viernes, 13 de mayo de 2016

1931: bienvenidos a la smart city

Como comenté, el paso 5 de mayo dí una conferencia en el Colegio de Ingenieros de Caminos de Cataluña. Dejo aquí la presentación que usé.



Fue un recorrido que hasta ahora tenía pendiente hacer completo y, por una vez, me dejó la sensación de haberlo contado como quería. Quería hacer una actualización de La tecnología no es suficiente: aprendiendo del semáforo revisando el modelo de ciudad del pasado siglo y la nueva propuesta urbana representada por la smart city.  Partía de una ficción (¿o no?) y era la de evitar la disputa sobre cuál es la definición de la smart city más adecuada y de si existe una ciudad inteligente, asumiendo que la ciudad inteligente nació hace tiempo. Hoy la inauguración de cualquier red de sensores, de fibra óptica, de farolas inteligentes o de una flota de coches eléctricos municipales no es capaz de crear las arremolinaciones populares que crearon los primeros semáforos (la foto, ya la he puesto alguna vez, corresponde a la instalación de un semáforo en Londres en 1931).

Photograph: Fox Photos/Getty Images 
Allí, en la pequeña magia tecnológica de sus circuitos y sus luces, ya estaban inscritas muchas de las características de la ciudad inteligente: automatismo, regulación, eficiencia, gestión,... La smart city, en buena medida, es una continuación más que una revolución. El semáforo como equipación técnica de la ciudad del siglo XX subida a un vehículo privado. Con la idea de llegar a una frase que uso mucho (“A good science fiction story should be able to predict not the automobile but the traffic jam”, de Frederik Pohl), correspondía un repaso de las consecuencias quizá inadvertidas pero irremediablemente negativas de ese modelo. Todo aquello que, tras décadas de pensar la ciudad en torno al coche, llevamos unos cuantos años tratando de resolver antes de que el cambio climático, la disolución de los espacios públicos, la segregación espacial,...terminen con nosotros.

People in The Netherlands admiring the first ever traffic jam. 1955 
Todo ello como punto de partida para señalar que no se nos da especialmente bien que las utopías salgan bien y que no somos muy hábiles a la hora de anticipar los efectos indeseados de las cosas que hoy nos parecen razonables y deseables. Tiempo para preguntas que aún deberíamos hacernos sobre cuáles son los "atascos" del futuro que traerá la smart city y que no podemos o no queremos ver: ¿Podemos planificar todo?, ¿Sólo vivimos en ciudades buscando eficiencia?, ¿Dónde está el cerebro de la ciudad inteligente?, ¿Y si falla?

Todo para llegar a la conclusión final: la forma física y material que toma la tecnología no es tan importante como las decisiones sobre su diseño, la normativa que la regula, las condiciones específicas en que se utiliza, etc. 

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