algunas prácticas de gestión cooperativa de viviendas en algunos barrios británicos. Posteriormente, se incluyen en la segunda parte del libro tres capítulos dirigidos a revisar el impacto sobre la vida comunitaria de algunos patrones emergentes de comportamiento y funcionamiento urbano.
Por último, la lectura de la tercera parte es la que más interés ha tenido porque incluye algunos temas de más calado o, por lo menos, que más hemos discutido en este blog. En especial, mencionaría los dos capítulos sobre la relación entre las condiciones sociales de vida urbana y las dinámicas de la economía local:
The Urban Renaissance and the Night-Time Economy - Who Belongs in the City at Night?
Adam Eldridge
Este es un tema que tiene su punto; hasta ahora no había llegado nunca a leer esa expresión -que suena tan bien en inglés- de "night-time economy" y el capítulo, pensando una vez más sobre todo para el caso británico, analiza la vinculación entre el uso de la calle durante la noche y la generalización de comportamientos "antisociales" parece preocupar. Los discursos y prácticas sobre la reactivación de la vida urbana para crear calles y barrios más atractivos se han apoyado también generar entornos atractivos para la vida en la calle y el aprovechamiento del ocio nocturno. Pero obviamente, el conflicto ha surgido entre la práctica institucional (o institucionalizadora, mejor) y la percepción social. O, directamente, sin intermediación de políticas activas por parte de las instituciones, sabemos que la ciudad acoge usos colectivos del espacio público para el ocio nocturno que resultan conflictivos. Es una tensión evidente, que en la mayor parte de los casos, se resuelve a favor de la reglamentación excesiva del espacio público, la prohibición de conductas consideradas antisociales o irrespetuosas con los vecinos, etc. Aquí esto lo resolvemos por las buenas: leyes anti-botellón y ordenanzas de espacio público,.....

The Relationship between Major Events, the Urban Fabric and Social Sustainability
Andrew Smith
En estos meses también hemos comentado alguna vez sobre la creciente influencia de los grandes eventos y su extensión como una nueva forma de marketing urbano. El artículo ayuda a diseccionar bien las implicaciones de este tipo de eventos:
  • Su impacto sobre la comunidad local en la que se alojan: menciona como caso en positivo la celebración de los Juegos de la Commonwealth 2002, para los que se diseñó un programa de legado para Manchester, mediante el cual se intentó integrar el aspecto de celebración, de fomento deportivo y de intercambio cultural más allá de las propias fechas de celebración del evento. En el caso contrario, dominan aspectos ya conocidos: realojamientos masivos, políticas de exclusión de colectivos "molestos", especulación inmobiliaria, etc.
  • Eventos como ejemplos de comunidades sostenibles: esta es otra de las relaciones más claras y hace referencia a la tradicional reivindicación de que los espacios urbanos que acogen este tipo de eventos serán un nuevo modelo de barrio sostenible. De la misma forma que la Feria Mundial de New York en 1939 buscaba convertirse en una exploración de la ciudad del futro, desde entonces muchos otros eventos, sobre todo en los últimos tiempos ahora que existe la excusa de la sostenibilidad, han querido basar sus bondades en la construcción de nuevos desarrollos urbanos de alta calidad. Así, los Juegos Olímpicos de Helsinki fueron los primeros en dejar como herencia un bloque de vivienda municipal donde estuvo la villa olímpica y así hasta que en los Juegos Olímpicos de Sidney se construyó la villa olímpica para ser un prototipo de ecociudad.
  • Eventos como impulsores de nuevos desarrollos "con carácter": aquí entra en juego la variable de "marca urbana", porque los grandes eventos dejan en el aire una imagen de atractivo en las zonas donde se desarrollan estas celebraciones. El ejemplo en esta parte es el de la Villa Olímpica de Barcelona, y también el barrio de Hammarby Sjöstad, conocido ejemplo de eco-barrio, y que también tuvo su primer impulso con la candidatura -fallida- de Estocolmo para celebrar los Juegos Olímpicos de 2004.
  • Eventos como generadores de servicios para la ciudadanía: Millenium Village, en la península Greenwich en Londres, terreno donde se celebró el fracasado Millenium Festival, es utilizado como caso de ejemplo de cómo un evento de estas características puede dejar como legado una mejora del sistema de transporte público.

martes, 6 de abril de 2010

Why eco-cities are not the solution to climate change


Eco-cities have appeared for some time as the promise to bring sustainability to cities. They are presented as integrated projects to construct Utopian spaces for the development of a new inhabitable areas that fully comply with the requirements of reduced CO2 emissions (zero emissions), and less waste (zero waste), etc. They embody an optimistic vision (an urban structure can be built which is capable of sustaining itself and maintaining a systematic balance in its ecological operations) but also a pessimistic vision (sustainability is impossible to achieve in an already constructed city and it is not worth making an effort to solve the unsustainable current urban model). Some internationally well known cases can be found, such as Masdar or Dongtan (the latter city, suspected of only being propaganda), presented as mega-projects, and others on a smaller scale in urban regeneration processes, such as the well known case of Hammarby Sjöstad (eco-neighbourhoods), and in all cases they are built on a sustainable ideal. The  Manual for the eco-cities project in Europe, result of the Eco-city project, is a good guide to understand how this type of action is interpreted, although this case above all refers to a neighbourhood scale.

In the newly published book by Earthscan, Building for a climate change. The Challenge for Construction, Planning and Energy, I have found a  very critical chapter with the current boom in eco-cities (or eco-towns) as an integrated urban development, based on sustainability criteria. The chapter (Eco-towns: opportunity or oxymoron) focuses on justifying how the British authorities have systematically rejected this kind of projects. In an important debate held almost two years ago (limited to the British case, but of general interest), Simon Jenkins, a journalist specialized in urban and architectural subjects at The Guardian, stated clearly where the problem lies and closed a comprehensive article (Eco-towns are the greatest try-on in the history of property speculation) with a particularly scathing comment: "Building new houses emits 4.5 times more carbon than rehabilitating old ones, new eco-towns are a big failure". Dermot Finch, director of the Centre for Cities wrote similar arguments some days later in Eco-towns are not the answer to climate change or housing needs and even Richard Rogers himself replied in the same newspaper, supporting these critical approaches and suggesting that the authorities should give up the idea of supporting the construction of a series of eco-cities in the country. Despite this controversy, finally at the end of 2009 the British government supported the construction of four eco-towns, with the opposition, among others, of the Campaign to Protect Rural England.
Ethel Baraona recently wrote a very accurate article on the problems of the concept of attempted sustainable architecture that forgets to look at the urban metabolism as a whole, where the central problem is the energy model for cities. In the British debate an extra element is added, the possibility of favouring speculative real estate processes on non-built up land, an element which is not significant in our case, because, unfortunately, we have not needed the excuse of sustainability to see these speculative dynamics. More interesting is, however, to notice how they can become an element of distraction to divert attention from what is really necessary.
And this debate is urgent; firstly, because the cranes have stopped and the winds of change of the productive model speaks of sustainability and the temptation may be to aspire to create new activity in the construction sector promoting developments in the form of ex-novo eco-cities. And, secondly, because a decided commitment to the renewal of private housing, industrial areas and equipment and public buildings is absolutely urgent.
These eco-cities (as in the case of Sarriguren, so well known in Spain) have had a certain demonstrative value, as pilot experiences for the potential application of new technological solutions to heating systems, insulation, and energy consumption in buildings, but are not acceptable as a solution. In a country in which thousands of homes are empty, no new homes should be built, at least if we consider the objective rationale of social housing, and any urban development that is justified by its sustainable advantages will be false or, at best, a well-meaning mistake.
Only by solving the problem of growing residential energy consumption will advances be possible in the mitigation of climate change, and already constructed housing will require an effort in the application of new materials and new solutions in the renovation of this housing, and only by intervening in the physical design of existing urban space will we be able to get cities and urban lifestyles to approach, although only slightly, a more sustainable future. With the construction industry practically paralysed, both central government and autonomous government plans for housing and urban development have to focus on the renovation of the urban fabric.
Photo taken in Lincoln, Nebraska (Haymarket District) and downloaded from the project Power to the poster.

lunes, 8 de febrero de 2010

Por qué las ecociudades no serán la solución


Las ecociudades llevan un tiempo apareciendo como promesa para traer la sostenibilidad a las ciudades. Se plantean como proyectos integrales de construcción de espacios utópicos de desarrollo de nuevos entornos habitables que cumplen al máximo con los requerimientos de reducción de emisiones de CO2 (zero emissions), de residuos (zero waste), etc. Encierran una visión optimista (se puede construir desde sus bases una estructura urbana capaz de ser sostenible por sí misma y de mantener un equilibrio sistémico en su funcionamiento ecológico) pero también una visión pesimista (es imposible conseguirlo en la ciudad ya construida y no merece la pena dedicar esfuerzos a resolver la insostenibilidad del modelo urbano actual). Tenemos ejemplos conocidos internacionalmente como Masdar o Dongtan (esta última ciudad, con sospechas de ser sólo propaganda), planteados como mega-proyectos, y otros a escala menor en procesos de regeneración urbana como el conocido caso de Hammarby Sjöstad (ecobarrios), y en todos los casos construyen sobre nuevo un ideal sostenible. El Manual para el proyecto de ecociudades en Europa, fruto del proyecto Ecocity, es una buena guía para entender cómo se diseñan este tipo de intervenciones, aunque en este caso sobre todo se aborda a escala de barrio.
He encontrado en el nuevo libro publicado por Earthscan, Building for a climate change. The Challenge for Construction, Planning and Energy, un capítulo muy crítico con el actual auge de las eco-ciudades (eco-towns or eco-cities) como desarrollo urbanístico integral basado en criterios de sostenibilidad. El capítulo (Eco-towns: opportunity or oximoron) se centra en justificar cómo las autoridades británicas han rechazado sistemáticamente este tipo de proyectos.

En una importante polémica hace casi dos años (circunscrita al caso británico, pero de interés general), Simon Jenkins, periodista especializado en temas urbanos y arquitéctónicos de The Guardian, señaló de forma clara dónde está el problema y escribió un artículo completo (Ecotowns are the greatest try-on in the history of property speculation) donde destaca una frase lapidaria: "Building new houses emits 4.5 times more carbon than rehabilitating old ones, new eco-towns are a big failure". Dermot Finch, director del Centre for Cities acudió unos días después con argumentos similares en Eco-towns are not the answer to climate change or housing needs e incluso el propio Richard Rogers intervino con una respuesta en el propio periódico, apoyando estos planteamientos críticos y sugiriendo a las autoridades abandonar la idea de apoyar la construcción de una serie de eco-ciudades en el país. A pesar de esta polémica, finalmente a mediados de 2009 el gobierno británico apoyó la construcción de cuatro eco-towns, con la oposición, entre otros, del movimiento en defensa del territorio rural.
Ethel Baraona escribió hace poco un artículo muy preciso sobre los problemas de concepto de una arquitectura pretendidamente sostenible que olvida mirar al metabolismo urbano en su conjunto, donde está el problema central del modelo energético de las ciudades. En la polémica británica añadían un elemento extra, el de la posibilidad de favorecer procesos inmobiliarios especulativos sobre terrenos aún no edificados, elemento que en nuestro caso no llega a ser significativo, porque, desgraciadamente, no hemos necesitado de la excusa de la sostenibilidad para ver esas dinámicas especulativas. Más interesante es, en cambio, fijarse en cómo pueden convertirse en un elemento de distracción para desviar la mirada sobre lo que es realmente necesario.
Y este debate es urgente; primero, porque las grúas se han parado y los cantos de sirena del cambio de modelo productivo hablan de sostenibilidad y la tentación puede ser aspirar a crear nueva actividad en el sector de la construcción promoviendo desarrollos en forma de eco-ciudades exnovo. Y, en segundo lugar, porque lo absolutamente urgente es la apuesta decidida por la rehabilitación del parque de vivienda privada, áreas industriales y equipamientos y edificios públicos.
Estas eco-ciudades (como el caso de Sarriguren, tan conocido en España) han podido tener cierto valor demostrativo, como experiencias piloto de posibilidad de aplicación de nuevas soluciones tecnológicas para los sistemas de calefacción, de aislamiento y de consumo de energía en los edificios, pero no son una solución aceptable. En un país en el que hay miles de viviendas vacías no debería construirse ninguna vivienda más en realidad, al menos si atendemos a razones objetivas de utilidad social de la vivienda, y cualquier desarrollo urbanístico que se justifique por sus bondades sostenibles será falso o, en el mejor de los casos, un error bienintencionado.
Sólo resolviendo el creciente consumo energético residencial se podrán conseguir avances en la mitigación del cambio climático, y el parque de viviendas ya construido requiere de un esfuerzo en aplicación de nuevos materiales y nuevas soluciones en la rehabilitación de dicho parque, y sólo interviniendo sobre el diseño físico del espacio urbano ya existente podremos conseguir que las ciudades y el modo de vida urbano se acerquen, aunque sea un poco, a un funcionamiento más sostenible. Con la industria de la construcción prácticamente paralizada, los planes tanto del gobierno central como de los gobiernos autonómicos en materia de vivienda y desarrollo urbano tienen que girar hacia la rehabilitación del tejido urbano.
Foto tomada en Lincoln, Nebraska (Haymarket District) y descargada del proyecto Power to the poster.
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