lunes, 15 de octubre de 2012

Visualizar las emisiones de efecto invernadero en tiempo real y calle a calle

Cuando presento el tema del papel de las ciudades en el cambio climático siempre insisto en las enormes dificultades para estandarizar una metodología de medición de las emisiones de gases de efecto invernadero que sea consistente, sino también relevante para entender en lo concreto los datos y que responda al funcionamiento real de la ciudad. Efectivamente, los inventarios de emisiones municipales enfrentan varias dificultades metodológicas:

  • Dependiendo de la disponibilidad de datos fiables, el inventario puede incluir unos sectores de emisión u otros (transporte, residencial, industrial, municipal, etc.).
  • Una distinción mucho más que semántica: medir las emisiones producidas en la ciudad (enfoque de producción de emisiones) o las emisiones derivadas del funcionamiento urbano (enfoque metabólico o de consumo). Para el primer caso, se contabilizarán sólo las emisiones provenientes de fuentes de emisión dentro de los límites de la ciudad, mientras que, en el segundo caso, mucho más cercano a la verdadera huella de carbono de la ciudad, se contabilizarán también las emisiones, por ejemplo, de las mercancías producidas fuera de la ciudad así como del transporte necesario para llevarlas del punto de producción al punto de consumo. 
  • El permanente problema de los límites de la ciudad: tomar como punto de referencia la ciudad como un límite administrativo o la ciudad en sus términos funcionales (¿tiene sentido la huella de carbono de Madrid sin pensar en su conurbación?), siendo esta segunda opción mucho más relevante y precisa si se quiere actuar sobre las dinámicas que originan las emisiones, pero con un claro problema de definición estadística.
  • En muchas ocasiones, ante tantas dificultades, muchos inventarios acaban siendo una agregación de emisiones derivadas únicamente de edificios institucionales y las emisiones derivadas del funcionamiento de los servicios públicos (iluminación pública, flotas de vehículos, etc.).


Existen diferentes metodologías internacionales que tratan de dar con un modelo básico que sirva para hacer mediciones en cualquier ciudad que permitan establecer comparativas, pero estas se enfrentan con problemas de origen respecto a los datos de partida, que dependen de sistemas de recopilación de datos muy diferentes de una ciudad a otra. Sin embargo, estos sistemas de estandarización son más relevantes a medida que la escala a la que se quiere aplicar el método se reduce al nivel regional (por ejemplo, el modelo de inventario de emisiones desarrollado por Udalsarea para los municipios vascos, el modelo de cálculo de la huella de carbono para los municipios andaluces o la metodología para el cálculo del sistema de indicadores de diagnóstico y seguimiento del cambio climático de la Red Española de Ciudades por el Clima).


Algunos proyectos están avanzando nuevas formas de abordar estas complicaciones con el objetivo de disponer de una imagen precisa sobre el impacto del funcionamiento de una ciudad en cuanto a su contribución a la lucha contra el cambio climático. Estos días se ha hecho público un trabajo desarrollado por un equipo de investigación de la Arizona State University dirigido por Kevin Robert Gurney que ha apostado por comprender este impacto desde un enfoque metabólico y con el objetivo de situar en un mapa estas emisiones.

El vídeo de presentación del software y del modelo de geo-localización utilizado explica bien este enfoque y su utilidad, que está ya aplicándose en Phoenix y Los Ángeles:


Como cualquier otra herramienta de visualización, la  gran virtud del proyecto Hestia es que transforma grandes bases de datos y sistemas de indicadores normalmente muy poco atractivos en información visual mucho más relevante para cualquier persona, tenga o no conocimientos sobre las complejidades del cambio climático. Localizar información como esta –algo que también intenta a una escala residencial el proyecto Open Energy, por ejemplo- ofrece un significado en el espacio más reconocible por las personas que habitan su propia ciudad, pudiendo entender mejor los flujos, las relaciones entre las actividades que se dan a lo largo del tiempo y el espacio con las emisiones, etc. De la misma manera, un modelo de estas características podría permitir diseñar mejores acciones de reducción de emisiones, ya que la información que ofrece clarifica cómo acometer las medidas de mitigación  más eficientes.  La calle es, de nuevo, el espacio de referencia en el que las cosas cobran sentido y donde es más fácil comprender las conexiones entre variables anodinamente estadísticas con la realidad cotidiana.

Más información:
La primera imagen la tomé en Nueva York hace años. Ya no lo recuerdo bien, pero era una especie de contador de emisiones o algo así.

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4 comentarios :

  1. Hola Manu,

    Muy interasante el post, y las herramientas que comentas. No obstante creo que sería interesante seguir un paso más allá y calcular la huella de carbono (o ecológica) y consecuencias que producen las ciudades en el resto del planeta. Sería un ejercicio interesante!!
    ;)

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  2. Buenas Izaro. Sí, la verdad es que este tipo de herramientas están bien. Respecto a lo que comentas, efectivamente, medir la verdadera huella de carbono imputando emisiones "de fuera" es el método más realista, pero tiene muchas complicaciones. De todas formas, creo que alguna vez he visto algún trabajo de visualización de estos flujos. A ver si lo encuentro y lo pongo por aquí.

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  3. Hola Manu, me surgen dos cuestiones: 1ª ¿Dónde estamos? y 2ª ¿qué hacemos con la información?. En cuanto a la primera: ¿cuál sería el nivel de emisiones "razonable/deseable/tipo"? considerando usos, nivel de confort, calidad de vida (también razonable) ¿a qué nivel de emisiones, contaminación, huella ecológica deberíamos llegar?. y por otro lado, obtenidos los datos, comparados con el nivel tipo ¿Qué conclusiones sacamos? ¿Cómo las trasladamos al urbanismo y sociedad actual? Estaría bien poder obtener unos parámetros de diseño urbano: densidades edificatorias, diversidad de usos, estrategias de control de tráfico y movilidad sostenible, ... además de las construtivas y arquitectónicas, que favorecieran estos índices.

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  4. Para la primera pregunta habría que bucear mucho en estudios que ya existen sobre condiciones climáticas, escenarios de mitigación, etc. pero no hay estándares establecidos más que los que se proponga cada administración si establece compromisos de reducción de emisiones, por ejemplo. Pero siempre van a ser objetivos políticos.
    También la segunda pregunta es muy compleja (por decisiva, precisamente). También creo que aquí hay bastante trabajo hecho. Pero por eso me parece interesante este método de visualización: hay propuestas para buscar densidades que sean óptimas para reducir las emisiones de CO2, pero son necesariamente generalistas o a una determinada escala, mientras que disponer de información sobre el comportamiento real de edificios y calles permitiría ajustar mucho mejor las actuaciones concretas.

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