sábado, 15 de noviembre de 2014

Smart cities: de la épica a lo cotidiano

Notas resumen y algunas reflexiones (y algunas citas y referencias como bonus track) tras la presentación de ayer en Destrucción Creativa en Zaragoza.

Soy terrible eligiendo títulos, pero esta vez me parecía que Smart cities: de la épica a lo cotidiano podía tener sentido en estas jornadas de Destrucción Creativa. Trataba de captar  la idea que quería proponer como punto de partida del debate posterior y también para sugerir algunas ideas para los talleres del sábado. En este sentido la presencia tecnológica en la ciudad-y su plasmación en forma de smart city- quería ser un pretexto para explicar uno de los marcos posibles para afrontar los retos de la ciudad contemporánea, su gestión pública y su apropiación por parte de la ciudadanía. La idea, en definitiva, era reflexionar sobre la posibilidad de crear nuevas formas de relación ciudadana con la gestión pública de la ciudad y utilizar la nueva utopía urbana de la ciudad inteligente como marco para revisar su sentido utópico, sus significados e implicaciones en términos de políticas públicas y organización social de la ciudad. Sin embargo, mi sensación es que la intervención estrechó demasiado el debate posterior e hizo que nos centráramos demasiado en lo tecnológico, precisamente lo que quería evitar. Error mío.


En cualquier caso, me proponía hacer una lectura de un recurso dominante hoy en la narrativa y la agenda de la ciudad. Las smart cities, las ciudades inteligentes o, en general, la relación que podemos construir sobre el papel de la tecnología en la vida colectiva. Es uno de los marcos, sólo uno, a través del cual poder abrir el diálogo: cómo afrontar la tensión entre ciudadanía y gestores en términos de una nueva interlocución, un nuevo equilibrio que necesitamos inventar en un momento de clara tensión social y desafío a las reglas tradicionales de gobierno de la ciudad. Todo esto, además, en el marco de las otras temáticas de las jornadas (mercados, ciencia y política).

No era el momento de entrar a definir qué es una smart city, ni los proyectos con los que se suele relacionar ni sus actores. Pero sí me interesaba destacar el proyecto del Centro de Operaciones Inteligentes de Río de Janeiro. Este parece representar la visión más canónica de la smart city, el modelo más acabado de gestión inteligente de la ciudad. Y lo que tenemos, siento decirlo, no es nada nuevo en cuanto a su configuración física –una sala de control destinada a dar información a los gestores, un espacio cerrado y centralizado de control que aspira a ser omnisciente, un sistema de información en tiempo real sobre lo que sucede en la ciudad- y, al mismo tiempo, representa una nueva escala en la capacidad de gestionar grandes datos sobre la ciudad y la capacidad de repensar la toma de decisiones públicas y la relación de la ciudadanía con los servicios gestionados por los destinatarios/usuarios de esta proyecto.


Esto es lo que viene. O lo que parece venir. Este es uno de los escenarios que se proponen Y tenemos que comprenderlo. En este sentido, me venía bien la frase de Frederik Phol: una buena historia de ficción ha de ser capaz no de prever el coche sino los atascos (gracias Martin por descubrirme la cita). Este es el reto que tenemos. Entender las consecuencias sobre nuestras vidas, sobre nuestra cultura, sobre nuestros espacios físicos. Y no estoy tan seguro de que estemos pensando en los “atascos” derivados de la smart city (falta de privacidad, control social, etc.) sino únicamente en los productos y servicios que definen la ciudad inteligente.

De hecho, ya hemos pasado por eso. Nuestras ciudades, en buena medida y con diferente profundidad, son resultado de un régimen discursivo construido en la primera mitad del siglo XX y que tiene en la Feria Mundial de Nueva York y la propuesta Futurama de General Motors su antecedente más cercano. Entonces también se constituyó todo un aparato promocional, científico y cultural en torno al coche como gran catalizador de la transformación de la ciudad. Y ya entonces, ensayistas como Walter Lippman descubrieron un patrón que hoy también reconocemos. En aquel caso, una gran empresa como General Motors destinando una cantidad importante de recursos mediáticos para convencer al público sobre la bondad de sus propuestas para movilizar la transformación de la ciudad.

General Motors has spent a small fortune to convince American public that if it wishes to enjoy the full benefit of private enterprise in motor manufacturing, it will have to rebuild its cities and its highways by public enterprise.  WALTER LIPPMAN

En esta misma situación estamos ahora, en el surgimiento de una nueva utopía urbana que será capaz de modelar la estructura física de la ciudad, tejer las nuevas relaciones personales y comunitarias, reorganizar nuestras instituciones y mecanismos de toma de decisiones, de reestructurar uestro abanico de opciones vitales. Todo eso, tal como lo hemos conocido en las últimas décadas, ha sido producto en gran parte del mundo de la fenomenal capacidad de transformación que ha tenido la utopía de la ciudad moderna y su asociación con la cultura y la industria del automóvil. Así que surge como contestación una respuesta entre incómoda y sorprendida en forma de descontento sobre hacia dónde nos lleva la instrumentación digital de la ciudad. Una contestación que ordenaba en tres ideas iniciales:

1. La tecnología no es suficiente, o la necesidad de integrar elementos no tecnológicos mucho más decisivos a la hora de diseñar nuestras ciudades. De manera, por usar el ejemplo de la ilustración que el primer objeto inteligente implantado en las ciudades –el semáforo- ha sido mucho más decisivo por las decisiones de diseño –la opción de dar la prioridad al tráfico rodado y no a los peatones- que por sus partes mecánicas o electrónicas.

2. Por otro lado, y no insistí lo suficiente en esto, está la idea de que no hay necesidad de esperar, o el empeño en presentar la ciudad inteligente y sus productos y servicios asociados como algo por venir conjugado en futuro. Esto tiene que ver, precisamente, con la necesidad de trascender de debates dicotómicos (bottom-up/top-down) o de oposición (smart cities/smart citizens). Es lo que en otras ocasiones he llamado el diálogo de sordos que se ha producido en este tema, y que creo que es más útil presentar como una relación complementaria entre el presente y el futuro. Esto es, el reconocimiento de que la smart city se manifiesta ya hoy en formas a veces no visibilizadas, menos espectacularizadas y mucho más distribuidas que los relatos de smart city construidos en futuro (como explicaba aquí).
The dominant tense of ubiquitous computing writing is what we might call the ‘‘proximate future.’’ That is, motivations and frames are often written not merely in the future tense, describing events and settings to come, but describe a proximate future, one ‘‘just around the corner.’’ The proximate future is invoke in observations that ‘‘Internet penetration will shortly reach...’’ or ‘‘We are entering a period when...’’ or ‘‘New technological opportunities are emerging that...’’ or ‘‘Mobile phones are becoming the dominant form of...’ Genevieve Bell y Paul Dourish
3. En definitiva, es el tiempo de plantearnos las preguntas, cuantas más mejor, antes de que nos vuelva a pasar: darnos cuenta demasiado tarde de las consecuencias negativas de las grandes promesas urbanas (en el caso de la ciudad moderna del siglo XX, en forma de consumo de territorio, de consumo insostenible de combustibles fósiles, de fragmentación de la vida social, de destrucción de comunidades, de dependencia del vehículo privado, de abandono de la vida social de los espacios públicos, etc.).

Más allá de esto, dos ideas tratan de infiltrarse: el pesimismo sobre las siempre “caóticas, peligrosas, ingobernables” ciudades que tenemos y, al mismo tiempo, un optimismo absoluto sobre la posibilidad de construir un nuevo modelo definitivo, altamente planificado y jerárquico de resolver para siempre este desastre.
In its campaign, IBM constantly emphasizes the problems and shortcomings of the contemporary city. In general terms, the company argues that with ‘rising urban populations, ageing infrastructures, and shrinking tax revenues today’s cities demand more than traditional solutions’. Across domains, cities, in IBM’s urban theory, are facing the same issues: ‘growing demands’, ‘tightening budgets’, ‘financial deficits’, ‘volatile markets’, ‘growing complexities’, ‘pollution’, ‘urban growth’. The city is in other words a ‘sick city’ permeated by a series of pathologies. Söderström, Paasche y Klauser 
Este planteamiento nos ofrece una visión epopéyica de la ciudad, una misión heroica que dejamos en manos de grandes salvadores de la ciudad, pero esconde la cotidianeidad de la vida en la ciudad y del uso tranquilo de tecnologías ya disponibles hoy en día.
It´s worth noting that much of the publicity for smarter cities and a smarter planet centers on what ‘will’ happen, rather than what ‘might’ or, more importantly, what ‘is’ happening; for all the advertising dollars spent on insisting on the inevitability of various futuristic scenarios, in my view the most interesting and creative urban technology developments are taking place in the hands of citizens, citizen-groups, and small agile businesses Usman Haque 
De esta forma, la ya manida frase de Cedric Price sigue teniendo sentido: la tecnología es la respuesta pero, ¿cuál era la pregunta?


La pregunta es qué ciudad queremos hoy o, más específicamente en el marco de las jornadas, qué ciudad para qué ciudadanía y qué mecanismo construir para que sea un espacio de libertad y más democracia (en la sociedad conectada digital). Para abrir este debate sugerí algunos elementos que pienso que están hoy configurándose. Y de nuestra capacidad de entenderlos, modelarlos de manera activa y/o confrontarlos en su caso depende la forma que tome la ciudad en este nuevo escenario y su plasmación práctica en servicios, infraestructuras, instituciones, políticas, etc.

EFICIENCIA OPERATIVA – O la obsesión por la optimización como objetivo último de los servicios urbanos
The city is its people. We don’t make cities in order to make buildings and infrastructure. We make cities in order to come together, to create wealth, culture, more people. As social animals, we create the city to be with other people, to work, live, play. Buildings, vehicles and infrastructure are mere enablers, not drivers. They are a side-effect, a by-product, of people and culture. Of choosing the city. (…)The smart city vision, however, is focused on these second order outcomes, and often with one overriding motivation: efficiency. Dan Hill
SOSTENIBILIDAD - O el reclamo a una sostenibilidad débil basada en la irresponsabilidad de los comportamientos
Smart cities ‘from scratch’ are illustrative of a political and corporate discourse that largely equates sustainability with the possibilities opened by technology to improve efficiency and to reduce resources’ consumption (of energy, fuels, water, etc). However, from a political ecology perspective, new technologies often lead to similar or even increased consumption levels (under new names) rather than fostering broader changes in production and consumption patterns towards reduced ecological impacts. Luis Carvalho
SIMPLIFICACIÓN – O la reducción de la complejidad a modelos de simulación en lugar de afrontar la ciudad como un wicked problem
The subject of urban planning, they argue, is wicked problems, which have no definitive description, involve value judgments, and take place in unique contexts that make it difficult to accurately test solutions. As a consequence, any method of addressing them is inherently political. Many of the problems targeted by smart cities projects, from mudslides to climate change, are wicked problems. Rob Goodspeed 
NEUTRALIDAD – O la ficción de un conocimiento aséptico, sin sesgos, perfecto y objetivo a partir del big data
The data streams generated by the Sentient city may seem like instances of objective data gathering, whereas in reality they are far from it. For starters, the decision regarding which data to collect and which to ignore and how to classify it, is already a highly political choice. Next, the data generatd by the Sentient city is interpreted by software algorithms and actuation devices, and there is nothing objective about that either: is is a highly normative process, where subjective values, legal codes and power relations are turned into software codde on the base of which sentient technology ddecides, acts and discriminates”. Martijn de Waal
DESPOLITIZACIÓN – O la aspiración de conseguir mediante más información un sistema de irresponsabilidad en las decisiones y un horizonte post-político de la gestión urbana
Smart city advocates imagine themselves as creating technologies, techniques and visions that are scientific, objective, commonsensical and apolitical. In general, there is little critical reflection on the wider implications of technologically rooted entrepreneurial urban development, or the consequences of networked urbanism, for city administrations and citizens”.  Rob Kitchin
SUFICIENCIA TECNOLÓGICA – O el determinismo que identifica la tecnología como el elemento crítico en cualquier cuestión relacionada con la ciudad
What we encounter in this statement is an unreconstructed logical positivism, which, among other things, implicitly holds that the world is in principle perfectly knowable, its contents enumerable and their relations capable of being meaningfully encoded in th state of a technical system, without bias or distorition. Adam Greenfield
INTEGRACIÓN – O la aspiración de un sistema de gestión y control perfectamente integrado y una experiencia urbana sin fricciones
In other words, infrastructures are messy. The messiness that we experience in laboratory ubiquitous computing infrastructures is not a property of prototype technologies, of the bleeding edge, or of pragmatic compromise; messiness is a property of infrastructure itself. Infrastructures are inherently messy; uneven in their operation and their availability. The notion of a seamless and uniform infrastructure is, at best, a chimera. Genevieve Bell y Paul Dourish 
No dió tiempo para mucho más salvo para sugerir dos textos para afrontar las nuevas formas de relación instituciones y ciudadanía en la ciudad en el marco de la smart city, ambos desarrollados por Frank Kresin en las actividades de Waag Society: Design rules for smarter cities y Manifesto for smart citizens.

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