La pandemia parece que ha traído la primera gran reducción de emisiones en la última década provocada por la bajada en la demanda de energía. Esto ha llevado a una situación inédita en el mercado del petróleo, con unos precios locos que nadie había visto para algunos tipos de crudo. Esta caída de las emisiones no es consuelo de la gran tragedia que vivimos, ni tampoco lo es que el mercado se haya vuelto incomprensible. Toca pensar cuáles serán los escenarios de producción energética en los próximos meses, en un momento en el que la producción de crudo se ha reducido drásticamente y con ello su precio. No tengo criterio para saber si es algo coyuntural o estructural, o cuánto de ello tiene que ver con la crisis del Covid-19 y cuánto con movimientos geo-estratégicos fuera de los focos. Hay quien se atreve a anunciar el colapso del sector petrolero o al menos un futuro más o menos cercano en el que la producción no estará sujeta a los entornos controladores del mercado en los que ha vivido históricamente. Como muchas otras cosas, suena a que es demasiado pronto para plantearse como realistas escenarios donde los combustibles fósiles sufran un shock de gran escala que cambie el paradigma, pero sí es el momento ideal para pensar si es ahí donde queremos seguir estando.
La realidad inesperada en cuanto a los patrones de consumo de electricidad y la demanda de energía en un mundo confinado y con la industria en mínimos de actividad nos invitan a pensar en las relaciones con el cambio climático. Tanto hablar de emergencia climática y nos encontramos de bruces con una emergencia sanitaria, social y económica. Podemos preguntarnos por qué la respuesta a la pandemia, tardía y a ciegas en muchos aspectos, ha sido posible, mientras que es inimaginable, por mucho que deseable, una respuesta de la misma escala para la realidad climática. Sabemos las razones: sólo actuamos, mal y tarde, ante peligros inminentes, pero los riesgos y vulnerabilidades del cambio climático seguimos viéndolos como imprecisos, ajenos a lo cotidiano y de lago plazo, en el mejor de los casos. Dudo que vaya a cambiar mucho nuestra perspectiva como sociedad, por mucho que estemos viviendo tan dramáticamente la pandemia. Y eso a pesar de tener, creo, un mayor conocimiento científico sobre los escenarios climáticos que sobre lo que nos trae el nuevo coronavirus. Por no hablar de que, más mal que bien, disponemos de mayor sensibilidad social sobre los riesgos del cambio climático que la que teníamos sobre nuestra exposición a crisis sanitarias como la que vivimos.
Aplanar la curva ha sido la consigna máxima para atacar la expansión del Covid-19. Aplanar la curva de emisiones y de concentración de partículas es la consigna prioritaria contra el cambio climático. Quizá podamos aprender de ello. El problema es que, si no aprendimos de experiencias pasadas como el SARS o el H1N1 para actuar con prontitud y bien preparados contra el Covid-19, ¿cómo pensar que podemos aprender lecciones del impacto del cambio climático hoy para prepararnos para su impactos futuros? Podemos, al menos, aprender de lo que estamos viviendo hoy para comprender mejor qué nos trae el cambio climático. Nos trae, de hecho, mayor exposición a crisis sanitarias derivadas de enfermedades que serán más comunes, mayores riesgos para las poblaciones menos privilegiadas, cambios obligados en hábitos y comportamientos, etc. Estos paralelismos son delicados y no funcionan automáticamente, en cualquier caso. De hecho, hoy, en este minuto, no me creo que nada de esta catástrofe vaya a suponer grandes cambios civilizatorios, de calado, de paradigmas,...como quieras llamarlo. Vendrán cambios, ajustes, pero no veo que respecto a la crisis climática vayamos a aprender muchas lecciones o a cambiar nuestra forma de entender el futuro de la humanidad. Y si vienen esos cambios no serán a modo de cataclismo de un día para otro, sino que sólo podremos valorarlos con la perspectiva de poder mirar atrás a lo que pasó en 2020.
Me cuesta ver que nadie fuera de los ámbitos más concienciados o de la investigación sobre el cambio climático esté hoy haciendo una lectura de la pandemia como un ensayo brutal, acelerado y concentrado de lo que trae la crisis climática. Ni mucho menos me imagino que todas las respuestas epidemiológicas, sanitarias, logísticas, económicas, laborales, asistenciales, policiales, disciplinarias,...que se están tomando hoy en día puedan verse como respuestas planificadas para los próximos riesgos climáticos que vivamos en unos sitios o en otros.
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No es fácil escribir sobre esta cuestión pero me he propuesto ordenar al menos algunas lecturas que voy sistematizando. Son apuntes dispersos y poco sistemáticos, como casi todo en este blog desde hace 12 años, pero al menos servirán para detectar algunos temas que creo serán relevantes en los próximos meses o años.
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La realidad inesperada en cuanto a los patrones de consumo de electricidad y la demanda de energía en un mundo confinado y con la industria en mínimos de actividad nos invitan a pensar en las relaciones con el cambio climático. Tanto hablar de emergencia climática y nos encontramos de bruces con una emergencia sanitaria, social y económica. Podemos preguntarnos por qué la respuesta a la pandemia, tardía y a ciegas en muchos aspectos, ha sido posible, mientras que es inimaginable, por mucho que deseable, una respuesta de la misma escala para la realidad climática. Sabemos las razones: sólo actuamos, mal y tarde, ante peligros inminentes, pero los riesgos y vulnerabilidades del cambio climático seguimos viéndolos como imprecisos, ajenos a lo cotidiano y de lago plazo, en el mejor de los casos. Dudo que vaya a cambiar mucho nuestra perspectiva como sociedad, por mucho que estemos viviendo tan dramáticamente la pandemia. Y eso a pesar de tener, creo, un mayor conocimiento científico sobre los escenarios climáticos que sobre lo que nos trae el nuevo coronavirus. Por no hablar de que, más mal que bien, disponemos de mayor sensibilidad social sobre los riesgos del cambio climático que la que teníamos sobre nuestra exposición a crisis sanitarias como la que vivimos.
contains modified Copernicus Sentinel data (2019-20), processed by KNMI/ESA |
Aplanar la curva ha sido la consigna máxima para atacar la expansión del Covid-19. Aplanar la curva de emisiones y de concentración de partículas es la consigna prioritaria contra el cambio climático. Quizá podamos aprender de ello. El problema es que, si no aprendimos de experiencias pasadas como el SARS o el H1N1 para actuar con prontitud y bien preparados contra el Covid-19, ¿cómo pensar que podemos aprender lecciones del impacto del cambio climático hoy para prepararnos para su impactos futuros? Podemos, al menos, aprender de lo que estamos viviendo hoy para comprender mejor qué nos trae el cambio climático. Nos trae, de hecho, mayor exposición a crisis sanitarias derivadas de enfermedades que serán más comunes, mayores riesgos para las poblaciones menos privilegiadas, cambios obligados en hábitos y comportamientos, etc. Estos paralelismos son delicados y no funcionan automáticamente, en cualquier caso. De hecho, hoy, en este minuto, no me creo que nada de esta catástrofe vaya a suponer grandes cambios civilizatorios, de calado, de paradigmas,...como quieras llamarlo. Vendrán cambios, ajustes, pero no veo que respecto a la crisis climática vayamos a aprender muchas lecciones o a cambiar nuestra forma de entender el futuro de la humanidad. Y si vienen esos cambios no serán a modo de cataclismo de un día para otro, sino que sólo podremos valorarlos con la perspectiva de poder mirar atrás a lo que pasó en 2020.
Me cuesta ver que nadie fuera de los ámbitos más concienciados o de la investigación sobre el cambio climático esté hoy haciendo una lectura de la pandemia como un ensayo brutal, acelerado y concentrado de lo que trae la crisis climática. Ni mucho menos me imagino que todas las respuestas epidemiológicas, sanitarias, logísticas, económicas, laborales, asistenciales, policiales, disciplinarias,...que se están tomando hoy en día puedan verse como respuestas planificadas para los próximos riesgos climáticos que vivamos en unos sitios o en otros.
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No es fácil escribir sobre esta cuestión pero me he propuesto ordenar al menos algunas lecturas que voy sistematizando. Son apuntes dispersos y poco sistemáticos, como casi todo en este blog desde hace 12 años, pero al menos servirán para detectar algunos temas que creo serán relevantes en los próximos meses o años.
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