martes, 10 de enero de 2017

Participación ciudadana. Hacia un enfoque creativo

El primer número de 180º, el primer número de una nueva revista que ha lanzado Global CAD, ya está aquí. Tuve la oportunidad de escribir una contribución hace ya unos cuantos meses, en la que abordo cómo se están superando los modelos más tediosos, rígidos e institucionales de la participación ciudadana. Este primer número, titulado Back to Local, tal como lo presenta así Fernando Casado, busca analizar "tendencias alternativas que reflejan un cambio de mentalidad comprometido a cambiar nuestros hábitos: desde nuestros modelos de consumo y producción a la forma en que gestionamos el conocimiento y cómo interactuamos entre nosotros.(...) Ante esta situación, la identidad de barrio ha recuperado su razón de ser, las asociaciones están en el punto de mira y las cooperativas están otra vez de moda. Unidos por la necesidad y respondiendo con creatividad y solidaridad a los retos de un futuro que amenaza con colapsar, los ciudadanos han vuelto a centrarse en ellos mismos, en el vecindario. Han regresado a lo que es local. El terreno de juego para esta revolución es la ciudad, la cual se esfuerza en adaptarse a una ciudadanía que ya no acepta ser representada, sino que solicita y demanda un nuevo modelo de gestión urbana basado en políticas de participación pública con un carácter más inclusivo."

En la revista puedes encontrar contribuciones de Antanas Mockus, Javi Creus, Raons Públiques, Gemma Soles o Lea Rekow, entre otros. Abajo puedes leer mi texto (una traducción ddel original en inglés) y la revista completa la puedes leer aquí.

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La participación de la comunidad en la  planificación urbana empieza a ser urgente.  A pesar de que las sociedades buscan  más acceso a información y transparencia  en las decisiones públicas, se enfrentan muchas veces con sistemas de  planificación oscuros y complejos cuando  se trata de desarrollo urbano. La participación  ciudadana necesita un proceso de  diseño que considere estratégicamente  cómo hacer de sus promesas una realidad.



El mundo en desarrollo está  siendo testigo de unas tasas  de urbanización sin precedentes.  Esto trae aparejada  una necesidad creciente por  generar nuevas herramientas  que ayuden a atender las demandas de las  comunidades a partir de un criterio inclusivo  y creativo que hagan de la planificación  participativa una estrategia de  alto impacto.

El diseño participativo ha ampliado  sus límites durante la última década. Las  encuestas, las audiencias públicas, las reuniones  de espacios abiertos, las consultas,  los diagnósticos participativos, ... eran  parte de las herramientas tradicionales  hace algunos años y siguen siendo lo que visualizamos cuando pensamos en participación.  Salas de reuniones, papeles, pizarras,  post-its y personas que se reúnen  para hablar, debatir, sugerir, dar su consentimiento,  etc. Además, esto se produce  en torno a temas específicos designados  por las autoridades como participativos.  Aunque esta breve descripción puede parecer  demasiado simplista e incluso injusta  dada la amplia gama de técnicas heterogéneas,  enfoques y herramientas, este ha  sido el marco general de la participación pública en las decisiones locales.

Después llegaron las tecnologías en  red y su generalización no sólo cambió  nuestra vida cotidiana, sino también  nuestra forma de pensar y nuestras expectativas.  La externalización abierta  de tareas, la producción entre pares, el intercambio  colaborativo, los bienes y servicios  comunes y otros conceptos e ideas  se están convirtiendo en parte de la forma  en la que entendemos cómo funcionan las  cosas y cómo los proyectos deberían ser  diseñados, gestionados y evaluados en diferentes esferas de la vida, desde el periodismo  y los medios de información hasta  el acceso a la producción cultural y el consumo.  Así que, ¿por qué los gobiernos y las  políticas públicas están tardando tanto  tiempo en adaptar sus procedimientos a la  forma en que vivimos? La respuesta es que  la innovación y el cambio local requieren  profundas mutaciones y liderazgos que  todavía son escasos.
La participación, así como todo tipo  de implicación en asuntos públicos, deben  ser entendidos detalladamente para  evitar las falsas expectativas y el síndrome  de fatiga participativa. Aquí es donde  debemos establecer una diferenciación  crucial, como Thomas J. Lodato abordara perfectamente en su artículo “Tres posturas  sobre el hackeo cívico”. Aunque el  texto está vinculado a un enfoque particular  de la participación cívica, el hackeo  civíco, también puede adaptarse perfectamente  a una visión más amplia de los  procesos participativos. La participación  en, la participación por y la participación  a través, conforman tres marcos diferentes  para entender el nivel de implicación  en asuntos públicos que los procesos particulares  de participación están promoviendo.  Tener esto presente es una forma  de establecer límites, el alcance y la ambición  de cómo se concretará la toma de  decisiones y la participación ciudadana.
Antes de mostrar cómo estas tendencias  están remodelando nuestro conocimiento  sobre el compromiso cívico en políticas  locales, podemos resumir algunos criterios  que aún son relevantes en el diseño de  procesos participativos:

POR QUÉ. DEMOCRACIA Y MEJORES  DECISIONES
La participación comunitaria  en políticas locales y las cuestiones  sociales, por lo general, vienen precedidas  por una respuesta negativa predecible:  “malgasta dinero, tiempo y recursos  que no nos podemos permitir. Hay una necesidad  urgente de tomar una decisión”.  Antes o después, aquellos que pretenden  promover un proceso participativo tendrán  que hacer frente a esta crítica y vale  la pena diseñar un proceso que abarque los  riesgos, el escepticismo y las desventajas.  La participación comunitaria puede suponer  más tiempo hasta que se tome una  decisión, mantener los conflictos paralizados,  implicar una pérdida percibida  de la autoridad de los organismos públicos  o añadir incertidumbre en el proceso  de toma de decisiones. Estas barreras,  entre otras, son problemas potenciales  a los que un diseño deliberado y sensato  puede enfrentarse. La planificación participativa  sin embargo, es más propensa  a producir mejor decisiones respecto al  entorno construido y la gente que lo disfruta.  Estas decisiones en conjunto están  mejor informadas, anticipan conflictos  potenciales, ponen de relieve la legitimidad  de las decisiones públicas, y crean  un sentido de corresponsabilidad en la  creación de los espacios urbanos. Pero, sobre  todo, perfeccionar la participación y  el compromiso cívico es la mejor manera  de adaptar el trabajo institucional y la burocracia a las expectativas crecientes  de las sociedades alrededor del mundo a  expresar su opinión a la hora de dar forma  a su propio entorno.

QUIÉN. TRANSPARENCIA E INCLUSIVIDAD
El principal reto de los proyectos  urbanos tiene que ver con la necesidad de  diseñarlos de un modo transparente e inclusivo,  diferenciando los papeles que los  distintos actores deberían desempeñar en función de su posición. El mapa de actores  involucrados en el proyecto no tiene  que ver con un largo listado de nombres.  El reto crucial es asegurar que desempeñen  su papel de un modo equilibrado  y que definan un conjunto diferente de  herramientas de participación, eventos  y maneras de contribuir de tal forma que  la mayoría de los intereses sociales estén  incluidos. Ciertas herramientas como los  sociogramas -un instrumento que mapea  las interacciones entre los diferentes grupos de personas- o las herramientas  de mapeos de actores son útiles para comprender  el papel que cada actor puede tener  en el proceso y definir la contribución  correcta en cada etapa del proceso. Nos  ayudan a profundizar en las relaciones  dentro de la comunidad y facilitan a los  diseñadores formas para involucrar a los  participantes.

QUÉ. DISEÑO PARA CADA CASO ESPECÍFICO
A pesar de que la planificación  participativa es una rama consolidada y ha  sido utilizada en diferentes áreas de las políticas  públicas, debe tenerse cuidado con  las copias. Existe la tentación de pensar  que lo que funcionó en un lugar podrá ser  implementado de forma mimética en otros.  Por supuesto, gracias a la amplitud de iniciativas  precedentes, las organizaciones  pueden inspirase de ellas, no hay necesidad  de empezar de cero. Los facilitadores  pueden encontrar fácilmente distintas guías, ejemplos inspiradores y consejos  prácticos. Pero una de las recomendaciones  más importantes que los planificadores  comunitarios y los facilitadores de la participación  dan es la adaptación del diseño  para cada proyecto. El diseño caso a caso  es la única manera de iniciar un proceso  que puede variar en función del tema, la  problemática urbana, las circunstancias  sociales, los recursos disponibles, etc.

Teniendo presentes estas primeras  ideas como principios del diseño para garantizar  la incorporación de la conciencia  del contexto a los procesos participativos,  necesitamos integrar una mejor comprensión  de las nuevas necesidades sociales y  expectativas de lo que en realidad llamamos participación. Hubo un tiempo  en el que la planificación participativa  representaba sólo una serie de reuniones  vespertinas aburridas. Probablemente esa  aún sea la principal imagen que visualizamos  a la hora de analizar un proceso  participativo. Las reuniones internas, que  son en realidad una manera muy limitada  para que la gente se involucre, son una  pequeña fracción de las diferentes herramientas  que pueden usarse para despertar  los intereses sociales y las contribuciones.  Aquí es donde la creatividad puede inspirar  a aquellos a cargo del diseño y la facilitación  de procesos, para entender que las  ideas pueden surgir de formas diferentes  y que la implicación en cuestiones locales y comunitarias pueden ser más proactivas:  ¿por qué no hacer ejercicios de dibujo  para incluir las visiones infantiles?, ¿por  qué no contar historias para incluir a las  personas mayores?, ¿por qué no salir de  los espacios cerrados?, ¿por qué no deshacerse  de los papeles y cuestionarios y usar  las paredes u otros formatos para recoger  ideas?, ¿qué hay de transformar físicamente  el espacio que se está discutiendo  para imaginar su uso potencial?, ¿qué pasa  con la participación de otros profesionales  además de arquitectos y urbanistas (artistas,  novelistas, fotógrafos,…) y pensar con una perspectiva diferente alejada de mapas,  ordenanzas y códigos? Llegados a este  punto, podemos mencionar un proyecto  que ilustra bien esta idea, Green My Favela  (Río de Janeiro, Brasil) como forma, entre  otras, de ejemplificar el tipo de programas  orientados a la acción que incluyen en su ADN un enfoque participativo basado en la  apropiación real y creativa de la ciudad. La participación ya no es cuestión de obsesionarse  con la representatividad e invitar  a otros para personalizar los intereses de  individuos o grupos, sino una cuestión de  quién puede aportar y contribuir con sus propias manos.

Los procesos participativos digitales  y los modos de involucrar colectivamente  están impulsando la planificación  comunitaria y la participación ciudadana  en asuntos públicos. Acoger nuevas herramientas digitales (desde las redes  sociales hasta la ciencia ciudadana, las  aplicaciones móviles, el código abierto y  la visualización espacial) han transformado  la forma en la que la participación cívica es diseñada, ampliando el alcance,  las personas involucradas, el tipo de contribuciones  y, en resumen, mejorando la  calidad de la participación comunitaria  en las ciudades. Esto puede tener una función  instrumental (haciendo un mapeo de  lo invisible en comunidades marginales),  pero ha resultado ser también una herramienta  poderosa, como en el caso bien  conocido de Kibera (Nairobi, Kenia), que  impulsa la construcción y el compromiso  de la comunidad.  Las tecnologías cívicas también han  tenido un gran impacto en la facilitación  de proyectos de crowdsourcing que demuestran cómo los ciudadanos pueden  transformar sus ciudades con sus  propias manos. Desde proyectos cívicos  de crowdfunding a través de Spacehive  y otras plataformas que recogen ideas (Change by us, por ejemplo), hasta intervenciones  tácticas para construir ca rriles bici de guerrilla, pasos de cebra,  huertos urbanos y reactivar espacios desocupados.  Todo esto, estas herramientas, proyectos y tendencias nos muestran un  nuevo equilibrio al alza sobre la relación  entre ciudadanos y gobierno. Con respecto  a estos cambios, vale la pena señalar el  criterio de diseño establecido en el documento  Governance for the Future: An  Inventor’s Toolkit, del Institute for the  Future como una buena guía en esos principios  previamente descritos que han  sido renovados mediante la expansión del  movimiento de innovación social. Nuevas  metodologías de implicación y enfoques  están siendo probados para entender  cómo la participación trabaja en una sociedad  interconectada (ver, por ejemplo,  Citizen Canvas).

La tecnología está impulsando la  innovación y la gobernanza no es una excepción.  Las instituciones y sus burocracias  son maquinarias pesadas que tardan  más en adaptarse que la colectividad a las nuevas demandas de sociedades abiertas  y gobernanzas democráticas más profundas.  Como tal, la tecnología es sólo un facilitador  de un cambio en la mentalidad  cultural subyacente. Este cambio está relacionado  con el movimiento colaborativo  y el movimiento de ciudades compartidas  (ver el Sharing Cities Toolkit, por ejemplo)  que es la manifestación de un nuevo  enfoque en la participación: no me digas  que no puedo hacerlo.

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