lunes, 8 de octubre de 2012

Charter cities en Honduras, un nuevo sueño frustrado del capitalismo libertario


Otra de esas historias que he seguido desde la distancia durante un tiempo es la idea de las charter cities de Paul Romer. Una de esas ideas carne de conferencia TED. Igual estas notas te ayudan a saber algo más y a descubrir qué se esconde detrás en realidad.

Paul Romer, un reconocido economista del crecimiento y el desarrollo internacional, lleva un tiempo promoviendo las charter cities –algo muy parecido a lo que en la época medieval se conocía como cartas puebla, pero pasado por el tamiz de la actualidad y, en realidad, más parecido a la ya vieja idea de las zonas económicas especiales- como fórmula para la creación de áreas de desarrollo económico capaces de traccionar al resto del territorio. Puedes leer la descripción rápida que escribí en 2009 en Charter Cities. Demasiado simple para ser real y también otros enlaces como esta entrevista con Romer o uno de los artículos críticos más completos que he encontrado, The World´s first charter cities in Honduras: From neo-liberalism to neo-colonialism, así como los tres artículos que Greg Lindsay publicó en Fast Co.design aquí, aquí y aquí.

Imagen: The Economist
En su momento me pareció una idea simplista –ojalá el desarrollo económico fuera tan sencillo- y sigo pensando lo mismo. Pero en estos dos últimos años, lo que parecía una propuesta más o menos teórica buscando un lugar donde experimentarse encontró terreno abonado en Honduras, donde el primer episodio de intento de implantación de un modelo de este tipo ha tenido lugar.En este vídeo promocional puedes ver cómo se presentaba este proyecto:


Empecemos por el final. El Tribunal Constitucional de Honduras ha declarado inconstitucional el proyecto de las Redes Especiales de Desarrollo (REDs), nombre con el que se ha dado a conocer en este caso, aparentemente dentro de una batalla de recursos y recusaciones en un momento en el que hasta el propio impulsor de la propuesta se ha desentendido del proyecto –en realidad, parece más que le han dado esquinazo- y el proyecto continuará sin él. El origen de este conflicto, de hecho, refleja bien cómo no se pueden inventar de la nada unas reglas, instituciones y leyes porque no puedes abandonar el sustrato en el que se desarrollan y los problemas de toda la vida que afectan a muchos países. Al parecer, la hoja de ruta diseñada por Romer incluía una comisión de transparencia que debía participar en cualquier decisión pero el gobierno anunció públicamente la firma de un acuerdo con un primer grupo de inversores que desarrollarían la zona sin escuchar a esta comisión y a espaldas de Romer. El proyecto se da así de bruces con la realidad de las cosas porque las prácticas y formas institucionales que el modelo de charter cities quiere renovar no han desaparecido sin más o, como cuenta el NYT:

An internal contradiction in the theory is playing out: To set up a new city with clear new rules, you must first deal with governments that are trapped in the old ones.


De hecho, Romer ha salido a la prensa para publicar su postura de abandonar el proyecto ante la falta de cumplimiento de las condiciones que se habían establecido cuando sólo habían empezado a recorrerse las primeras fases iniciales del proyecto de implantación. En realidad, parece que le han sustituido por una oscura/fantasmal comandita formada por capitalistas libertarios (implicados en dos organizaciones, Future Cities Development Corporation y Seasteading Institute, dedicadas a cantar las excelencias de liberarnos de la pesada carga de solucionar lo que tenemos creando nuevas ciudades fuera de cualquier marco regulatorio, incluso en el mar) liderados por el cuasi-esotérico Michael Strong, sin que su supuesta capacidad inversora esté demostrada. Y Fox News, claro, se apunta a celebrar lo que hay detrás del proyecto: disolver cualquier regulación para crear un paraíso de libertad económica.

Cuando la idea de las charter cities empezó a circular hace unos años, los primeros críticos enseguida apuntaron a que no dejaba de ser una sofisticación de un clásico modelo de intervención territorial para crear zonas de libre comercio desde las que operar para facilitar los intercambios de la economía globalizada sin importar sus consecuencias. Frente a ello, el autor siempre ha afirmado que el hecho de crear un territorio de excepción con nuevas reglas –administradas por un país tercero; Canadá y Noruega suelen ser sus candidatos favoritos- crearía un efecto de extensión del crecimiento económico en el resto del país. Pero, con el paso del tiempo, parece que al menos en el primer intento serio de constituir una charter city completamente planificada desde el inicio Romer se ha topado con la voracidad ultra-liberal, las zancadillas de los pasillos de la burocracia corporativa y las vicisitudes del juego político. Nada como darse de bruces con la realidad para descubrir que sólo era una idea que quedaba muy bien en una conferencia y toda esta batalla posterior ya no queda tan bien.

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