sábado, 31 de agosto de 2013

Entrevista en i-ambiente sobre smart cities

Hace un par de semanas i-ambiente publicó una entrevista que me hizo Susana Cegarra sobre smart cities, su presente y su futuro. Más o menos, recoge algunas de las ideas que ya he reflejado en posts y que suelo compartir en conferencias y reflejar en los proyectos que desarrollo sobre el tema.


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Pregunta: De todas las definiciones que se manejan sobre Smart City ¿cuál le parece la más adecuada?

Respuesta: Se han dado tantas…Cada empresa que ha orientado sus productos y servicios a la Smart City ha tratado de ofrecer su propia visión, condicionada precisamente por esos productos, así que no son muy válidas. También ha habido intentos de crear visiones más integrales como la Smart City Wheel de Boyd Cohen, que es un buen intento de definir diferentes variables urbanas bajo un mismo paraguas a partir de seis componentes y que es una actualización de una definición que ya dio el proyecto European Smart Cities en 2007, pero haciendo más hincapié en la vertiente tecnológica que entonces no despertaba tanto interés y que ahora parece que se ha incorporado. Esta definición, que incluye la economía, la movilidad, el medio ambiente, la ciudadanía, la vida urbana y el gobierno de la ciudad, tiene la ventaja de que es una mirada completa al hecho urbano más allá de lo que son puramente servicios e infraestructuras públicas, una mirada limitada que a veces encontramos en las definiciones de Smart Cities.

En realidad, desde mi perspectiva, cuando el interés por la ciudad sostenible aún no había sido sustituido por las Smart Cities ya se dieron definiciones mucho más avanzadas y complejas sobre la sostenibilidad y la realidad urbana que siguen siendo válidas y convendría recuperar para no tener la sensación de que volvemos a inventar nuevos conceptos de ciudad.

P: Independientemente del desarrollo posterior de cada una, ¿cuáles cree que son los ejes fundamentales de una Smart City?

R: Creo que el principal factor diferencial es el de “la tecnología en nuestras manos”. Es una concepción mucho más cercana a la realidad cotidiana del uso de tecnologías y de interacción con la ciudad que las visiones excesivamente jerárquicas y burocráticas que a veces destilan las propuestas de Smart Cities. El valor fundamental, el hecho más rompedor no es, por ejemplo, la capacidad de automatizar el funcionamiento del sistema de alumbrado público mediante sensores y detección de presencia para encender o apagar unas luminarias. Por supuesto, esto ofrece grandes ventajas en la cuenta corriente de las finanzas de un ayuntamiento, una eficiencia operativa ampliada y un uso más racional de los recursos. Pero se trata de innovaciones incrementales.

Es mucho más rompedora, sin embargo, la posibilidad de disponer de tecnologías que están cambiando y cambiarán nuestra propia actividad como ciudadanos y nuestra experiencia en la ciudad. Pienso en la fabricación digital, por ejemplo, como un universo de tecnologías que pueden cambiar de manera fundamental la forma en la que entendemos la producción industrial hacia modelos descentralizados y la autosuficiencia, pero también los dispositivos móviles que ya están en nuestros bolsillos y que transforman la manera en la que interactuamos y nos relacionamos con el entorno. Tanto en un caso como en otro, ofrecen un potencial de auto-organización y de decisiones personales y colectivas que empoderan a la ciudadanía para tener más capacidad de acceder a información, de crear sus propios servicios y desarrollar sus propias soluciones y estrategias para vivir en la ciudad.

P: ¿Las Smart Cities han de apoyarse en criterios sociales o económicos?

R: Haría más una disyuntiva que me parece importante: la Smart City como ayuntamiento o como ciudad. Me preocupa que lo que subyace en el concepto de Smart City es un interés legítimo, loable y necesario por transformas procedimientos, infraestructuras y servicios públicos, buscando una modernización de la actuación de la administración local para que sea más eficiente. Pero la ciudad es más que su estructura institucional o su gobierno local y hay un riesgo de convertir el potencial de transformación de las tecnologías digitales en una cuestión puramente de eficiencia en la administración de la ciudad, cuando en realidad las ciudades son sistemas mucho más complejos que uno de sus nodos, el institucional.

P:¿Es la actual situación económica el principal impedimento para un mayor desarrollo de las Smart Cities? ¿Hay otros?

R: La situación económica es, evidentemente, un freno si se está pensando en proyectos que implican fuertes inversiones y gasto publico. Los ayuntamientos son el eslabón más débil de las finanzas públicas y en buena medida están recibiendo el mensaje por parte de las grandes empresas que más se han posicionado en este tema que la implantación de estos proyectos implica, más allá de que se envuelva de figuras como la colaboración público-privada u otros mecanismos de financiación, un esfuerzo inversor de los agentes públicos.

Sin embargo, no es el principal obstáculo a pesar de todo. El principal es que las propuestas de Smart Cities en la mayoría de los casos aún no incorporan modelos de negocios claros y viables ni una propuesta de valor realista para el ciudadano, independientemente del contexto económico general. Un ejemplo interesante son los sistemas de parking inteligente, que están muy avanzados en su conexión práctica final con el usuario porque sí parece haber un modelo razonable o, al menos, una propuesta clara: unos costes de implantación razonables en cuanto a la instalación de sensores en las plazas de aparcamiento, el desarrollo de una app como interfaz con el usuario, el uso de dispositivos móviles y un modelo de cobro o coste adicional a un servicio ya existente.

También hay un problema de falta de claridad en la visión sobre qué se busca con la Smart City y esto al final genera frustración, tanto en los gestores públicos interesados en acercarse a estas cuestiones, como a la ciudadanía, que percibe que no forma parte de esa visión ni las soluciones prometidas tienen un significado real de mejora de su calidad de vida.

P: ¿El concepto de Smart City es adecuado sólo para economías desarrolladas, o es adaptable también a economías emergentes?

R: Tal como se está usando de forma mayoritaria, es un concepto pensado para ciudades con una alta dotación de servicios públicos modernos. Para mí esa es la distinción fundamental. Es curioso que cuando se oye hablar de Smart Cities, el punto inicial de la reflexión siempre es esa letanía sobre que en 2008 la población urbana mundial sobrepasó el 50% y sobre el crecimiento esperado de esta urbanización mundial en los próximos años. Sin embargo, el peso de este crecimiento está centrado en ciudades que después no forman parte de ese circuito de ciudades y empresas preocupadas por la implantación tecnológica. Por decirlo de alguna manera, ese crecimiento urbano se parece mucho más a Lagos, Islamabad o Kinshasa que a Los Ángeles, Berlín o incluso Shenzhen.

Esta explosión demográfica en grandes núcleos de países en desarrollo no tiene reflejo prácticamente en el concepto de Smart City más establecido porque tiene más que ver con sofisticación digital de la dotación de servicios públicos ya existentes (alumbrado, tráfico, etc.) que con contextos de falta de infraestructuras básicas como sucede en los barrios, slums, favelas, etc. que están recibiendo gran parte de esta migración urbana.

P: ¿Cuál es en su opinión la ciudad de España más Smart? ¿Qué requisitos cumple que no cumplen otras?

R: En mi opinión, Vitoria-Gasteiz. Sé que no forma parte del circuito de ciudades que están posicionándose en las Smart Cities, posiblemente porque no lo necesita para tener su propia identidad, mucho más centrada en la sostenibilidad. Se trata de una ciudad ejemplar o al menos pionera en muchos aspectos (movilidad urbana y transporte público, gestión del agua, su anillo verde y la biodiversidad,…) y que merecidamente recibió el reconocimiento de Capital Verde Europea 2012 y que también está utilizando soluciones tecnológicas para mejorar sus servicios. De manera más silenciosa y calmada pero, con una vocación centrada en la calidad de vida y considerando objetivos de calidad de vida.

Más allá de esto, Zaragoza también es una ciudad con un movimiento muy notable, iniciado ya hace años a través de su proyecto de Milla Digital, que con el tiempo ha ido promoviendo políticas públicas sólidas (como su estrategia de gobierno abierto y ciudad digital), proyectos emblemáticos con un fuerte componente de tecnología cercana a la ciudadanía (como el centro de arte y tecnología Etiopía) y, en último término, un tejido social, cultural y empresarial involucrado en el desarrollo de nuevos proyectos desde las propias capacidades de la ciudad.

P: Y en el ámbito medioambiental, ¿qué servicios incluidos en el concepto Ciudad Inteligente contribuyen al cuidado del Medio Ambiente?

R: En principios, todos aquellos que apelan a la eficiencia tratan de hacer una contribución de mejora ambiental en la utilización de recursos. Hay gran margen de mejora en la eficiencia del parque de edificios o en las infraestructuras de distribución de agua o de energía. La tecnología inteligente puede hacer una gran aportación desde la arquitectura sostenible o a partir de la gestión automática de fugas en la canalización del ciclo integral del agua, por ejemplo, pero no es suficiente.

El mejor ejemplo es el de la energía. Una ciudad puede apostar por crear un sistema de Smart Grid para automatizar el control de los flujos energéticos. Exige una fuerte inversión que, en principio, genera unos retornos suficientes como para poder amortizar la inversión si hay una apuesta clara. Sin embargo, no es suficiente. ¿Cómo entender la implantación de un proyecto así si al mismo tiempo la regulación normativa de nuestro sistema eléctrico impide hacer realidad la principal promesa de la internet de la energía de la que habla Jeremy Rifkin como es la extensión a gran escala de un sistema descentralizado de producción y autoabastecimiento? O, a otro nivel, ¿sabemos si realmente los usuarios de esa Smart Grid quieren o estar dispuestos a pagar más por contar en su casa con un contador inteligente?

P: La mayoría de la población vive hoy en día en ciudades y la Sostenibilidad se convierte en una obligación/necesidad.  ¿Qué cambios cree que habrá en relación a las Smart Cities en un corto plazo?

R: Los cambios a más corto plazo van a tener que ver con innovaciones soft más que con la implantación de grandes proyectos de infraestructuras, quizá con la salvedad del transporte público, donde la renovación de la infraestructura es constante y es capaz de incorporar pronto nuevas innovaciones tecnológicas. Sin embargo, en áreas donde esta inversión no es tan dinámica, la generalización va a ser más lenta en servicios como la gestión del ciclo integral del agua o la distribución energética.

Sin embargo, los proyectos relacionados con la utilización del open data como materia soft para la renovación, personalización y adaptación de los servicios públicos a las nuevas demandas ciudadanas tiene una presencia más actual. Aunque requiere una transformación fenomenal de las formas de organización institucional y de la propia concepción sobre la transparencia, el acceso a la información y la democracia, al menos no requiere grandes inversiones y es mucho más independiente de las corporaciones tecnológicas, por lo que muchas ciudades pueden beneficiarse de ello a corto plazo.

P: ¿Cree que hay alguna ciudad del mundo que se aproxime a los objetivos de desarrollo sostenible, eficiencia de recursos e incremento de la calidad de vida y participación del ciudadano?

R: No, pero si hay que mirar a alguna zona del mundo, los países nórdicos y sus ciudades son un ejemplo razonable. Estocolmo o Copenhague son buenas referencias para encontrar estrategias equilibradas orientadas a la calidad de vida. Cualquier ciudad es, por definición, insostenible, pero un compromiso político y una implicación ciudadana mantenidas en el tiempo pueden dar perspectiva de que los cambios son posibles.

P: ¿Es la moda de las Smart Cities una corriente pasajera? ¿Qué le diría a quienes piensan así?

R: Yo soy de los que piensa que el uso del término es una moda. Es curioso que buena parte de los eventos que hoy utilizan el reclamo de la Smart City, en realidad, hace cuatro años estuvieran usando el reclamo de la ciudad sostenible. Ha habido una sustitución en el término y, además, es cierto, añadiendo un nuevo elemento que hasta ahora no estaba suficientemente conectado a la ciudad como es el de la innovación tecnológica. Pero lo que hay es una continuidad en la preocupación por la ciudad. ¿Qué ha sido de la ciudad creativa, por ejemplo, tan en boga hace unos pocos años también? Posiblemente, ya se ha gastado y el uso más institucionalizado de este concepto ya ha pasado por su ciclo de prueba y error y hace falta un nuevo término que permita desarrollar nuevas políticas y nuevas estrategias de comunicación.

Dicho esto, es evidente que la intersección entre ciudad y tecnologías inteligentes no es una moda, simplemente porque es un hecho cotidiano real y palpable, pero espero que en los próximos años hayamos dado el salto de la espectacularización de estas soluciones a las soluciones significativas para la ciudadanía.

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