miércoles, 13 de mayo de 2009

Ciudad tomada

Escribe Andrés un comentario off-topic en el post de ayer con un tema clásico en este blog, sin duda el que más pasiones despierta: Barcelona, su famosos "modelo Barcelona", su identidad construida a base de estrategia de marketing global y reforma urbana, lo que se ha ganado y lo que se ha perdido por el camino, etc. Un tema en el que suele participar Marc con su visión más optimista o más posibilista, y últimamente ha habido cruce de conversaciones también en el blog de Federico. Recomendaba Andrés leer el artículo de opinión de Enric González hoy en la edición catalana de El País, La fiesta fingida, del que entresaco frases para ilustrar, pero que recomiendo leer entero:
Si vienen tantos visitantes y Barcelona está tan de moda, será que Barcelona es una ciudad magnífica, ¿no? Pues según. Las Vegas siempre ha tenido muchos visitantes y siempre ha estado de moda, pero no conozco a nadie que quiera vivir allí. Barcelona se ha convertido en un gran destino turístico, y eso comporta sus problemas.Somos un destino barato y liberal.

Da igual: el caso es que somos un destino barato y liberal, y eso ya tiene mal arreglo.

Barcelona siempre ha sido más bien canalla, reconozcámoslo. El tema no es de ahora. La ciudad de los setenta, que tanto se añora por su tolerancia, no era esencialmente distinta a la de hoy. Ahora se superponen, sin embargo, nuevos fenómenos: los sentimientos de modernidad aséptica y de "patrimonio" urbano estimulados entre la élite (recuerden que en Barcelona manda una pequeña élite hereditaria) por el fenómeno de la transformación olímpica; la duda identitaria y la pasividad comunes a cualquier catalán contemporáneo; el turismo de bajo coste (antes limitado a la Sexta Flota), y la desaparición de alternativas económicas

Es una ciudad que a la fuerza se agarra al turismo, y a la continua rutina de fiesta fingida que ello implica.No sé si somos conscientes de nuestra decadencia. Probablemente sí, y el conformismo general certifica el fenómeno. No sé si somos conscientes de que tras el escaparate no hay nada.
El artículo alude a la Barcelona canalla, de la que Andrés decía en su comentario:
Me encanta esa revindicación de la Barcelona "canalla" que hace (su verdadera virtud, y que nadie reivindica -por suerte, mejor que siga así clandestina-) y que me recuerda a esa tan lúcida de Maruja Torres que decía que esta ciudad, por mucho que la vistan de diseño, "se le sale el carácter destartalado mediterráneo por todas las costuras".
Creo que tiene que ver con algo que alguna vez hemos discutido aquí, el tema de la identidad urbana, que en estos tiempos creemos que se crea, se destruye, se amolda, se moderniza, se gestiona, se vende, se compra,...puede ser. Quizá somos tan sofisticados que podemos hacerlo, y quizá hasta lo sepamos hacer, no lo sé. El caso es que el artículo sugiere que, más allá de las políticas de marketing urbano, más allá de la capacidad que tenemos de reinventar con altas dosis de artificialidad nuestras ciudades para hacerlas competidoras de un mercado global, más allá de todo ello, sobreviven siempre en las fronteras de esa nueva ciudad inventada los rescoldos de la ciudad antigua, la ciudad que era, la forma previa de la vida urbana que la modernidad niega. Una forma urbana que, mediante resistencias no reivindicativas, simplemente siguiendo la vida misma de las gentes, permanece, arrinconada cada vez más. Como el cuento de Cortazar, Casa tomada, los espacios van haciéndose más pequeños por la invasión de los intrusos, y los "hermanos" del cuento (los habitantes de esa ciudad que ya no es) van dejándose arrinconar hasta que, sin lucha, pierden todo el espacio.

Pequeños espacios de resistencia sin ruido, grandes momentos de reivindicación ruidosa, simplemente la normalidad de hacer la misma vida más allá de la nueva ciudad,...hasta que ya no sea posible mantener ningún espacio de la Barcelona canalla, del Bilbao tropical, del Madrid castizo, del Londres obrero, del Getxo pesquero, de la Atenas pirata...para bien o para mal, cosas de la modernidad. Modernidad nada líquida: aplastante.

También te puede interesar: Foto 1 vía chris-tophe en Deviantart.
foto 2 vía Fran G. Rojas en PBase.

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6 comentarios :

  1. Barcelona me cautivo la primera ve que la visite fue en época de carnaval una ciudad que a pesar de de que como dices haber tenido su "update" desde el marketing aún tiene un soporte de memoria colectiva que la sostiene más allá de las modas de turno. Imagina por un segundo que nuestras ciudades aquí en Chile tienen el signo de lo telúrico y su desarrollo es casi a la fuerza un manifiesto de los futuristas,"que cada generación construya su propia ciudad" , en vez de la guerra como eje modelador nosotros tenemos los terremotos y volcanes..ya viste Chaitén? Un abro desde el Sur del Mundo

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  2. ¡Bueno!, esto es el no parar ;) gracias por las referencias. Poco más que añadir, salvo que, al contrario que tú, no creo que se pueda acabar con el espíritu primigenio de las ciudades: se lo puede acorralar, reducir, pero... ¿qué sino haría que siguiéramos en ellas? Son entes demasiado complejos, vivos y grandes como para acabar con eso. Por cierto, aludes al espíritu castizo del mejor Madrid (castizo en el sentido también de algo canalla y despreocupado, no de gorras y chulapas), y debiéramos inaugurar una línea de debate sobre la estrategia de acoso y derribo en que está embarcado el faraón en Gallardongrado para acabar con él. Un abrazo, y me alegro de que en el triángulo Tenerife/Barcelona/Bilbao estemos tan de acuerdo. AM

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  3. Perdón, una cosa más que olvidaba: ¿qué pasará cuando ya no se pueda fingir más, cuando no seamos capaces de seguir vendiendo lo que en el fondo es un engaño, cuando todos los visitantes se den cuenta de que "esto.no.es.para.tanto" y empiecen a abandonarnos?

    Es difícil que Venecia -otro ejemplo extremo del que creo hemos hablado en otra ocasión- alguna vez pueda resultar decepcionante, el visitante encontrará lo que buscaba incluso después de su hundimiento.

    Pero en Venecia nadie se llama a engaño, lo que ofrece es lo que hay, y eso es mucho. Ese es pues el riesgo de estas estrategias reduccionistas de marca, que trabajan con lo etéreo, lo guay, que estimulan zonas inconscientes del cerebro, sensaciones. Y eso, amigos, dura lo que dura: al fin y al cabo un iPod se puede tirar a la basura cuando pase de moda, pero aquí seguiremos viviendo gente; y entonces, quizás, será mejor: pero que nadie se empeñe en que eso no se llama DECADENCIA.

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  4. @Andrés Durán: sí, he leido estos últims meses alguna referencia de lo de Chaitén. Efectivamente, cada generación quiere construir su propia ciudad, o quizá mejor, cada poder generacional quiere dejar huella física de su poder.

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  5. @Andrés: tienes razón, me salió un tono demasido pesismista respecto a la posibilidad de resistencia frente a la impostura urbana, no lo sé.

    Y tienes razón también en lo de Madrid, es hora de meterle mano ;-)

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  6. Adelante con Madrid entonces, ¡seguro que le puedes sacar punta! AM

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